El golpe fue seco.
Con precisión, la mano de su abuela voló a su mejilla con tanta rapidez que no lo vio venir, ni aunque hubiese querido podría haberlo esquivado, incluso si no estuviese desorientada o ligeramente confusa, si el mundo no le diese vueltas o si no supiese donde posaba sus pies.
De lo único que tenía certeza era de que de la fuerza del golpe su cabeza se gira y se queda mirando al suelo.
Sus ojos, tan fríos y tan inquisitivos como siempre lo han sido, escrutinan a Ayaka, cavando sus grietas, buscando y encontrando los sitios más hondos a los que puede llegar. Va tan lejos que llega a su alma, Ayaka al menos lo siente así, como si pudiese ver cualquier pequeño rincón en su mente, cualquier esquina en la que se esconde, su abuela llega hasta ella y la encuentra. Nunca podría esconderle nada, no a ella, no con el sentimiento asfixiante que aparece en su pecho cada vez que Kaede Fujioka deja caer su mirada sobre ella.
Ella sí podía ver, capaz de recorrer hasta el más pequeño recoveco, el más pequeños de los huecos, los escondites remetidos entre los pliegues de lo que se ve a simple vista y lo que no.No serviría levantar una muralla de hielos y tormentas de nieve frente a ella. Justo como el patrón, ve sin necesidad de mirar, cualquier cosa que se interponga no importará, porque no observan por ese camino.
Aun así, Ayaka no tiene el valor de mirar a su abuela a los ojos, enfrentar a esos ennervantes ojos suyos de los que no puede huir. Puede que si no la mira, desaparezca, pero es inútil cuando su abuela la agarra por el cuello de su haori con dureza y hace que baje la cabeza a su nivel, obligándola a cruzar sus ojos con los suyos.
Son duros, almendrados y de un gris oscuro que roza el negro, como nubes de tormenta que se ciernen sobre el cielo, que cargan con las lluvias y los rayos destinados a castigarla. Preferiría eso a tener que enfrentarse a su abuela.
—¿Sabes lo preocupados que nos has tenido? ¡Unas personas en uniforme aparecieron frente a la puerta esta mañana y no nos dijeron nada, solo decían que tenía que ver contigo! ¡Y por supuesto, como siempre, mi nieta no responde a nuestras cartas! ¡Creíamos que habías muerto! —la acusa, agitando a su vez a Ayaka. Agarrándola por su haori, ella se tambalea sin esforzarse por mantenerse en pie a los zarandeos bruscos de su abuela.
Ayaka parpadea, pupilas fijas en las motas de polvo que vuelan por el aire.
—Iba a visitaros pronto, a contároslo todo —musita débilmente, sonando exhausta, la fuerza en su voz se desvanece. Un fantasma merodeador es lo que parece, todo pasa a través de ella sin aparentar que le afecte o la toque—. Pero antes debía asegurarme de que podía protegeros, pero lo prometo, quería veros, es solo que-
—¿¡Y cuando es pronto!? —inquiere Kaede, ojos volviéndose agudos. Ayaka no se atreve a responder a esa pregunta, y su abuela lo sabe, así que la agarra con más fuerza por los hombres, tanto que sus uñas se clavan en la piel, haciendo que el coraje que siente se inyecte en su sangre—. No me mientas, no tenías pensado volver.
No responde. Su abuela produce un un siseo enfurecido y la suelta. Ayaka cae al suelo, manteniendo su vista hacia abajo, en el lodo y la mugre, donde ella debía estar.
—¿¡Eres estúpida o qué!? ¿De verdad piensas esconderte como una cobarde toda tu vida?—pregunta su abuela. Está muy segura de la respuesta.
—Solo hago lo que debo —responde en voz baja, sin elevar su voz, apenas oída. Las emociones vuelven, la golpean el doble de lo normal, hacen grietas en su fachada calmada, aquella de montaña helada, con hielo que cruje bajo el Sol—. Y tampoco soy una cobarde —añade por lo bajo, pero sabe perfectamente que lo es.
Por mucho que el hielo se derrita los vientos no se paran, que chocan contra los chubascos en los ojos de su abuela, que no tienen piedad, y nunca la tendrán. La lluvia inunda la montaña y arrastra con ella la nieve derretida en los caminos. La ira es algo que marca a los Fujioka. Puede que salga a la luz de forma explosiva con desconocidos, gente exterior a ellos. Pero cuando es una disputa entre los mismos miembros de la familia, que llevan el mismo tipo de ira en los ojos, ésta se manifiesta silenciosa, que no se nota a menos que se mire, y hay mucho que mirar en los ojos de las mujeres Fujioka.
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Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)
Fanfic❝Lo primero que se le venía a uno a la mente cuando pensaba en Ayaka Iwamoto era dedos congelados y vientos fuertes, en un camino hacia arriba de una montaña en la que solo moriría. Y esa era probablemente la forma más precisa que alguien pudiese te...