Capítulo 4

365 69 22
                                    

Pasan de las 3 de la madrugada cuando el local empieza a vaciarse. Sólo quedan los cuatro amigos y una pareja muy acaramelada en un rincón. 

Carmen está agotada. Los nervios de su primera noche, los encontronazos con Marc y la falta de costumbre a trasnochar incrementan su deseo de cerrar el local y marcharse a casa. Cuando la pareja acaramelada se marcha, los cuatro chicos se acercan hasta la barra para pagar sus consumiciones. 

Mientras Carmen saca la cuenta, Frank se acerca hasta donde está Ela y se inclina sobre la barra para susurrarle algo al oído. La chica asiente, sale de detrás de la barra y se aleja, junto con Frank, hasta el otro extremo del local para no ser escuchados por el resto.

—¡¿Qué cojones está haciendo?! —pregunta Ángel demostrando su rabia.

—Ya conoces a Frank —dice David —:Supongo que la estará invitando a su casa...

—¡Joder! ¿Por qué siempre hace lo mismo? Siempre le tira los trastos a la chica que me gusta.

—Es porque tenéis los mismos gustos.

—¡Y una mierda! Lo hace para fastidiarme. ¡Es un cabrón! —protesta Ángel. Se acerca hasta donde está Carmen, sacando el dinero de la caja y le dice —:Dile a tu amiga que no se fíe de ese.

—¿Y yo por qué tendría que fiarme de ti? —pregunta Carmen sonriendo.

—Buena pregunta —interviene David —:No te fíes de un chico que te dice que no te fíes de un amigo.

—Entonces, ¿tampoco debo fiarme de ti, no? —sigue preguntando Carmen en tono de broma.

—¡Ja, ja, ja! Tienes razón, touché —admite David —:Pero sí que somos de fiar. Me llamo David, este es Ángel, el que habla con tu amiga es Frank y este de aquí es...

—¿Nos vamos ya? —interrumpe Marc.

—Espera un momento —le dice Ángel acercándose hasta donde se encuentran Frank y Ela.

—Os espero fuera —dice Marc dirigiéndose a la puerta. 

Carmen se queda limpiando la barra, Iván está terminando de recoger las mesas y mientras Frank y Ángel inician una conversación algo acalorada, Ela se acerca hasta el ordenador para bajar el volumen de la música. Ya pasa de su hora de cierre y no quiere tener problemas con los vecinos ni con la policía. 

—Tus amigos quieren  tomarse la última —informa Ela —:les he dicho que os dejo quedaros si nos ayudáis a limpiar.

—Buena idea —dice David —:Voy antes al baño.

Ela se pone a servir las copas y le pide a Carmen que baje la persiana.

—Pero el ojos verdes ha salido ya... —dice Carmen.

—Pues sal a buscarle y dile que entre, anda. Pero deja la persiana ya medio bajada. Cuando entréis, la bajas un poco más, a un metro del suelo, más o menos. ¡Gracias!

Carmen se dirige hasta la puerta y la baja un tramo. El local está en una zona bastante céntrica y todavía se ve ambiente en la calle. Cuando sale, busca a Marc pero no lo encuentra. Sigue andando por la acera y en ese momento se topa con él, que acaba de doblar la esquina.

—¡Perdón! —exclaman los dos al unísono.

—¿Tú otra vez? —pregunta Marc sorprendido, quedándose parado justo frente a ella.

—Me voy a poner un pitido de esos como los que hacen los coches —dice Carmen, soltando una risa nerviosa. El corazón se le ha acelerado por el susto del encontronazo, pero tener a ese joven tan cerca, hace que le palpite más deprisa —:O ponerme unas luces de colores en la cabeza o colgarme unos cascabeles de las orejas...

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora