20. Conversaciones dejadas a la mitad

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—Estaba en lo cierto cuando pensé que te encontraría aquí —. La nube de humo blanco que sale de su boca al hablar es suficiente para recordarle a Ayaka que la noche puede ser fría incluso para ella.

La espada nichirin de Zenitsu repiquetea en su vaina azotada por los temblores de quien la sujeta. “1,” dice, al tiempo que posa su mano en el mango. “2,” continúa, cuando su pulgar se extiende para empujar la hoja hacia afuera. “3, Respiración del Rayo, Primera Postura” antes de terminar de decir el nombre de la postura la figura de Zenitsu, en la vestimenta típica de los pacientes del Estado Mariposa, aparece unos metros más adelante.

«Tan rápido como el rayo, » piensa Ayaka sin sorprenderse. Lo había hecho las primeras dos, tres veces, incluso cuatro, (y las siguientes cinco, ha estado teniendo problemas para dormir), pero ha visto a Zenitsu practicar demasiadas noches desde que están en el Estado Mariposa, y ésta, ella espera, no será la última. Y ni siquiera usa la respiración, solo practica la postura.

Aun así las noches siguen siendo condenadamente frías y el fino pijama de los pacientes que ambos usan no les mantienen cálidos lo suficiente como para que sea soportable.

La rubia cabeza de Zenitsu se gira a ella y Ayaka tiene que reprimir el impulso de cavar un agujero en la tierra y enterrarse allí. Lo único que la mantiene en la vista de Zenitsu es el peso que supone no compartir la carta de Shoichi. Se ha llevado en su bolsillo los últimos tres días y no le queda tanto tiempo en la Mansión Mariposa como para darse el lujo de dudar, es lo único que la mantiene con los pies en la tierra. Si alguien la llamase valiente alguna vez apuntaría a esta escena y le diría que reconsiderara su opinión.

—Creía que seguías sin poder andar —, le cuestiona Zenitsu sin aliento, cuando Ayaka avanza hacia él con paso indeciso y ambos se sientan a los bordes de madera que dan al jardín. —¿Está tu brazo bien?

Ella le da un encogimiento de hombros como respuesta y se frota el brazo con la mano, ojos perdidos en la valla que marca los límites del Estado de Shinobu.

—Duele todavía, pero es mejor mentir que tener a la señorita perfecta siguiéndome por todas partes —explica ella con algo que parece un bufido, después se gira hacia él—. Terminó de hacer efecto el veneno del demonio, ¿no?

Le echa miradas furtivas a los brazos de Zenitsu, que parecen haber recuperado su tamaño normal después de haber estado tanto tiempo con la forma de rábanos pequeños.

—Puedo entrenar —se limita a decir él sin dar más detalles—. ¿Oí de Tanjirou que estabas entrenando con tu abuela?

—Algo así —. No se molesta en decirle que ha abandonado el entrenamiento porque simplemente no funciona. Hacía mucho que había olvidado lo que era sentirse en el principio de un sendero cuando la cuesta era empinada y rocosa y tenía que clavar sus uñas al suelo para seguir adelante y no caerse. Debe de haber algo más con sus ojos porque no ven como ella necesita cuando ella lo necesita, lo que la deja ciega en lo que su abuela le instruya que haga en vez de la familiar claridad de los entrenamientos físicos de Himejima-san. Pero lo que más le afecta es el vacío en el pecho que se siente tan desconocido como no ver nada.

Ayaka sopesa sus opciones de nuevo, y encuentra que prefiere decírselo ella misma a Zenitsu en vez de que se entere por alguien más.

—Enrealidad lo he dejado —dice sin más. Zenitsu se mantiene callado esperando a que diga más, pero no tiene nada más que decir así que sobre ellos se posa un silencio que grita esperando ser despedazado.

O puede que solo sea la carta de Shoichi esperando a que por fin se la enseñe a Zenitsu, así que eso es lo que hace y la saca por fin de su bolsillo.

Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora