Marc se despierta muy temprano y, mientras espera que se haga la hora de abrir la escuela, desayuna en una cafetería cercana. Ha quedado con el director de la escuela a primera hora para arreglar todo el papeleo referente a su contrato.
Carmen también se despierta al amanecer, con una extraña sensación de agotamiento más emocional que física. Va al baño, se lava la cara, apoya sus manos sobre el lavabo y se queda observando atentamente su reflejo. Se dice a sí misma que no va a permitir que ese incómodo vacío que se aloja en su interior se adueñe de su ánimo. Empieza un nuevo día, nueva semana y, tal vez, una nueva vida. Está haciendo realidad su sueño, tiene el negocio que siempre había deseado y no iba a permitir que nada ni nadie le impidiera disfrutar plenamente de la felicidad que sentía por ese logro. Aunque para ello tuviera que hacer un gran esfuerzo, pues resultaba muy difícil prescindir de esa otra inmensa felicidad que había sentido tan solo un día antes.
Hay gente que dice que la felicidad es efímera, que son momentos que vienen, te visitan, te rozan levemente y se van. Pero Carmen no opina igual. Ella piensa que la felicidad es un estado, una actitud por la que tú puedes optar. Y ella había elegido ser feliz, incluso aunque la vida se empeñara en ponerle trabas, en hacerle creer que no podía tenerlo todo.
Recordaba lo que le había dicho Sergio: no podemos obligar a nadie a que nos quiera. Tenía razón y ella lo sabía muy bien. Si eso fuera posible, quizás habría empezado por ella misma, obligándose a enamorarse de Sergio, obligando a su corazón a olvidar a Marc y seguir con su vida tal y como era antes de conocerlo. Pero, ¿acaso era eso lo que Carmen quería?
Empieza a pensar en cómo eran las cosas a principios de verano y sus pensamientos le traen el recuerdo de Miguel. Hacía ya bastante tiempo que no sabía nada de él, y Carmen supone que se habría enfadado con ella por haber rechazado el trabajo en el banco. Sí, así era Miguel. Y seguramente no querría volver a hablar con ella nunca más, porque la decisión que había tomado Carmen no solo le afectaba a ella, sino también a los planes que se había hecho él. Unos planes que consideraba los mejores, los más adecuados para la vida en común que Miguel tenía prácticamente ya dibujada.
«No podemos obligar a nadie a que nos quiera». Esas palabras se vuelven a repetir al pensar en Miguel. Efectivamente, ella no le podía obligar a que la quisiera tal y como era, en lugar de como él quería que fuera. Y ella tampoco podía hacer nada por intentar revivir unos sentimientos que, con el paso del tiempo, cada vez veía más confusos y banales.
Pero, cuando piensa en Marc, esa frase pierde sentido, pues ella no cree que tenga que obligarle a que la quiera, porque había podido sentir que ya lo hacía. Había podido ver la sinceridad de sus emociones en la profundidad de su mirada, había saboreado la intensidad de sus besos y había temblado con la dulzura de sus caricias.
A pesar de cualquier evidencia, Carmen no podía dudar de que Marc la quería. No, eso no podía dudarlo. Aunque, tal vez, tendría que empezar a comprender que Marc no estaba preparado para una relación, para apartar sus miedos e inseguridades, para lanzarse, para amarla.
Después de darse una ducha y desayunar, sale a la calle para ir a su tienda. Cuando se para frente a la persiana, todavía bajada, toma aire y respira profundamente, mientras se queda mirando las letras que forman el cartel de la entrada: "El rincón de Karma". Se siente orgullosa, satisfecha, ilusionada.
Observa el cartel y la entrada con detenimiento, ajena a todo lo que le rodea. La gente que pasa por la acera la miran con cierta extrañeza, pero ella ni se da cuenta. Quiere saborear ese momento, quiere sentirse dueña de ese sueño que por fin ha visto realizado. Y quiere tomar consciencia de que va a disfrutar de cada momento.
Vuelve a tomar aire profundamente y sonríe. Tiene la sensación de que en ese mismo instante la vida ha dado el pistoletazo de salida hacia una nueva carrera, y tiene que hacer un gran esfuerzo para no pensar que Marc será el principal ausente de ese nuevo camino y que eso no impida que lo inicie con toda su ilusión.
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Una nueva oportunidad
Lãng mạnCarmen siente que ha llegado el momento de dar un giro a su vida. Acaba de terminar la universidad, no es feliz con su novio y no sabe en qué dirección está su futuro. Sólo sabe que necesita hacer algo, que tiene que tomar las riendas y vivir el mom...