Capítulo 15

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De camino hacia su casa, Carmen piensa en cómo establecer distancias con Marc sin que se note demasiado, sin que suponga ningún trastorno para la incipiente relación de Ela con Ángel. Conoce muy bien a su amiga y sabe que si le dice que no soporta estar cerca de Marc, podría condicionarla. A su vez, también le da vueltas a cuál es el motivo que le hace creer que no puede estar cerca de Marc. Y sabe que es la rabia que siente por su comportamiento, por tratarla injustamente, porque parece que hay buena conexión entre ellos hasta el momento en el que él se empeña en demostrar todo lo contrario. Y no consigue entender por qué es tan grosero con ella. Es algo que la desconcierta.

Llega a la conclusión de que quizás, él se ha dado cuenta de que a ella le gusta y tiene una forma algo agresiva de intentar marcar las distancias, de hacerle ver que él no tiene ningún interés por ella. A pesar de la desilusión que siente, y que intenta aplacar, lo que más rabia le produce es que él no sepa mantener una relación amistosa con ella. Y Carmen piensa que casi será lo mejor, pues el contacto que ha tenido con él desde el momento en el que se conocieron, está mermando su salud mental y emocional. Sus encontronazos le despiertan lo peor que hay en ella, le sacan la rabia y la indignación, dejándole una mala sensación y un estado de humor negativo. Pero luego, los momentos de más intimidad, le han despertado un deseo y una emoción, que le dejan una excitante sensación que casi considera más peligrosa que la alteración provocada por la ira. 

Sí, mantener las distancias es lo mejor. Es la conclusión a la que llega Carmen mientras sigue de camino a casa. Aunque sabe que no le resultará fácil pues, de momento, Marc es lo que ocupa su pensamiento la mayor parte del tiempo, y eso es algo que la pone demasiado nerviosa. Necesita centrarse en otra cosa, además de sus nuevos planes profesionales, pues el hecho de que Marc sea también su profesor, no ayuda mucho. Pero, ¿hacia dónde puede desviar su atención? 

—¡Necesito ayuda! —exclama Carmen levantando su vista hacia el cielo, mientras sigue caminando.

—¿Con quién hablas? —le pregunta un joven que se para frente a ella.

Carmen da un respingo y se detiene en seco. Ni siquiera se había dado cuenta de que había hablado en voz alta.

—¿Sergio? —dice sorprendida y, de forma  espontánea, vuelve a levantar la vista un instante para decir, como respuesta a su petición —:¡Gracias!

Sergio levanta también su vista hacia el cielo y la vuelve a mirar con gesto de interrogación, dedicándole una amplia sonrisa cargada de admiración.

—No me hagas caso, son cosas mías —responde Carmen devolviéndole la sonrisa —:¿Te apetece que comamos juntos?

—Me encantaría —responde Sergio, mostrando una sonrisa todavía más amplia que le ilumina toda la cara.

—Te invito.

—Oh, ¿en serio? Pero, verás, es que...

—Ha sido demasiado improvisado, ¿no? No te preocupes, si no puedes, lo dejamos para otro día...

—¡No, no! —le interrumpe Sergio —:Sólo que... ¿te gusta la comida china?

—¡Me encanta!

—Entonces, ¿sería muy improvisado pedirte que comiéramos en mi casa? Es que acabo de hacer el pedido por teléfono y estarán a punto de llevármelo a casa. Vivo aquí al lado.

—Ah, vale, ¡pues vamos! —acepta Carmen.

No tenía pensado que la primera cita con Sergio fuera a ser así. Había pensado en escribirle por WhatsApp, empezar a hablar, proponerle tomar un café dentro de unos días y ver qué pasaba. Pero, ese encuentro imprevisto y la necesidad de dejar de pensar en Marc, hacen que acepte su propuesta sin reparos.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora