Capítulo 10

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Cuando mete la llave en la cerradura, observa en el cristal del portal el reflejo de un hombre justo detrás de ella. Sin dudarlo un instante y empujada por el miedo, da un fuerte pisotón sobre el pie del desconocido, echa con fuerza el codo hacia atrás en dirección a su estómago y casi a la vez levanta el antebrazo con el puño cerrado, dirigiendo los nudillos hacia su rostro.

Escucha un gemido de dolor y rápidamente, Carmen gira la llave, entra en el portal y cierra la puerta tras de sí. Va a subir corriendo las escaleras cuando escucha su nombre a través del cristal. Se gira y se encuentra con el rostro de Marc, con un claro gesto de dolor y un pequeño reguero de sangre que cae por su barbilla.

—¿¡Marc!? —exclama Carmen todavía asustada —:¡Oh dios mío!

Todavía conmocionada por lo sucedido y con la adrenalina desbordada, Carmen abre la puerta y coge a Marc del brazo para hacerle pasar. 

—¡Dios mío! ¿Estás bien? ¡Estás sangrando! No sabía que eras tú. Me asusté y... ¡Joder! ¿Qué hacías ahí detrás?

—Quería disculparme —dice Marc apoyándose en la pared, todavía dolorido.

—¡Joder! ¿En serio? ¡Pero qué pasa contigo! —exclama Carmen enfadada. El corazón le late con fuerza, todavía tiene el susto en el cuerpo y ser consciente de haber hecho daño a Marc, le hace sentirse francamente mal. Pero el nerviosismo hace que se desate su ira —:¡No puedo entenderte! ¡Eres un completo gilipollas! ¡O un demente! ¡O quizás un demente gilipollas! ¿Para qué eres amable conmigo si luego me vas a tratar como una mierda? ¿Y para qué me tratas como una mierda si luego vas a pedirme perdón por ello? ¡No hay quien te entienda, joder!

—Lo siento...

—¡Joder, tienes sangre! ¿Te duele? ¡Mierda! —Carmen acerca sus manos hacia los labios de Marc y él retira la cabeza ligeramente. Algunas gotas de sangre han manchado su camisa y el labio se va hinchando por momentos —:Sube a casa y ponte un poco de hielo.

Marc sigue a Carmen hasta el ascensor, un cubículo estrecho que parece haberse encogido cuando los dos entran en él. Ella lo mira de reojo, mientras Marc sigue manteniendo su mirada hacia el suelo, gesto que Carmen agradece, pues teme la reacción que provoca en su cuerpo cuando sus ojos verdes se clavan en ella. 

Cuando entran en casa, Marc cojea ligeramente por el fuerte pisotón que ha recibido. Se sienta en el sofá a la espera de que Carmen le traiga unos hielos envueltos en un trapo. Al momento, le ofrece los hielos, que él apoya en su labio, y se sienta junto a él en el sofá. Con la otra mano, Marc se aprieta los dedos de los pies.

—¿Te duele? —pregunta Carmen con timidez.

—¿Dónde aprendiste a pegar así? —le pregunta Marc girando su cabeza hacia Carmen.

—Hice un curso de defensa personal.

—Pero no te he atacado, no era necesario que te defendieras.

—¿Y cómo querías que lo supiera? No me di cuenta de que había alguien detrás de mí hasta que levanté la vista y vi tu reflejo en el cristal. Me asusté y reaccioné así.

—Entonces, si viste mi reflejo, sabías que era yo...

—¡No! ¡Claro que no! Si hubiera sabido que eras tú...

—¿No me habrías golpeado? —Marc se quita el hielo del labio y se gira un poco más hacia Carmen. Ella siente que le ha vuelto a poner esa mirada intensa, provocativa y seductora, aunque quizás sólo sea su forma de mirar y es ella la que quiere percibir algo que va más allá. En cualquier caso, no puede evitar que le recorra un escalofrío. Está algo despeinado, la camisa ligeramente desabotonada y la hinchazón del labio lo hace todavía más atractivo.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora