Capítulo 13

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Poco a poco, los invitados se van animando a bailar los temas de moda que van sonando por los altavoces. Ritmos veraniegos muy conocidos que incitan a mover los pies. Ahora suenan algunos temas de salsa y Ela sugiere a Marc que saque a Carmen a bailar:

—Carmen baila salsa como una auténtica cubana —dice Ela, a lo que Carmen le responde con una intensa mirada de desaprobación.

—¿Ah sí? Entonces tienes que sacarla a bailar, Marc, no me quiero perder un baile de estos dos. ¿Sabes que el abuelo de Marc es cubano? —dice Ángel.

—¿En serio? Pues ya estás poniendo un auténtico son cubano para que este par lo disfrute y nos haga disfrutar al resto —sugiere Ela, animando a su amiga a salir a la pista.

—¡¿Estás loca?! —protesta Carmen echándose hacia atrás —:No pienso salir a bailar...

Pero ya ha empezado a sonar una de las canciones favoritas de Marc, quien se ha puesto delante de ella con la mano extendida para invitarla a bailar. Carmen no puede negarse, pues la salsa es una música que le encanta y hace mucho tiempo que no tiene oportunidad de bailarla. Y si por las venas de Marc corre sangre cubana, espera que sepa llevarla y no dejarla en un mal lugar, ya que lo que ella sabe de ese ritmo lo ha aprendido de forma autodidacta y empujada por la pasión que le nace de forma innata con los primeros acordes.

Y, a pesar de que se apoya en el hombro de Marc con cierto temor, lo cierto es que en cuanto se empiezan a mover, parece que han estado ensayando durante semanas. Todos sus movimientos coordinan a la perfección, cada paso y cada giro aparecen mágicamente compenetrados e instantáneamente se empiezan a mover por la improvisada pista de baile con total soltura, dejando a los asistentes con la boca abierta. 

Los dos están disfrutando del baile y se les nota relajados, sonriendo y dedicándose cómplices miradas. Sus cuerpos se acercan, se separan y se rozan al ritmo de los acordes cubanos y las manos de Marc también bailan con soltura sobre la cintura de Carmen. Ninguno de los dos hubiera imaginado nunca que el otro pudiera ser su pareja de baile ideal.

Cuando termina el tema, todos se ponen a aplaudir y  vitorear el espontáneo espectáculo, y la pareja se retira hacia la barra, agradeciendo todos los elogios recibidos. Ninguno se ha dado cuenta de que entre el público hay una persona que les ha sacado un par de fotografías muy sugerentes.

—¿Dónde has aprendido a bailar así? —le pregunta Marc mientras le ofrece una botella de agua.

—¿Y tú? —pregunta ella.

—A mí me ha enseñado mi abuela.  Cuando ella bailaba, el mundo se detenía para mirarla. 

—Qué suerte... A mí no me ha enseñado nadie. Estuve apuntada a un curso durante un par de fines de semana, pero lo tuve que dejar. 

—Pero, bailas muy bien para que nadie te haya enseñado.

—Bueno, es que me fijo mucho, je, je. 

—No sólo es eso. Si mi abuela te viera diría; tú tienes son, mi niña —dice Marc y, al escucharse, se queda un momento pensando en que Carmen es la chica que a su abuela le habría gustado, estaba seguro. Y ese pensamiento, le lleva también a plantearse una pregunta: ¿y si era Carmen la chica con la que debería darse la oportunidad de enamorarse, y no Ágatha? ¿Y si era ella con quien debía cumplir la promesa que le hizo a su abuela? Que Ágatha reapareciera cuando murió su abuela, y después de que él le hiciera la promesa, no significaba que tuviera que ser la elegida. Aunque con ella había tenido algo más duradero que con el resto de mujeres con las que había estado, no creía que lo que sentía por ella fuera amor. Sin embargo, lo que le hacía sentir Carmen...

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora