Capítulo 26

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—¡Sergio! —exclama Carmen atónita —:¿Qué haces tú aquí?

—Vine ayer a un encuentro de emprendedores al que asiste mi tía todos los años y se dejó el portátil aquí. He venido a recogerlo. ¿Y tú, qué haces aquí?

—Una pequeña escapada de retiro espiritual, podríamos decir.

—¿Estás sola? ¿Puedo sentarme? —le pregunta Sergio con timidez.

—Claro, ¿quieres tomar algo?

Sergio llama al camarero, le pide un refresco, se sienta junto a Carmen y comienzan a charlar sobre las circunstancias que la han llevado hasta ese lugar. Sin entrar en detalles, le cuenta algunas de las cosas que le han pasado en los últimos días. 

—¿Y ya has decidido qué vas a hacer con el trabajo? —le pregunta Sergio.

—Pues, todavía no. Por un lado creo que aceptar ese puesto sería la decisión más apropiada, sin embargo, algo me dice que no debo abandonar mi sueño de tener mi propio negocio. Y siempre me he dejado llevar por mi intuición.

—Entonces, ¿por qué tienes dudas? Si tu intuición te dice que sigas adelante...

—Ya, pero mi intuición no es infalible.

Los dos chicos siguen hablando un buen rato, hasta que se hace la hora de comer. Sergio le dice que tiene que marcharse, pues su tía está esperando que regrese con su portátil y ya le ha llamado unas cien veces para preguntarle cuánto tardará. Cuando van a despedirse, Sergio le pregunta:

—¿Te apetecería que quedáramos a cenar esta noche?

—Es que yo voy a estar aquí hasta mañana...

—Ya, por eso te lo digo.

—Pero, ¿no has dicho que te vas?

—Así es, pero puedo volver. A no ser que tengas algún otro plan, claro.

—No, no tengo ningún plan —responde Carmen.

—Vale, pues, ¿te parece que quedemos a las 9? Yo me encargo de traer la cena.

—Está bien.

Cuando Sergio se marcha, Carmen se queda un rato allí sentada, disfrutando de la buena sensación que le ha dejado esa larga conversación. Entonces se pone a pensar en las palabras que le ha dicho la mujer y su corazón se acelera de repente, preguntándose si será Sergio el amor de su vida. Es un chico encantador, que siempre le saca una sonrisa, se siente muy a gusto a su lado, es atractivo, simpático y parece tener un gran corazón. No se le ocurre ningún calificativo negativo hacia él y está claro que su compañía le hace bien. 

De repente, se acuerda de la propuesta que le ha hecho Miguel para comer juntos. Consulta la hora en su reloj y se da cuenta de que son casi las 2 pm. Saca su móvil para enviarle un mensaje y cancelar su cita, pero mientras piensa una excusa que resulte convincente, se encuentra con un WhatsApp de Miguel en el que le dice que le es imposible llegar a la hora de la comida, pero que la invita a cenar esa noche a las 9. 

—¡No puede ser! —exclama Carmen. De inmediato se pone a enviarle un mensaje.

Carmen: Perdona, Miguel, pero no puedo quedar para cenar, ya tengo planes. Otro día, ¿vale?

Se queda mirando la pantalla esperando a que aparezca el doble check azul que le confirme que Miguel ha leído su mensaje. Sin embargo, al cabo de 20 minutos, siguen apareciendo las rayitas en color gris. 

Ha perdido el apetito, así que decide irse a su habitación y tumbarse en la cama a leer un poco. Está a punto de terminar uno de los libros que se ha llevado, y el final es tan interesante que pasan las horas mientras sigue sumergida en su lectura. Cuando lo termina, lo deja apoyado sobre su pecho y, antes de darse cuenta, se queda dormida. 

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora