Capítulo 23. Atravesar el infierno

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- Sakura – llamó el jefe.

Al ver que la pelirrosa seguía mirando al suelo, uno de los ANBU tiró de sus cabellos para que alzara la vista.

Una amarga sonrisa se dibujó en los labios de la kunoichi, incluso con la cara cubierta podría reconocer al ninja con máscara de ratón que estaba ante ella.

- No puedo decir que me alegro de verte, Sai.

El ANBU se quitó la máscara descubriendo las indiferentes facciones de su antiguo compañero de equipo. Sus ojos se habían endurecido desde la última vez que los vio, no reflejaban nada, ni odio, ni satisfacción, eran como dos trozos de piedra negra pulida. Ni siquiera Sasuke tenía una mirada como aquella.

Sasuke... Si esos ANBU descubrían dónde estaba la guarida, caerían sobre ellos por sorpresa. Seguramente contaban con refuerzos... no podía permitirlo.

- ¿Dónde está el Jinchuuriki? – preguntó Sai con voz neutra.

- No conozco a nadie que se llame así – respondió la pelirrosa desafiante.

Uno de los compañeros de escuadrón de Sai le cruzó la cara de una bofetada que la hizo caer al suelo de medio lado. La kunoichi notó el sabor metálico de la sangre en su boca y dio gracias a que la tierra estuviera blanda, ya que al tener las manos atadas no pudo hacer nada para amortiguar el golpe.

Sakura se removió para incorporarse de rodillas nuevamente y mirar al pelinegro, el cual no había variado ni un ápice su expresión.

- No te hagas la tonta conmigo Sakura. Dime dónde está Naruto – volvió a exigir el ANBU con tono neutro.

- Ah, Naruto – dijo la pelirrosa como si acabara de enterarse sobre quién hablaba – Él siempre anda de aquí para allá, ya le conoces, no sabe estar quieto en ningún sitio.

No traicionaré a los míos.

Una patada en el estómago por parte del mismo ANBU que la había abofeteado fue la respuesta a su burla.

- Espero que puedas ser más concreta.

- La esperanza es un bonito sentimiento – contestó Sakura con dificultad entre toses.

Jamás te diré dónde están. Naruto y Sasuke liberarán Konoha, si tengo que morir por ello que así sea.

El ANBU que parecía encargado del castigo físico hizo uso de su título pateando a la chica y propinándole alguna bofetada. Minutos después, Sai levantó la mano indicándole que se detuviera y se acercó a ella, que yacía temblorosa en el suelo.

El pelinegro se agachó a su lado y le apartó un mechón rosa de cabello que le caía sobre los ojos. Este gesto podría parecer tierno, pero para Sakura no era más que una burla de ternura, la mirada de Sai no reflejaba nada.

- Entiendes que si no cooperas... en Konoha tendremos que usar métodos más duros de interrogación – informó el muchacho en un susurro – no deseo hacerte daño.

Los ojos jade de Sakura se clavaron con decisión en los del chico demostrando una valentía que por dentro estaba lejos de sentir.

- Adelante Sai, cumple tus órdenes, no voy a decirte nada.

Por una fracción de segundo, el pelinegro frunció levemente el ceño pero rápidamente su expresión volvió a ser la de una estatua. Alzó una mano y tocó el hombro de Sakura bloqueando su chakra con el mecanismo de su guante.

La ya olvidada sensación de desagradable electricidad y desfallecimiento recorrió el cuerpo de Sakura ya abotagado por el sedante que le habían disparado antes. Desde su posición en el suelo pudo ver como los ANBU formaban un círculo a su alrededor haciendo sellos y no sabía qué otras cosas más.

(Sasusaku) ExilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora