24. Humanos que son falsos

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Por primera vez desde que Kanao la conoce, Ayaka no habla en todo el camino hasta las habitaciones.

Ryu en el mostrador levanta la mano como saludo pero Ayaka no le saluda de vuelta y pasa por su lado en completo silencio arriba hacia las escaleras. Ojos en algún lugar lejano que no está allí.

Kanao la sigue en su paso arriba hacia las escaleras donde Ryu les alquiló las habitaciones, una para ellas y otra para quien saben ahora que es el padre de aquella niña, Tomoko.

—Siéntate —le dice Ayaka a Kanao sin dignarse a mirarla siquiera, al tiempo que va al baño.

Ella le obedece porque ¿qué otra cosa sino puede hacer? Su corazón se mantiene en silencio a la par que Ayaka mantiene su boca cerrada al aparecer con un botiquín en las manos, arrodillándose ante ella y subiendo levemente la falda de Kanao.

Cierto, se había olvidado de eso. El té hirviendo había caído sobre sus piernas y había dejado marcada en ellas el rojo de las quemaduras, como un tentempié para las finas líneas de sangre que caen desde donde Kanao ha clavado sus uñas.

Su corazón había latido fuertemente, dando patadas contra su pecho como si quisiese escapar de allí a base de romper sus costillas mientras veía como aquella chica pegaba a la niña.

Era demasiado familiar, tan familiar que hay algo que hacía su cuerpo retumbar. Si Tomoko hubiese tenido los ojos morados en vez de azules, si hubiesen sido mezclados con una pizca de rosa, ligeramente más grandes, pelo un poco más oscuro, habría sido como mirarse al espejo. Puede que Kanao hubiese sido capaz de sentir el golpe en sus huesos, que ahora son más grandes, ella es más alta y está más limpia, ¿pero había ella cambiado algo en comparación con la niña que veía entonces?

Que Tomoko había llorado, y que Tomoko había gritado y aun así a pesar de las amenazas y los golpes se había opuesto a aquellos que tenían su misma sangre corriendo por las venas.

Esa gente no había sido su familia como la gente con la sangre de Kanao no era su familia tampoco.

—Deberías... deberías tener más cuidado —le dice Ayaka luchando por respirar al ponerle hielo sobre las quemaduras.

Hay un ceño fuertemente marcado en su cara, arrugas esculpidas en su frente como si estuviese intentando hacer algo con todas sus fuerzas.

Cuando ha cubierto las heridas con hielo y la inflamación baja agarra crema del botiquín y la aplica por sus piernas. Kanao no se ha fijado en cuanto duele hasta que siente alivio contra el escozor de las heridas.

Coge de algún rincón en su haori un pañulo y limpia los restos de sangre en sus piernas con él. Más cicatrices para acompañar a las que ya tiene, Kanao desearía poder parar, pero ese deseo es ahogado ante su silencio así que ya no queda nada.

—Ayaka-san —empieza, cuando nota como sus hombros se encogen fuertemente y aprieta los labios casi con ansias. El pecho de Ayaka pega un bote desenfrenado cuando de ella sale un pequeño sollozo ahogado.

Frunce el ceño todo lo que puede y Kanao piensa que se asemeja a la expresión de un cazador de demonios que ha perdido un miembro en batalla, un brazo, las piernas, una mano, y es lo suficientemente lista como para relacionarlo con ser aplastado por un dolor extremo.

—No podía soportarlo —Ayaka murmura y su voz no tarda mucho en ser ahogada por otro sollozo esta vez que sale con más ansias. Kanao observa impasible como quien mira un dique a punto de venirse abajo. En su cuerpo se disuelve toda la tensión cuando traga una última ves y rompe en llanto.

—¡No podía soportarlo más! ¡La forma en la que me miraban, la forma en la que se reían y se burlaban y saltaban sobre mí en cuanto podían! —Ayaka esconde su cara entre las piernas de Kanao con su voz cortada entre sollozos lastimeros, arrodillada ante ella como si buscase consuelo de un dios, pero Kanao no es una diosa, ni siquiera es humana, y la única pizca de humanidad que le queda se encuentra preguntándose qué debería hacer. ¿Entre qué dos opciones vas a elegir cuando lances esa moneda? No hay ninguna, así que tendrás que pensar en dos opciones tú sola, pero eso es mucho trabajo, ¿no? Demasiado para tu pobre corazón.

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora