7. El deseo de ser fuerte

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Antes que nada, me gustaría hacer una pregunta importante. A partir del próximo capítulo empezaría Kimetsu Academy Tales, así que me gustaría confirmar si es algo que merece la pena escribir para vosotros, tengo tantas ideas que no sé por donde empezar, pero necesitaría vuestra luz verde para hacerlo, ya que supondría una pausa de un capítulo en la trama principal. Y sin más que aportar, ¡espero que disfrutéis la lectura!

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Cuando Ayaka y Tanjirou se hubieron alejado lo suficiente para que ya no fuese capaz de verles, tan tan lejos que ni Kaede pudiese distinguirlos, Kaori Iwamoto se desplomó en el hombro de su marido.

—No sé de donde he sacado el valor para decirle eso —decía exhausta. Su marido le dio golpecitos en la espalda de forma reconfortante.

—Pero lo hiciste, ¿no? Eso es lo que cuenta —dijo en un intento de animarla—. No ha sido como esperábamos, pero ha venido a visitarnos y eso es lo que cuenta. Demuestra que no se ha olvidado de nosotros por completo.

Kaori se hundió más en el hombro de su marido.

—Ya lo sé, pero es que- —. Sus grandes y relucientes ojos brillaron aún más con las lágrimas que intentaba no derramar—. Ni siquiera parece la misma, si antes estaba distante ahora es como si se escapase de entre mis dedos.

Todavía podía recordar el momento en el que se fue, después de tanto tiempo.

Había sido una tarde lluviosa, el tal Himejima se había presentado en su casa unos días antes al oír que una niña tan pequeña había conseguido derrotar a un demonio solo con una espada en sus manos y ningún tipo de entrenamiento.

No había olvidado que cuando se fue, los cielos estaban grises y oscuros y el invierno se avecinaba, así que los vientos eran fríos y fuertes y azotaban los cortos cabellos de Ayaka, que se alejaba de su vista y ella no tuvo el valor suficiente como para decirle cuanto la quería y lo orgullosa que estaba de ella. Tampoco olvidó que su hija no miró atrás, ni una sola vez.

Y solo pudo observar como se alejaba al lado de aquel hombre desconocido que era el doble de tamaño que su niña. Había sido tan pequeña, tan tan pequeña en aquel entonces, ¿a dónde había ido todo aquel tiempo? Ahora incluso era más alta que su padre.

Makoto secó las pocas que consiguieron caer con el dorso de su callosa mano, su sonrisa no flaqueó, nunca lo había hecho, ni cuando Ayaka se fue ni entonces.

—No pasa nada, estará bien, estaremos bien. Solo hay que darle su espacio, un poco más de tiempo, no podemos rendirnos —. La sostuvo entre sus brazos a duras penas, y ella aceptó su calor con gusto.

Con un suspiro, Kaori se recompuso, sosteniéndose en sus dos pies con orgullo. Se secó cualquier rastro de lágrimas que pudiese ser visible y sonrió optimista.

Se fijó en que su marido también tenía rastros de lágrimas por sus mejillas y se las secó como él había hecho con ella.

—Estaremos bien —confirmó Kaori con el ánimo recompuesto. La sonrisa de Makoto se agrandó y él asintió.

Yuu Kobayashi jugó incómodo con el algodón en su nariz, que llevaba puesto desde el día anterior por orden de Kaede. No se atrevía a mirar a los padres de Ayaka a la cara.

—Lo siento, señores Iwamoto, si yo no le hubiese hecho lo que le hice, ustedes no- —empezó con la cabeza baja y labios apretados.

—No digas bobadas, Yuu —le cortó Kaori con ceño levemente fruncido, antes de que el chico pudiese continuar—. Ya aclaramos que todo esto no es culpa tuya, sino nuestra.

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora