La obligación de los cazadores de demonios siempre había sido fuerte, se debe tener determinación de hierro para no abandonar el duro entrenamiento que supone aprender las respiraciones, por no decir que había demasiados demonios acechando como para tomarse un suspiro, pero aquella ocasión era diferente, después de todo:
—¡Todavía seguimos en periodo de recuperación! ¡No cuenta como escaquearse si no estamos de servicio!
Al menos, esa era la excusa que daba Zenitsu.
No había pasado demasiado tiempo en la casa de las glicinias como para que la anciana a su cargo les informase una noche durante la cena que habría un festival en la ciudad cercana.
Lo que más emocionaba a Zenitsu de todo eran los fuegos artificiales y las chicas en yukata, como era de esperar. A la mención de los puestos de comida, Inosuke parecía no poder estar quieto, y era innegable que Ayaka había levantado la cabeza con demasiada rapidez ante la opción de regalarle a Himejima-san los premios que ganase en los juegos que el festival tuviese que ofrecer (y vencer a Inosuke en todos ellos).
—No deberíamos ir —. Fue aun así la estricta opinión de Ayaka sobre el tema, por muy tenso que estuviese su agarre en su plato de comida—. No estamos en misiones porque nos estamos recuperando, sería irrespetuoso tomarnos el día libre mientras nuestros compañeros están dando sus vidas por acabar con los demonios.
Zenitsu había apretado los dientes en frustación, por supuesto, alguien de ciudad acostumbrado a las luces y el bullicio de la gente sabría apreciar más lo que era un festival a comparación de los pueblerinos con los que se había rodeado.
—¡Pero será algo bueno para nuestra recuperación, A-chan! ¡La comida rica y los fuegos artificiales sanan cualquier herida, eso lo sabe todo el mundo! —insistía, dejando de lado por completo la comida y pasando por encima de un exhausto y tumbado Inosuke sin darle atención.
Los platos que deberían haber consistido en una gran parte del almuerzo de Tanjirou estaban a su alrededor, vacíos, prueba de quién enrealidad los había comido y por qué había caído dormido tan pronto.
Ayaka entrecerró los ojos, con un gesto tan parecido al que haría una madre al advertir a su hijo en mitad de un berrinche que hasta Zenitsu, que nunca había tenido madre, pudo reconocerlo.
Aún con escalofríos corriéndole por la espalda, Zenitsu se giró a su último recurso.
—¡Tanjirou, dile lo que me dijiste a mí antes! ¡Díselo! —clamaba a gritos mientras apuntaba con un dedo a una Ayaka de brazos cruzados.
El susodicho levantó una ceja confusa, poniendo la conversación por encima de su almuerzo por primera vez.
—¿Que me diga qué? —cuestionó ella, posando sus ojos en Tanjirou y haciendo por alguna razón que la tensión en su agarre y en sus huesos se derritiese.
Tanjirou la miró igual de confuso y se encogió de hombros. Nezuko debería haber salido ya y eso es lo que más le preocupaba entonces. La anciana había entrado de repente cuando quiso hacerlo y no le gustaría que su hermana no saliese esa noche por ello.
—¡Lo del cumpleaños, Tanjirou! ¡El cumpleaños! —exclama Zenitsu insistente. Las cejas de Ayaka solo se arrugaron más en una expresión confusa.
—¿Fue mi cumpleaños... hace poco? —responde Tanjirou cauto, sin estar seguro de si eso es lo que Zenitsu quiere oír.
Antes de que Zenitsu pudiese sugerir ir al festival para celebrar el cumpleaños de Tanjirou, Ayaka ya había declarado con autoridad:
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Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)
أدب الهواة❝Lo primero que se le venía a uno a la mente cuando pensaba en Ayaka Iwamoto era dedos congelados y vientos fuertes, en un camino hacia arriba de una montaña en la que solo moriría. Y esa era probablemente la forma más precisa que alguien pudiese te...