Brooke sabía que no debía jugar con fuego.
Conocía las consecuencias. Sabía lo peligroso y poderoso que podía llegar a ser si no se lo trataba con su debido respeto. Era consciente de todo aquello. Y aun así; allí se encontraba ella, caminando por ese pasillo tragado de sombras a la habitación que ardía en llamas.
No era la primera vez que le pasaba algo como aquello. Lo había vivido un par de veces antes. Abría sus ojos y la negra oscuridad devoraba su vista, pero al incorporarse podía ver al final del pasillo como la habitación se prendía fuego del otro lado de la puerta.
Nunca antes se atrevió a dar un paso, siempre había quedado acorralada en el rincón; lo más alejada posible de las llamas. Pero esa vez fue diferente. No controlaba su cuerpo y si bien sabía que no tenía que acercase; sus piernas parecían no obedecer a su cerebro.
Caminaba con pasos cortos a esa habitación. Lo que había del otro lado de la puerta era terreno desconocido para ella y eso le atemorizaba. Intento gritar, pero al igual que sus piernas; su garganta tampoco respondió a la orden.
Quedo a centímetros de la puerta. Solo bastaba con estirar la mano y agarrar el picaporte para saber que había del otro lado. No quería hacerlo pero tenía curiosidad de lo que se encontraba más allá. Ya había llegado hasta ese punto y asumió que era una muñeca de trapo y que su cuerpo haría lo que se le viniera en gana. No daría marcha atrás.
Con la mano derecha tomo el picaporte y abrió la puerta.
Era otra habitación, también consumida por la oscuridad. Y la gran fogata que ella espero ver solo era una simple chispa en el suelo al lado de la pared.
No podía ser. Brooke había jurado que esa habitación estaba devorada por las llamas, pero aquello no tenía más de 10 centímetros y se quedaba en su lugar. El fuego acostumbraba a ganar territorio hasta quemarlo todo. Este no era el caso.
Entró. La habitación estaba desolada salvo por la pequeña llama de fuego. No era ni muy grande ni muy chica. Tampoco es que pudiera ver mucho, la única luz era el fuego.
Respiro profundamente y su cuerpo se detuvo en el medio de la oscuridad. Ya no sabía qué hacer, sería mejor salir.
La puerta se cerró de un portazo y Brooke dio un salto por el susto. Ahora si controlaba si cuerpo y fue rápidamente hasta la salida. Tomo el picaporte pero este no abría. Empujo y empujo pero nada sucedió. Estaba encerrada.
Brooke noto que su vista se aclaraba un poco y se dio la vuelta. Con la espalda apoyada sobre la puerta vio como la llama de fuego se hacía cada vez más y más grande. Pero no era común. Comenzó a tomar la silueta de una mujer un tanto más alta que ella. Brooke se desesperó aún más y empezó a golpear la puerta para poder salir.
La mujer se acercó lentamente hasta quedar cerca de Brooke, quien sentía todo su calor en la piel hasta el punto de que comenzó a picarle. Pero el miedo impedía cualquier movimiento.
No tenía ojos, ni boca, ni rostro. Era solamente la silueta de un cuerpo femenino y una larga cabellera que flameaba en su espalda. Pero estaba frente a ella y no se movía de allí.
Brooke seguía con la espalda pegada a la puerta esperando poder abrir y salir corriendo de allí, pero nada sucedía. La mujer estiro una mano y fue acercándola lentamente hasta el cuello de Brooke, quien despidió una lágrima por la rabia e impotencia de no poder hacer nada. Y sobre todo por el miedo que sentía cada átomo de su cuerpo.
Y cuando pensó que ese era el final. Se despertó.
Abrió los ojos de golpe y dio un gran respiro dándole aire a sus pulmones. Todo había sido un sueño, pero Brooke juraría que podía sentir la mano de la mujer de fuego apretar con fuerza sobre su garganta, quemando su piel.