Ayaka Iwamoto nació siendo débil.
La primera vez que puso un pie en este mundo, su respiración era pequeña y entrecortada, y no lograba tomar el aire suficiente para seguir viviendo.
La primera mujer que la sostuvo en sus brazos no fue su madre, sino la doctora del pueblo, su nombre era Nozomi Kobayashi.
Un grito perforó el tenso aire en la habitación principal de la residencia de los Iwamoto, no era nada más y nada menos que la hora de parto de la señora Iwamoto.
Se agarraba con desesperación a la mano de su marido, con la cara extremadamente pálida y empapada de sudor, pues llevaba en aquel estado varios horas ya, con el único consuelo de la mano de su marido a la que aferrarse y a su madre a su otro lado, que parecía más nerviosa que ella mientras agarraba con firmeza el hombro de Kaori.
—No desespere, señora Iwamoto, ¡solo un poco más, lo prometo! —le gritaba Nozomi, se movía hábilmente por la habitación, a pesar de tener a su hijo Yuu de no menos de un año a su espalda (que solo se mantenía observando curioso la habitación, extrañamente tranquilo). Mientras, Nozomi iba a todas partes, llevando de un lado a otro toallas limpias mientras su marido, Tamaki Kobayashi, entraba por la puerta con un cubo de agua caliente y lo dejaba cerca de ella.
Makoto no tardó en agarrar un paño y sumergirlo en el cubo, mientras intentaba como podía limpiar el sudor de la frente de su esposa con manos temblorosas, ya fuese por la emoción o el nerviosismo.
Quién podría culparle, pues iba a tener a su hijo entre sus brazos en solo unas horas más, aquel al que tanto había esperado.
—En un momento esto habrá acabado, estoy contigo, Kaori, solo respira hondo —intentó animar casi en un ataque de nervios, mientras el que seguía su consejo era él, tomando rápidas bocanadas de aire.
Kaori intentó reprimir un grito mordiéndose el labio, sus nudillos se volvieron blancos de lo fuerte que apretaba, y no era secreto que aquello hizo que Makoto Iwamoto no pudiese llegar a sentir sus dedos hasta unas horas más tarde.
—¡No ayudas, maldita sea Mako! —maldijo, sacando a relucir aquella costumbre que tenían todos los Fujioka de maldecir en tiempos difíciles, un rasgo que su descendiente heredaría, eso si conseguían salir vivos de aquello, porque para Kaori, parecía que su vida acabaría en aquel momento, tanto ella como la del bebé que tanto había esperado.
—Vale, Kaori, cariño, no pasa nada. La doctora ha dicho que no queda nada, ¿verdad, Nozomi-san? Por fin tendré un nieto al que malcriar con mochi, piensa en eso todo lo que puedas —intentó aconsejar Kaede, dándole a su hija un apretón en el hombro para intentar calmar a la vez sus nervios y los suyos propios.
Como se podía notar, toda la familia Iwamoto estaba casi al borde de un ataque de pánico.
—Señora Iwamoto, ya casi está, ¡solo un empujón más! —pidió Nozomi a los pies de Kaori, con una toalla limpia en sus manos y esperando pacientemente a que el bebé saliese completamente.
Y con otro grito perforando el aire por parte de su madre, Ayaka Iwamoto tomó su primera bocanada de aire.
—¡Es una niña! —proclamó Nozomi, mientras envolvía el bebé en la toalla.
Inmediatamente Kaori se desplomó del cansancio, tumbándose completamente en el suelo con un resoplido cansado.
Sin embargo, el bizarro silencio que cayó sobre la habitación fue algo que la preocupó.
—¿Por qué no llora? Makoto, ¿por qué nuestra hija no llora? —cuestionó con la vista nublada.
Empezaba a perder la conciencia, pero aun así se esforzó en escuchar, pero no era capaz de oír ningún llanto.
ESTÁS LEYENDO
Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)
Fiksi Penggemar❝Lo primero que se le venía a uno a la mente cuando pensaba en Ayaka Iwamoto era dedos congelados y vientos fuertes, en un camino hacia arriba de una montaña en la que solo moriría. Y esa era probablemente la forma más precisa que alguien pudiese te...