9. Palabras que mueven montañas, acciones que calientan corazones de hielo

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Con la respiración errática de Zenitsu a un lado y el fuerte agarre que Shoichi tenía en su mano por el otro lado, Ayaka estaba empezando a molestarse.

Aunque realmente solo era por el nerviosismo de Zenitsu, su miedo era tan incontrolable e irracional que la sacaba de sus casillas. No le bastaba con aferrarse a ella como si su vida dependiese de ello, sino que además sudaba a chorros y no paraba de temblar, y eso hizo cuestionar a Ayaka cómo fue capaz de sobrevivir a la Selección Final, o de siquiera aprender algún tipo de respiración.

Él mismo lo había dicho, ¿no era así? Que ni siquiera sabía como lo había conseguido.

Ella tampoco.

No era capaz de ver ni un ápice de fuerza, mental o física, en Zenitsu Agatsuma, y hasta llegó a pensar que prefería mil veces haber estado en una situación en la que hubiese tenido que proteger a diez personas antes que a tener que aguantarle.

Al principio no era problema, pues era fácil ignorarle si ponía empeño en ello, pero progresivamente el estado de Zenitsu fue ascendiendo desde miedo a pánico, y de pánico a terror.

Y encima no dejaba de abrazarla, lo cual la ponía incómoda por dos razones. La primera era que restringía en gran medida sus movimientos, y si llegasen a encontrarse con algún demonio eso la perjudicaría. La segunda era que... la estaba abrazando mientras apoyaba su cabeza en su pecho, lo cual era raro y además llenaba su uniforme de mocos, lágrimas y sudor, y tenía que intentar con todas sus fuerzas no tensarse siquiera al pensamiento de su uniforme, aquel que había limpiado apenas dos días antes, estaba completamente cubierto en cosas viscosas.

Puede que no todo su uniforme, pero aun así seguía mandando escalofríos por su espalda.

Shoichi, al contrario, hacía todo lo que podía para ayudarla. La obedecía sin rechistar y se apegaba a su lado sin hacer jaleo, puede que por miedo a los demonios o por respeto hacia ella.

Eligió creer que la respetaba por sus grandes habilidades como cazadora de demonios, así que no lo cuestionó para no llevarse una posible decepción.

Estaba igual de exhausto de Zenitsu que ella, y utilizaba a Ayaka como barrera en un intento de no acercarse demasiado a él.

"Creo que está mal de la cabeza", le había susurrado en el oído a Ayaka una vez que Zenitsu estuvo lo suficientemente alejado de ellos como para no escucharles.

Ayaka solo se dedicó a lanzarle una sonrisa culpable, tampoco es que pudiese ni afirmar ni confirmar sus sospechas, y esperaba que no fuesen acertadas, porque cuanto más se adentraban en la casa, más empezaba Ayaka a considerarlas.

Sería cómico si lo viese desde fuera, pero con Zenitsu respirando pesadamente y sudando a su lado, no es que le hiciese especial gracia.

Más bien ninguna, ciertamente era mucho peor que Shoichi, y apostaba a que Teruko habría sido mejor que él en aquella situación, incluso siendo una niña tan pequeña.

—Disculpa, Zenitsu-san —llamó Shoichi débilmente, que empezaba a lucir cansado.

Al instante, el nombrado pegó un salto y cayó al suelo aterrorizado, pegando gritos agudos y agarrándose a las caderas de Ayaka con desesperación.

La misma solo soltó un suspiro exasperado y, con la mano libre que le quedaba, se pellizcó la nariz con fastidio.

Sería una larga, larga misión.

Iba a hacer de su cuervo un estofado cuando terminase con los demás demonios, y ni siquiera se lo comería, ni eso se merecía, se lo echaría como sobras a los animales del bosque para que sintiese en sus carnes el ser desperdiciado.

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora