Capítulo 29

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~LEXA~

-¿Ama?. Hice una pausa. Cuando ella no dijo nada, continué.

- Sobre lo que pasó antes... ¿es eso todo lo que vas a hacer conmigo?.

La pregunta no pareció sorprenderle en lo más mínimo, pero me sentía como si le hubiese hecho la pregunta más importante que jamás podría hacerle.

Ell siguió comiendo sin otra mirada hacia mí. Jugué con la comida, bebí de mi copa, el peso del silencio se hizo más denso, siendo más obvio que no tenía una respuesta y no quería decir nada.

Mi rostro se puso muy caliente, aunque pensé que el alcohol era un poco responsable de ello. Miré el plato de nuevo. Me había comido todo, gracioso, no recuerdo haberlo hecho

-¿Quieres mas? Apuntó a mi bebida, con esa sonrisa y su forma de jugar con la curva de sus labios.

-Um, sí, supongo.

Se levantó de la silla y me rellenó de nuevo la copa.

Miré a mi alrededor de nuevo, todavía en estado leve de shock sobre cómo era que había llegado a estar aquí.

El dinero se olía en el aire. Nunca creí que tal cosa pudiera sucederme. Nunca me había imaginado que mi vida podría tomar tal vuelta tan indignante, desde luego por lo menos, no para lo peor.

No es que alguna vez tuviese alguna razón para ser optimista.

-No bebas demasiado Gatita. No quiero que enfermes.

Bebía de la copa, maravillándome de lo mucho que sabía como el jugo de uvas.

Ella volvió a sentarse, y se puso a ignorarme mientras seguía comiendo y bebiendo.

Me estaba haciendo enojar.

-¿Y qué hay de ti, Ama? Provoqué.

- ¿Y tu familia?, ellos son muy reconocidos, recuerdo leer un artículo sobre lo mucho que influye la familia Griffin en el mercado.

-Si algo así. ¿Qué pasa con ellos?. Pregunta.

-Supongo que ellos no saben que compras mujeres.

Ella sonrió. No con esa habitual media sonrisa, la que siempre trataba de ocultar. Una sonrisa real Dios, era una hermosa hija de puta. No es justo.

-No

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-No

-¿ No tienes hermanas?.

-No.

-¿Qué hay de ti?.

-No.

-¿No habíamos cubierto eso? ¿Qué sabía ella?

- ¿Y tu madre? La cara de Clarke se quedó en blanco.

-Muerta. Había un gran sentimiento de pérdida que se extendió sobre la mesa y, a pesar de mi buen juicio estuviera muerta... estaría perdida.

-No importaba que fuera una mujer imposible, o que todavía solía hacerme responsable de cosas que sabía en el fondo que no eran mi culpa. Yo la amaba. Nada más importaba. Ni siquiera la sensación de que el amor pueda estar solo de un lado podía evitar sentirme profundamente conmovida. Si mi madre no

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