Capítulo 5

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El domingo, Carmen se despierta a las 3 p.m. con una extraña sensación. Siente como si tuviera una especie de resaca, aunque es más emocional que física, pues apenas tomó alcohol. Los recuerdos de la pasada noche vuelven a su mente y se empeñan en centrarse en la imagen de Marc y en todo lo que experimentó con él; la emoción, la vergüenza, la confusión y el odio. Aunque este último sentimiento le cuesta más identificar, pues al pensar en él y en todo lo sucedido, no puede evitar un incómodo cosquilleo en el estómago que se esfuerza por aplacar.

Se levanta de la cama y va directamente a encender su ordenador. Mientras arranca, comprueba en su móvil que tiene varias llamadas perdidas de Ela, además de varios mensajes donde dice que la llame, que ha quedado con Ángel y sus amigos a tomar un café en un bar de la playa. 

Sin llegar a responder, deja el teléfono sobre la mesa, va a la cocina a prepararse un bocadillo y se pone rápidamente a buscar información sobre el taller de emprendedores que vio anunciado. Aunque comprueba que ese taller finalizó hace unos días, encuentra otro que empieza justo la próxima semana. Rápidamente se inscribe y espera que le llegue confirmación, pero la página le muestra un error que le impide saber si ha conseguido apuntarse correctamente. Según la información que ha podido ver, el curso empieza a las 10 de la mañana del día siguiente, así que decide que se presentará allí a esa hora, por si ha conseguido su plaza.

Navegando por la Red se le pasa la tarde sin darte cuenta y se hace la hora de ir al trabajo. Mientras está en la ducha, Ela vuelve a llamarla para preguntarle cómo está y decirle que la espera a las 8 p.m.

—¿No te habrás pasado todo el día durmiendo, verdad? —le pregunta Ela en cuanto la ve aparecer por la puerta.

—No, pero casi. Me he despertado a las 3 y he estado toda la tarde en el ordenador. Creo que me he apuntado al taller de emprendedores.

—¿Crees? 

—Sí, es que la página me ha dado error y no he recibido confirmación. Pero estoy decidida a hacerlo, así que mañana a las 10 me planto en la clase, y si no me han dado plaza, me encadeno a la pata de una mesa, ¡ja, ja, ja!

La noche del domingo es muy tranquila, sin apenas clientes, y bajan la persiana sobre las 12 —media hora antes de la hora de cierre habitual para los domingos—, sin haber hecho mucha caja. 

Al día siguiente, Carmen se despierta muy temprano, entusiasmada por la idea de empezar ese curso que le hace tanta ilusión. Quiere ir antes de las 10 para tener tiempo de solucionar el tema de su suscripción, en caso de que no se haya formalizado correctamente. 

Cuando llega a la academia, situada en un bloque de oficinas del centro, la amable recepcionista le confirma su plaza y el pago del curso, y le pide que entre en la segunda aula de la derecha que hay en el pasillo que le señala, subiendo las escaleras. Y le pide que se apresure, ya que las clases han empezado hace media hora.

—¿Pero no empezaban a las 10? 

—Eso fue el taller que hicimos el mes pasado. Este empieza los lunes a las 9. Luego si quieres te doy el horario de toda la semana. Pero luego te lo doy, ahora date prisa, porque el que imparte el curso me ha dicho que no deje entrar a nadie más que llegara tarde —le dice la recepcionista.

—Oh, vaya, lo siento.

—Tranquila, yo le diré que ha sido por culpa de un error informático.

—¡Gracias! —responde Carmen y se marcha corriendo hacia el aula. Llama a la puerta antes de abrir y pregunta tímidamente —:¿Se puede? 

Es una sala bastante grande y, cuando abre la puerta, varios alumnos, los que están más cercanos a ella, la miran, pero no lo hace el profesor que está en el otro extremo, hablando con un tono algo elevado:

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora