Capítulo 36

259 50 39
                                    

—Tenía miedo de que eligieras el trabajo en el banco y abandonaras tu sueño —empieza a hablar Marc —:He conocido a muchos emprendedores que han venido a mis clases porque querían abrir un negocio, porque tenían un proyecto, pero nunca había conocido a alguien que tuviera tanto talento y tanta ilusión como tú. Y temía que quisieras abandonarlo todo... por mi culpa. Cuando surgió la compra del local, estabas enfadada conmigo y temía que rechazaras mi propuesta por rencor, por orgullo, no sé... La verdad es que ni siquiera barajé la opción de proponértelo porque rápidamente ideé un plan que me parecía perfecto. Pero, obviamente, no lo ha sido. 

Carmen le escucha atentamente, perdiéndose en esos ojos verdes que no dejan de mirarla. Unos ojos que desvelan lo que Carmen entiende como una mirada sincera, arrepentida, transparente. 

—He sido un imbécil —continúa diciendo Marc —:Y no solamente por este patético plan, sino porque desde que te conocí, siempre me he empeñado en pensar, en lugar de dejarme sentir. Sé que me he comportado como un imbécil, que tengo una asombrosa habilidad para estropear lo que, de una forma natural e incluso sorprendente, surgía entre nosotros cuando estábamos juntos, cuando dejaba que las cosas fluyeran, hasta que un miedo aterrador me empujaba a comportarme como un patético cobarde. Lo único que pensé, cuando se me ocurrió la idea de hacer que firmaras un  contrato falso con Ángel, fue en que no cometieras un error por mi culpa, que aceptaras ese trabajo.

—No iba a aceptar ese trabajo —dice Carmen —:Una de las cosas que he aprendido durante todo este tiempo es que no debo dejar que los sentimientos me impidan seguir mis sueños.

—Entonces, por favor, acepta mi trato —dice Marc, volviendo a extender su mano con el dinero que Carmen le había entregado —:Las condiciones no cambian, sólo quiero ayudarte. Se trata únicamente de un préstamo, un acuerdo económico. Por favor, Carmen, déjame que te ayude. Estoy completamente convencido de que te va a ir muy bien y yo ahora mismo no necesito el dinero. Por  favor, utilízalo para tu negocio, para comprar más material, para lo que lo necesites. Sé que pronto tienes que hacer tu primer taller, que tienes un montón de encargos que te han hecho, que tienes que organizar más talleres... Por favor.

Marc le coge una mano, le deja el dinero y con un gesto suave le dobla los dedos sobre la palma, manteniendo a su vez su propia mano sobre la de ella.

—¿Socios? —le pregunta Marc con una sonrisa. Y Carmen asiente con la cabeza, mostrando también una tímida sonrisa. Es una sonrisa tímida, agradecida, pero también algo triste pues, le duele tener que conformarse con una relación comercial. Y cuando ve que Carmen acepta, añade, soltando un suspiro —:¡Gracias!

—No, gracias a ti. La verdad es que me he enfadado mucho cuando me he enterado de todo esto. Si confías lo suficiente en mí como para financiarme el alquiler, creo que también podrías haber confiado para contarme toda la verdad desde el principio.

—Tienes razón. Y quería ser yo quien te lo contara. ¿Cómo te has enterado, por cierto?

—Escuché que Fran se lo contaba a David y...

—¡Él no tenía que saber nada! —exclama Marc furioso —:No sé cómo lo habrá averiguado, el único que lo sabía era Ángel, bueno, y Ela porque...

—¿¡Ela también lo sabía!? ¡Y no me ha dicho nada! 

—¡No! Ela tampoco lo sabía. No lo sabía hasta ahora. Y hoy mismo me decía que debía ser yo quien hablara contigo y... ¡Claro! —dice de pronto Marc —:El imbécil de Fran habrá escuchado nuestra conversación y le ha faltado tiempo para hacer que te enteraras. ¡Joder, no lo puedo creer!

—También escuché que decía algo más —dice Carmen con timidez.

—¡No te creas nada de lo que salga de su boca! Es un celoso patológico. ¿Qué más ha dicho?

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora