Capítulo 34

295 48 43
                                    

Con todos los preparativos para la inauguración del sábado, más el aumento constante de clientes interesados en los exclusivos diseños que se venden en El rincón de Karma, los días pasan excesivamente rápidos para Carmen. Se está levantando muy temprano cada mañana y nunca puede acostarse antes de las 12 de la noche. Cae en la cama rendida, pero se levanta cada día con una renovada energía, motivada por la ilusión de ver cómo su negocio está despegando con muy buena aceptación.

Prácticamente no ha tenido tiempo de hablar con su amiga Ela en toda la semana. Y, en realidad, no ha tenido tiempo para hacer otra cosa que no estuviera relacionada con su negocio. Ha tenido la suerte de contar con la ayuda de Sergio, quien se ha dedicado a las cuestiones de marketing y comunicación. Ya tiene todo listo para el sábado, las redes sociales funcionando y una nueva campaña promocional preparada para ser validada por Carmen. Ella ha estado tan ocupada que ha conseguido olvidar que Marc sigue sin responder a su mensaje. Aunque eso no evita que cada noche le dedique un pensamiento y se obligue a espantarlo ya que siempre viene acompañado de una molesta tristeza.

El viernes por la mañana, mientras está supervisando todo el material que ha recibido para la realización de su primer taller de manualidades, un joven cartero entra en el local dándole los buenos días:

—¡Cómo ha cambiado este sitio! —exclama al ver la decoración de la tienda —:¿En qué se ha convertido la vieja ebanistería?

—En El rincón de Karma —responde Carmen con amabilidad —:Vendo todo tipo de objetos artesanales y también organizo talleres de manualidades. El primero es dentro de unos días.

Carmen le ofrece el folleto y de paso una invitación para la inauguración del día siguiente.

—¡Qué guay! Me pasaré con mi novia. A ella le encantan estas cosas.

—¡Genial!

El cartero se guarda los papeles y le entrega varios sobres a Carmen.

—Necesito que me eches una firma aquí —le dice mostrándole una PDA.

—Pero, yo no soy la propietaria, es...

—No pasa nada. Es sólo un acuse de recibo, con tu firma me vale. ¿Te encargas tú de entregarle la carta al propietario?

—Sí, claro, sin problema.

—Gracias. A ver si me puedo pasar mañana. ¡Hasta luego!

—A ver si nos vemos. ¡Adiós! —responde Carmen mientras se pone a ver el correo.

Le llama la atención el nombre que aparece en el primer sobre que le ha entregado el cartero. Esperaba que el destinatario fuera Ángel, pero ve que aparece un nombre diferente, por lo que supone que se trata del anterior inquilino y le parece mucha casualidad que se llame justamente Marc. 

Deja ese sobre a un lado y sigue barajando entre sus dedos un par más, donde parece que son facturas que vienen a nombre de un tal Mario. Las deja también a un lado y se dice a sí misma que se las hará llegar a Ángel. 

Pero, el último sobre la deja sorprendida al ver que aparece su nombre escrito a mano. Lo abre con curiosidad y empieza a leer el contenido. El corazón empieza a latir con fuerza en su pecho y lamenta profundamente tener que aplazar la lectura cuando una clienta, la que le encargó los detalles para el bautizo de su nieto, entra en la tienda y reclama toda su atención.

La trata con toda la amabilidad que la caracteriza, aunque le cuesta concentrarse en las interminables preguntas que le hace esa clienta, quien parece no tener ninguna prisa en marcharse. Carmen la ayuda, le da útiles consejos y su opinión en diferentes detalles que dejan de manifiesto su profesionalidad. Y, a pesar de que es un importante encargo que le vendrá muy bien económicamente y que también le dará muy buenas referencias, está deseando quedarse sola para seguir leyendo esa carta que le había escrito Marc, a la que sólo había podido prestar atención al primer párrafo, y las palabras "sacar todo lo que llevo guardado tanto tiempo y que ya no puedo retener más" siguen repitiéndose en su cabeza como un eco pegadizo y alentador.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora