Capítulo 3. I: La Hoja se marchita

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La mañana en la que todo comenzó a empeorar me levanté con una sensación extraña, aunque acababa de despertarme aun seguía doliéndome todo el cuerpo.

Hacía una semana que Pain había atacado la aldea dejándolo todo destruido. Si bien al final, Naruto había conseguido, aun me pregunto cómo, que el Akatsuki utilizara un extraño jutsu que evitó las víctimas mortales en la pelea, los heridos se contaban por centenares y yo no tenía ni un miserable minuto para descansar, menos aun cuando mi maestra seguía inconsciente.

Toda la villa estaba envuelta en un extraño halo de irrealidad, me parecía estar viendo todo a través de los ojos de otra persona, tanta destrucción y caos no parecían ser de verdad. Era como si mi mente todavía esperase despertarse y ver que no había pasado nada, que todo era mi imaginación, pero eso nunca sucedía.

Cómo la mayoría de las casas se habían derrumbado, realojamos a la gente como pudimos, en la academia, los refugios e incluso en el hospital. Instalamos tiendas provisionales en solares para que todos tuvieran al menos un techo sobre su cabeza.

Organizar una villa en situación de emergencia cuando su líder está inconsciente es un verdadero infierno. Entre Shizune y yo conseguimos hacernos cargo del hospital para dar atención a los heridos, lo cual se tradujo en varios días sin dormir. El trabajo se nos acumulaba y las pocas horas libres las pasábamos con Tsunade, intentando que reaccionara o simplemente velándola.

Aun así, en medio de todo el caos empezábamos a ver la luz. Poco a poco las casas se iban levantando y los heridos curándose, aunque todavía quedaba mucho por hacer, al menos la esperanza comenzaba a volver a los corazones de los habitantes de Konoha.

Crucé la calle saludando a Konohamaru y su equipo que transportaban vigas de madera y pintura pues estaban ayudando en la reconstrucción como todos los genins.

En cuanto llegué al campo de entrenamiento, divisé a Naruto saltando cómo siempre. Después de la batalla no había tardado más de un día en recuperarse y lanzarse a ayudar y entrenar de nuevo. Ese chico es inagotable, no me explico cómo puede tener tanta energía y vitalidad. Hasta en la más deprimente de las situaciones, Naruto siempre tiene una cálida sonrisa para ofrecer.

Me acerqué a él alzando una mano como saludo. En los últimos tiempos ambos habíamos estado demasiado ocupados y no nos habíamos visto muy a menudo. Me costaba admitirlo, pero echaba de menos a ese rubio escandaloso, nunca pensé que llegaría a convertirse en alguien tan importante para mí.

He de decir que cuando le conocí lograba exasperarme, de hecho ahora también lo hace en ocasiones, pero es diferente, le conozco y sé que tiene un corazón de oro, qué nunca me dejará sola.

No entiendo como la gente pudo ser tan cruel con él, no me perdono a mi misma por haberlo sido alguna vez. Pero Naruto nunca se quejó ni reclamó nada, y después de todo eso, protegió la villa que le despreció de niño ¿Por qué? La respuesta está clara, porque él no es como nosotros, es mejor.

- ¡Sakura-chan! – me llamó agitando las manos mientras sonreía radiante.

- ¡Naruto!- grité mientras me acercaba corriendo.

Allí al lado del rubio, también estaba Kakashi-sensei. Me alegraba poder estar los tres juntos aunque sólo fuera un rato.

- Hola Kakashi-sensei – saludé sonriente.

- Hola Sakura, no se te ve el pelo últimamente – respondió el jounin.

- Hemos tenido mucho trabajo en el hospital – respondí - ...y con lo de Tsunade-shisou...no he tenido mucho tiempo – mi humor se estaba volviendo más lúgubre por momentos.

(Sasusaku) ExilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora