Capítulo 22

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~LEXA~

Antes de que pudiera hablar de nuevo, sus dedos estaban haciendo aquello en mi pelo otra vez. Sólo que esta vez ladeó mi cabeza suavemente, presionando con su pulgar a lo largo de curva tras mi oreja. Mi boca se aflojó.

Cerré los ojos, incapaz de pensar en nada más que en las sensaciones que me atravesaban. ¿Había estado siempre así de hambrienta de caricias? Si. Otra pregunta se me escapó en voz alta.

-¿Quién era el hombre con el que estabas?.

Sus dedos quedaron quietos y me  maldije a mi misma por ser tan... yo. Sin embargo, mi corazón se aceleró mientras esperaba más que ansiosa su respuesta.

Por poco evité ronronear y estirarme bajo ella como una gata cuando sus dedos una vez más recorrieron mi cuero cabelludo y detrás de mi oreja.

- Vaya, vaya, Gatita, qué orejas más grandes tienes.

Se rió y el sonido irradió a través de mi una emoción desconocida.

-¡Ey!  Dije con indignación.

- Mis orejas no son grandes. Ni siquiera un poquito.

-Y no lo son, ¡De verdad!.
Sus carcajadas me incitaron.

- No es que él haya intentado ser silencioso. ¡Clarke! ¡Oh, Clarke!.

Sus carcajadas murieron de golpe y su tirón en mi pelo se hizo menos que agradable, aunque la reacción parecía involuntaria. Me quedé quieta, mordiéndome con fuerza el labio. ¿Mi estupidez nunca cesaria?.

- Lo siento, Ama. Susurré.

Clarke terminó demasiado rápido, parecia que no iba a haber más conversación. Inesperadamente fue al cuarto de baño y volvió con un cubo de agua y una esponja que dejó en el suelo.

Me levantó sin decir una palabra de sus intenciones. Yo tampoco hablé, demasiado asustada de incitarle hacia alguna otra forma de tortura.

Me acomodo en la cama.  Caminó hacia la puerta y se paró, su mano agarrando el pomo. Dándome la espalda dijo.

- Nunca me vuelvas a llamar por ese nombre, Gatita. Tú no me conoces. No así.

Se fue y cerró la puerta detrás de ella. Oí la cerradura de la puerta. Mi cara ardía con el calor de mi bochorno. ¿Por qué me dolía el pecho? Parpadeé para evitar la amenaza de lágrimas.

No sabía qué hacer con Clarke, a veces era tan amable y tierna y otras, le temía con toda mi alma. ¿Quién diablos era ese hombre? ¿Por qué podía llamarle Clarke?.

El tiempo pasó y pasó. Nunca más oí al hombre, pero a menudo me preguntaba que había sido de él. Ya Clarke no me maltrataba físicamente, pero aún seguía "enseñandome" a obedecerle.

Mi vida se volvió monótona, ocupada sólo por ella, mis castigos, mis orgasmos ocasionales, y la interminable oscuridad.

Habia pasado mucho tiempo desde que había visto el sol, o la luna, o cualquier otra luz que no viniera de la bombilla o de las luces de noche. Perdí la pista de los días.

Solía ser capaz de contarlos por la comida que me traía, pero ya no más. Ahora sabía que Clarke me alimentaba cuando ella sentía que debía comer, cuando ella pensaba que debía comer, ella no me dejaba tener hambre cuando ya estaba de nuevo con un nuevo plato. En estos últimos días he recuperado mi peso corporal. Sin embargo, me estaba perdiendo. Si tan sólo tuviera alguna noción de tiempo, podría... no sé.. algo.

Finalmente, me enfadé tanto que arranqué la luz de noche de la pared y la tiré con tanta fuerza como pude, oyéndola romperse. Me pasé lo que parecieron varias horas llorando en la oscuridad negra como el carbón, temiendo desenchufar la luz de noche del cuarto de baño y moverla, porque probablemente no sería capaz de encontrar el enchufe.

Puse mis ojos cerca del fondo de la puerta, esperando ver algo, pero todo lo que vi fue oscuridad. Golpeé la puerta con todas mis fuerzas, gritando y llorando, pero nadie vino... a nadie le importaba. Miré fijamente a la oscuridad preguntándome si la muerte sería asi. Me tumbé de espaldas,
imaginándome a mí misma en un ataúd mirando a la nada, totalmente olvidada.

Creo que incluso dormí con los ojos abiertos. A pesar de que no podía saberlo con seguridad, parecía como si las visitas de Clarke a mi habitación se volvieran más y más infrecuentes.

Mientras tanto, yo me volví menos y menos nerviosa ante su presencia, de hecho, se volvía más reconfortante cada día. Pero ella, por otro lado, parecía cada vez más irritada conmigo. Más molesta, su enfado a menudo se transformaba en mi castigo sexuales.

Cuando me tocaba, me forzaba a permanecer inmóvil. Cuando me hablaba, no decía una palabra. Cuando no podía evitar resistirme, inmediatamente suplicaba su perdón. Pero cuanto más cedía, más cruel se volvía. No la entendía

-Ríndete. Me había dicho.

- No sé qué quieres decir. Había insistido.

Gire un poco mi cabeza, escuchando algo familiar. Mi oído se había vuelto muy bueno y sólo me llevó otro segundo saberlo. Platos. Me incorporé rápidamente, golpeando la puerta. No hubo respuesta. Me tumbé de espaldas, presionando las plantas de mis pies contra la puerta y procediendo a hacer algo que sabía que era estúpido. Pateé la puerta con furia, exigiendo que tomara conciencia de mí. Otra vez, no hubo respuesta. Empecé a sentir pánico en serio.

-¡Por favor! Chillé.

- ¡Está oscuro aquí dentro y quiero salir! Cuando no oí más que silencio grité con desesperación.

-¡Clarke! Clarke... por favor, abre la puerta.

Nada. Eso fue hasta que alguien pateó la puerta tan fuerte que vi un destello de color. Gateé hacia atrás, muerta de miedo. Por una vez aliviada de que la puerta fuera gruesa, robusta y estuviera cerrada con llave. Nunca había estado tan llena de presentimientos como cuando oí el sonido de una llave girando en la cerradura.

Por primera vez, consideré la oscuridad como una aliada. Gateé hasta debajo de la cama. Encajaba de una forma tan increíblemente estrecha, que me quedé inmovilizada, incapaz de girar mi cabeza entre el suelo y somier a mi espalda.

Contuve el aliento cuando la puerta se abrió. El latido de mi corazón literalmente movió todo mi cuerpo. Cerré los ojos con fuerza, pretendiendo estar en otro lugar. Una voz en mi cabeza me reprendió. ¿Bajo la cama? Estúpida Jodidamente estúpida.

Captive in his armsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora