Golpes por el martillo contra el metal caliente, que se deforma y coge la forma que quiere, las cenizas se meten en los ojos y entre los dedos hasta debajo de las uñas. El calor del fuego es implacable pero no es lo suficientemente caliente para el metal, más, más, más, calienta y golpea, de la forma adecuada como siempre se ha hecho, afina la hoja y conviértela en una lámina tan gruesa como un pelo. El aire es espeso y cuesta respirar, hace demasiado calor y los músculos se cansan, convertidos en gelatina y deshechos como si fuesen caldo, pero hay que seguir golpeando, golpea y machaca el metal, machácalo con ingenio y se convertirá en la forma que tú quieras.
Dale la forma que tú quieras, dale la forma de una espada.
―Señorita Iwamoto―. Una de las chicas agitó a Ayaka, y ella pegó un respingo, abriendo los ojos―. Se quedó dormida en el baño.
Boquea confusa, se lleva una mano a la cara para apartarse el pelo mojado de los ojos y el agua que cubre su cuerpo se agita con ella. Huele a glicinias.
―Yo... ¿estaba haciendo una espada? ―le pregunta a la chica que la había despertado, de ojos y pelos negros que parecen los de las alas de un cuervo. Ella la mira sin pestañear, sonriendo a pesar de aquella pregunta tan extraña.
―No, usted se estaba dando un baño, nos lo pidió antes de su audiencia con el patrón ―responde en voz que no vacila. Está segura de lo que dice y ella no tiene otra opción que creerle. Había algo sobre ella que le impone a Ayaka respeto, no sabe si por lo oscuros y grandes que son sus ojos o porque le transmitía una sensación de total tranquilidad. Casi parece no humana, su pelo corto y recortado acompañado de un flequillo que cubre su frente solo hace a sus ojos parecer más grande, y el kimono morado con estampado de flores solo la hace ver más incorpórea, como si no fuese real.
―¿De verdad? Pero yo soy herrera―pregunta Ayaka de nuevo, aún con la mano apoyada en la frente. Mira el brazo que cuelga lánguido a su lado. Le dolía la cabeza―. ¿Qué le pasa a mi brazo? Así no podré terminar mi espada.
―No diga tonterías, usted no es herrera, es cazadora de demonios ―insiste la chica, que le responde como si respondiese a un niño incrédulo y confuso que pregunta sobre cosas más grandes y más importantes que él―. La señorita Tsuyuri se lo rompió hace unas horas.
―Soy... cazadora de demonios ―afirma Ayaka sin realmente creerlo. La señorita Tsuyuri, ¿quién era la señorita Tsuyuri? Mira a un lado de la habitación, se encuentra con un uniforme negro hecho pedazos y una espada relucientemente gris. Esa era Ayaka Iwamoto, y Ayaka Iwamoto sería condenada a muerte por infringir las leyes del cuerpo. Cierto, ella era Ayaka Iwamoto―. ¿Tengo una audiencia con el patrón?
De la garganta de la chica sale un murmullo de afirmación, yendo con paso lento pero decidido a una esquina diferente. Cuando vuelve, trae en sus manos una muda de ropa limpia. Ropa que Ayaka desconoce.
―Si se ha olvidado, el patrón la llamó para hablar personalmente con usted ―le recuerda la chica, que la ayuda a salir de la bañera de agua caliente que emana un olor a glicinias y le pasa una toalla a Ayaka con el que cubrir su cuerpo desnudo. La suavidad de su tono y cortesía de alguna manera la tranquilizan, y Ayaka se deja guiar por ella, permitiendo que la seque y luego le ponga la ropa, teniendo cuidado con su brazo roto.
―Ha estado interesado en usted desde que empezó a entrenar bajo el ala de Himejima. Pero nunca tuvo un motivo para mandarla a llamar, así que prefiere tener esa audiencia ahora ―continúa la chica, mientras hace a Ayaka extender los brazos para pasar por ellas las mangas de un kimono blanco―. Dice que usted es peculiar y que podría llegar a ser pilar algún día.
Ayaka aún nada en incredulidad y no tiene las fuerzas para dar una respuesta con energía, así que pestañea. La niebla en su mente la hace cogerse de la mano de la chica, que es más pequeña que ella pero que puede con su peso.
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Stone Cold | Tanjirou Kamado (Español)
Fanfikce❝Lo primero que se le venía a uno a la mente cuando pensaba en Ayaka Iwamoto era dedos congelados y vientos fuertes, en un camino hacia arriba de una montaña en la que solo moriría. Y esa era probablemente la forma más precisa que alguien pudiese te...