Capítulo 33. Que levante la mano...

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En cuanto Sakura creyó haber descubierto la causa de que el Mangekyo de Sasuke le produjera ceguera, corrió hasta el despacho de Tsunade para discutir con ella sobre su nuevo hallazgo, para que diera su opinión profesional y lo verificara.

Pasaron horas allí enceradas junto a Shizune, las tres leyendo y releyendo todos los informes que había aportado la pelirrosa, buscando algún error e intentando encontrar entre las tres una posible solución a dicho problema. Finalmente, una sonriente Tsunade mandó llamar a Uchiha Sasuke a su despacho para comunicarle una importante noticia.

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Tsunade estaba sentada tras su escritorio junto a Shizune revisando por última vez los informes de su alumna, la cual estaba tranquilamente sentada en uno de los sofás del despacho con aspecto cansado pero complacido, cuando la puerta se abrió y por ella entró campantemente Naruto ganándose de inmediato una mirada ofendida por parte de Sakura, y tras él con su típica expresión indiferente apareció Sasuke recorriendo la habitación con sus ojos negros a través de los cristales de sus gafas.

—¡Obaa-chan! ¿para qué nos llamabas dattebayo? —preguntó el rubio rascándose la nuca con una mano.

—Tsk —la Hokage se contuvo de golpear al muchacho aferrándose con fuerza a su escritorio— a ti para nada, mocoso.

—¿Qué? Pero si nos han dicho qué... —comenzó a explicar Naruto intentando relatar cómo mientras estaban comiendo tranquilamente en el Ichiraku, un ninja les comunicó que la Hokage llamaba a Sasuke.

—¿Acaso te llamas Sasuke? —interrumpió la pelirrosa con malas pulgas.

Naruto la miró con ojos de cordero degollado, sabía que ella estaba enfadada y desde luego no era porque hubiera acompañado a Sasuke hasta el despacho de la Hokage, todos sabían que cuando llamaban a uno ambos acudían, no, el motivo del disgusto de Sakura era bastante diferente.

Todo había comenzado dos días atrás, Sasuke y Taka estaban tranquilamente en Ichiraku Ramen cuando vieron acercarse a Naruto con cara de sufrimiento.

—¿Qué le pasará a este ahora? —preguntó Karin en voz alta enarcando una ceja.

—No tengo ni idea, pero seguro que va a contárnoslo —se quejó Suigetsu haciendo una mueca. Adiós a su tranquila tarde de holgazanear.

—Viejo, ramen —Naruto se desplomó sobre uno de los taburetes dejando sobre el mostrador lo que parecía un empapado libro de tapas rosas.

—Dobe, dime que eso no es lo que creo que es —dijo Sasuke sin despegar los ojos de la libreta que había traído el rubio.

Naruto le dedicó a su amigo una mirada entre culpable, suplicante y aterrada.

—Usuratonkachi, eres hombre muerto —declaró el pelinegro entendiendo por fin la razón por la cual el rubio parecía tan angustiado.

—¿Qué?, ¿por qué?, ¿qué es eso? —indagó Suigetsu animándose al ver la cara de circunstancias de los otros dos, seguramente sería algo doloroso para Naruto.

Los dos componentes del equipo siete cruzaron una mirada y respondieron al mismo tiempo.

—El diario de Sakura.

Las cuatro palabras cayeron como una sentencia de muerte.

—Llévatelo de aquí —se apresuró a decir el espadachín de Taka parapetándose detrás de Karin como si el cuaderno fuera a explotar de un momento a otro.

La pelirroja rodó los ojos.

—¿Cómo...demonios has conseguido eso? Y por el amor de Kami ¿cómo se te ocurre? —preguntó la kunoichi.

(Sasusaku) ExilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora