Capitulo 39

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Apartir de aquí algunos escena son de una saga llamada Amos y Mazmorras de Lena valenti.

~LEXA~

Las siguientes mazmorras no estaban solas ya que Becca dio la opción de participar en el espectáculos a quienes no quisieran pasar por cada puerta.

Estos ofrecían escenas escandalosas. Una mujer para cuatro hombres. Cuatro mujeres para uno. Azotes, latigazos, pinzas...

Las pruebas que nos tocaron en las cartas iban desde correrse en menos tiempo, hasta evitar correrse con vibradores, y dildos. Tal y como me dijo Clarke difrute de todo lo que me hacía. Evitaba acordarme en el lugar que estábamos y pensar que solo éramos ella y yo.

Logramos cumplir todas las pruebas, pero recuerdos no tan gratos se querían para siempre en mi memoria. Además que faltaban las dos últimas puertas.

~Flashback~

En la segunda mazmorra un hombre cogió a dos sumisas y les puso a ambas un montón de pinzas en sus cuerpos desnudos unidas por un cordel.
Cuando las tuvo todas bien colocadas, les preguntó:

-¿ Preparadas?

Ellas asintieron, nerviosas y excitadas. Y el amo hizo ¡Zas! Tiró de los cordeles a la vez y las pinzas salieron disparadas de la carne de las sumisas, así, de golpe.

Habría jurado que mientras gritaban se estaban corriendo de placer. ¿Cómo era posible? No... Ella no se iba a engañar. No creía poder llegar al orgasmo si le hacían eso. Eso era doloroso. Pero ahí radicaba la tolerancia al dolor de cada sumiso; y ella aguantaba unas cosas, pero no otras.

En la tercera mazmorra otra pareja de amo y sumisa que decidió ser parte de espectáculo colgada de la cadena boca abajo. Las que creó eran las crías de Becca les azotaban y, mientras tanto, ellos se besaban y gemían.

Él tenía una vela roja prendida en el ano y toda la piel de la espalda con gotas de cera ya secas.

En la cuarta mazmorra había un Amo, él tenía el objeto de electricidad, jugando con su sumisa, pasándole un magiclick por el cuerpo, que era como un encendedor que se prendía y proporcionaba descargas eléctricas. Los gritos, los llantos, los gemidos...

Las demás mazmorras eran una mezcla de sexo y de dolor.

~ Fin del Flashback ~

Al intentar entrar a la penúltima puerta estaba aún cerrada. Miramos a un de los amos que participaba y el sonrió.

- Antes de llegar a las dos últimas Becca dará un show. Dice y regresamos al salón.

Había una lista de todos los amos que habían cumplido hasta ahora todas las pruebas. El nombre de Marcus fue el único que me importó. El al igual que nosotros había cumplido con todo.

Despues de ver la lista no sabía donde mirar. Todas las fantasías más perversas, todas las fantasías mán anheladas e, incluso, las más temidas y menos deseadas, todas se estaban escenificando en aquel momento.

Becca entró en escena y todos enmudecieron al verla. Después del respetuoso silencio, la vitorearon. Era como una reina de verdad y estaba vestida de un modo que mostraba mucho y a la vez nada. Una cinta americana negra le cubría el pecho y le rodeaba la espalda, le recorría la entrepierna y cubría la raya de la unión entre sus nalgas y su sexo.

Esta tira se sostenía con otra que iba de un lado a otra de sus caderas, como si se tratara de una braguita. Tenía algo en el interior de la muñeca izquierda. Era un tatuaje. Un corazón rojo con relieve y una cerradura en su interior. Un candado en forma de corazón.

Sin saber porqué, miré cómo se comportaba y me di cuenta de algo. Así como los amos daban placer y exigian recibirlo, Becca solo supervisaba y se cuidaba de que no hicieran daño a nadie.

Vigilaba que los trataran bien y que ellas y ellos estuvieran siempre lubricados. Si tenía que azotar, azotaba y era distante; pero, después, sabía calmar y tranquilizar a los sumisos. Tal vez por eso la adoraban. Becca daba a los demás, zurraba y era inflexible. Pero también entregaba placer. Y sin embargo, nadie la tocaba. Nadie le otorgaba placer a ella. Qué extraño...

La cantidad de amos que había en esa sala era increíble. ¿Cuántos habría? ¿cuarenta? todos totalmente erectos esperando a que entraran las sumiras deseosas de pagar la falta cometida por no lograr pasar de una mazmorra a otra.

Gemidos, gritos, sollozos, éxtasis: «iMás! ¡Gracias, amo! ¡Más, dómina! ¡Córrete! ». Zas! ¡Plas! Un látigo por ahí, un hombre amordazado más allá; una dómina preparada con un cinturón pene para castigar, o no, a su sumiso... Dios. Yo me esforzaba por mantener mi rostro impasible.

Como si cada día, nada más levantarse, viera a mujeres haciendo nudos con los penes de los hombres; o como si utilizara las velas y la cera para algo más que alumbrar.

También veía algunas parejas que no lograron te

Los amos y amas eliminados calmaban a sus sumas y les decían que no sucedía nada, que era normal por la presión, por el estrés ... yo puse los ojos en blanco. «Claro que sí, mujer. Es muy estresante que te esten tocando y que tú ni siquiera puedas disfrutar y alargar esa sensación porque tienes que correrte cuando te dictan. El cuerpo no funciona así, ¿verdad? ». ¿O sí?

Sin embargo, aunque estaban ya eliminados, asistirían como público a todos los escenarios, y aquel era un pequeño premio de consolación para los perdedores.

Miestras todo sucedía solo podía pensar en lo que nos esperaba. Sabía que esas dos mazmorras eran clave para poder ser o no feliz con Clarke.

Captive in his armsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora