22. Demonios que son falsos

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«Este no es Ryu», era la única cosa que se le pasaba a Ayaka por la cabeza entonces.

Ryu Takahashi habia sido taciturno, de cara impasible y estoico como no lo había sido nunca nadie, como debía ser un leñador que vivía en una cabaña del bosque, pero este Ryu no es así.

Porque aquel no era Ryu en lo absoluto.

—Así que así ha logrado esconderse en el pueblo tanto tiempo —susurró para sí misma con ojos desconfiados.

El hijo del leñador del pueblo le recibe con cabeza ladeada y una sonrisa confusa. La miró durante durante unos momentos, lo justo como para reconocerla tras el uniforme de cazadora y la trenza que había tomado el lugar del pelo corto que solía llevar de niña.

—Anda, ¡cuánto tiempo Aya-san! —exclamó Ryu tras el mostrador, como si fuesen tiernos amigos de la infancia que se reencuentran sin más, como si Ayaka no tuviese que reprimir físicamente las ganas de temblar y él no la hubiese tratado como basura en aquel entonces—. ¿Cómo estás? Tus padres dijeron que te fuiste del pueblo con miembros lejanos de la familia de tu madre, fue repentino, ¿no?

Las nauseas hacen que deje de escucharle, lo que fuese que dijese aquel demonio hubiese recobrado de las memorias del verdadero Ryu para suplantarle y hacer creer a todos que era él mientras comía humanos sin ningún remordiminto. Era, de verdad, una pésima actuación.

—Así que has fundado este pequeño puesto y has dejado el oficio familiar de leñador... por cualquiera que sea la razón —empezó Ayaka con ojos entornados, deslizando una mano lentamente por la brillante madera de la barra. Ryu asintió casi con entusiasmo—. ¿No está tu padre decepcionado?

Sus ojos marrones se posaron con atención sobre él, leones escondidos entre la hierba a que la cebra se acerque lo suficiente. Kanao continuó sin inmutarse mirando a algún punto detrás de ellas, estaría distraída, pensó Ayaka, habría algo que le llamaría la atención o simplemente Kanao era tal decepción que actuaba así normalmente.

La cebra, entonces se acercó demasiado.

Todo tipo de dureza en la cara de Ayaka se derritió cuando vio brillar en los ojos de Ryu una fina capa de agua salada.

«¿¡Está llorando!? ¿¡Cómo puede llorar un demonio!?», pensó Ayaka alarmada. Las lágrimas empezaron a caer por las mejillas de Ryu, cuya expresión se había llenado de aflicción. «Oh mierda, ¡oh, mierda! ¡oh, mierda! ¡Tanjirou es el que lidia con esto! ¿¡Qué hago!? ¡La última vez le grité a Zenitsu!»

La moneda de Kanao brilló al lanzarla al aire y repiqueteó cuando cayó en el mostrador, mostrando el lado de cobre donde estaba marcada la "cruz". Sin decir una palabra, Kanao sacó de su bolsillo un pañuelo y se lo tendió a Ryu, aún con los ojos en algún lugar que Ayaka no podía ver.

—No importa —. Aquellos fueron las primeras palabras que Kanao pronunció en aquella mañana desde que partieron de la Mansión Mariposa.

Ambos, Ayaka y Ryu, miraron atónitos al blanco pañuelo con bordeados rosados, uno más atónito que el otro.

—Ah, muchas gracias- ¿señorita...? —empezó Ryu, secando sus breves lágrimas.

—Kanao —contestó tensa Ayaka por ella, aún con la vista fija en sus recientemente mojadas mejillas—. Kanao Tsuyuri.

—Tsuyuri Kanao —asintió Ryu agradecido—. Gracias entonces, Tsuyu-san.

«¿Dónde demonios está mirando?», cuestionó Ayaka cuando Kanao ni siquiera se giró para dar una respuesta, sus ojos purpúreos posados en algún lugar desconocido.

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora