Por alguna razón, a Kanao Tsuyuri no le desagrada totalmente la actitud de Ayaka Iwamoto.
No es que le guste Ayaka, es más, la encuentra ruidosa y mezquina, pero no la espanta.
Si hubiese algo con lo que pudiese compararla, sería con un perro callejero, constantemente mordiendo a todo aquel que se atreva a acercar su mano mucho antes de que puedan morderla a ella. Kanao no sabe por qué, pero su presencia se siente como una brisa de aire fresco en su pequeño corazón hueco, donde ella creía que no cabría nunca nada que no fuese el deseo de matar demonios.
Los ojos de Kanao le permiten ver más que los demás, detalles, movimientos pequeños que de otra manera nadie más podía hacer, pero que se mantienen impasivos ante todo, ya sea un demonio o la muerte de su hermana. Puede ver, pero no le sirve con un corazón que no late.
Algo que puede ver, también, es que los ojos de Ayaka no son como los suyos.
Ayaka no ve como ella, pero no es eso lo que los diferencia. En ellos permanecen las ascuas de un antiguo sol que antes había brillado y alimentado prados, que ahora dejaba a su paso valles congelados y montañas congeladas, pero en los de Kanao ni siquiera quedan cenizas, porque su sol fue extinguido antes de que pudiese echar a arder y casi cree sentir celos, pero eso es imposible porque para ella todo es entumecido. Aun así no consigue evitar oír los susurros en su pecho que cada vez se alzan más ante la barrera de su propio silencio, que no paran de pensar en la envidia dirigida hacia ella, y Kanao por una vez, siente algo con fuerza, y es confusión.
Había oído sus sollozos el día que llegó, y eso es algo de lo que a ella le han privado, el derecho que le dieron los dioses a llorar. Todo aquello que la hacía humana, se lo han robado sin más, y Kanao no tiene ni la capacidad para cuestionarse si de verdad fue humana una vez, o si siempre fue una muñeca.
Lo intenta, con toda la fuerza que su corazón puede reunir y una moneda de oro, y con el tiempo puede decidir si le gusta más la carne o el pescado, si quiere unirse al cuerpo matademonios o no, el apellido por el que quiere ser llamada, pero no es suficiente.
Si hubiese tenido otros ojos, a lo mejor no le habría importado tanto, pero tiene la maldición de poder ver, y las sonrisas, los ceños fruncidos, las muecas malhumoradas, se muestran ante ella con todo detalle, y solo remarcan que ella nunca podrá sonreír de forma genuina, no podrá molestarse ni por los pequeños detalles, y no podrá torcer el labio si algo la disgusta.
Porque Kanao Tsuyuri es una muñeca sin un alma que la había abandonado hacía mucho, y no sentir nada es una tortura.
Si Kanao no siente, Ayaka siente demasiado. Hace comentarios agudos, se pelea ferviertemente y ríe con sus amigos y su lengua parece tener vida propia porque nunca se guarda los miles de pensamientos que le pasan por la cabeza, por muy desagradables que sean, y Kanao se encuentra mirándola demasiado, esperando que se le pegue algo de ella para que pueda, también, expresarse con tanta libertad.
Tal es su suerte que puede observarla todo el día, porque a Kanao la asignan como su cuidadora hasta que el brazo que ella rompió se cure, como si tuviese que reparar el daño que ha hecho de alguna forma.
Con un brazo menos, Ayaka era inservible. Sin él no podía ni sostener una cuchara, y ni mucho menos empuñar una espada.
Los hilos de Rui no solo habían dejado marcas permanentes en los antebrazos y bajo las rodillas de Ayaka, sino que el corte que lamía su espalda se había tornado de un color morado y pronto empezó a extenderse. Según lo que Shinobu había dicho, Rui había utilizado parte de su sangre, introduciéndola en la herida. Al ser sangre demoníaca, su cuerpo reaccionó a como lo haría con un veneno y había intentado expulsarla, llevándola más lejos de la herida original hasta las piernas, que quedaron paralizadas junto con la parte inferior de su cuerpo. Se curaba, pero muy lentamente, y poco a poco es la única que queda en la cama de su grupo.
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Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)
Fanfiction❝Lo primero que se le venía a uno a la mente cuando pensaba en Ayaka Iwamoto era dedos congelados y vientos fuertes, en un camino hacia arriba de una montaña en la que solo moriría. Y esa era probablemente la forma más precisa que alguien pudiese te...