Capítulo 38

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Carmen vuelve a quedarse dormida y cuando despierta, un par de horas después, por un momento duda de que todo haya sido un sueño, pero las sábanas de su cama siguen conservando el aroma de Marc.

Después de darse una ducha, le envía un mensaje a Ela para preguntarle si pueden verse, pero su amiga le dice que ha ido a comer a casa de su tía, y que le avisará en cuanto regrese para quedar. Carmen no quiere adelantarle nada por WhatsApp y prefiere guardarse la emoción para cuando pueda compartirla directamente con Ela.

Aprovecha para crear nuevos artículos que poder vender en su tienda, mirando de vez en cuando el móvil, ya no solo para esperar el aviso de que Ela ya ha regresado, sino también para decidir si le envía un mensaje a Marc.

Un encuentro como el que habían vivido no se merecía una despedida tan apresurada, pero las últimas palabras que Marc le había lanzado desde el umbral de la puerta seguían resonando en su interior como si de una pegadiza melodía se tratara.

Siente que es el momento de apartar los miedos, la prudencia y la cobardía. Estaba muy segura de lo que había sentido a su lado, y tampoco le cabían dudas de todo lo que él le había demostrado durante su encuentro. Los besos, las caricias y los abrazos habían sido la manifestación más sincera y abierta de que habían dejado atrás el pasado y ambos estaban dispuestos a vivir esa nueva oportunidad que se abría ante ellos.


Cuando Marc sale de casa de Carmen, una desconocida sensación se instala en su pecho. La sonrisa que le acompaña en el trayecto hasta el aeropuerto es alimentada por los recientes recuerdos que está seguro que permanecerán imborrables en su memoria.

Sin embargo, conforme se va alejando de Carmen, empieza a sentir un vacío incómodo, agobiante, indescriptible, que le hace sentir algo extraño. No quiere que esa nueva sensación, que amenaza con instalarse en su interior, tenga más fuerza que el sabor de los besos de Carmen que todavía permanecen en su boca, que el aroma de su piel que todavía está impregnado en la suya, que la imagen de su dulce rostro que sigue anclada en su mente. Pero esa especie de nostalgia prematura le provoca un extraño vacío en su alma.

Al llegar al aeropuerto, comprueba con rabia que su vuelo lleva retraso, y lamenta no haber podido estar algo más de tiempo con Carmen. 

Como no tiene que facturar equipaje, decide sentarse en la sala de espera y observar la pantalla de información de los próximos vuelos con toda la paciencia de la que es capaz.

Le llama la atención una pareja que hay delante de él, abrazados, observando la misma pantalla. La chica lleva una mochila en la espalda y una gran maleta que está en el suelo junto a ambos. Él no lleva equipaje, lo que le hace pensar que aquella escena representa una despedida. Por los altavoces del aeropuerto anuncian la próxima salida del vuelo hacia Florencia y los dos chicos se abrazan con más fuerza. Puede ver el rostro de la chica lleno de lágrimas, y él hace un esfuerzo por evitar que salten las suyas, pero su gesto, completamente desolado, demuestra su profunda tristeza.

La pareja consigue por fin separarse y la chica arrastra su maleta hacia la puerta de embarque que indica la pantalla, mientras él agacha la cabeza y se lleva la mano al pecho, donde casi se puede apreciar la profunda herida que deja sobre él la marcha de su chica. Cuando el joven se da la vuelta hacia la puerta del aeropuerto, Marc puede comprobar el dolor en su cara, que esta vez está empapado de amargas lágrimas.

Una joven se sienta junto a Marc mientras habla por teléfono, con la voz entrecortada.

—Pues, claro que le quiero, por eso estoy así, porque no lo entiendo. Lo sé... Sí, lo sé... Es cuestión de tiempo, lo sé. Pero no imaginaba que el amor dolía tanto... Sí, estoy en el aeropuerto. Te llamo en cuanto aterrice. Un beso.

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora