Capítulo 25

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Marc se queda parado, observando cómo el taxi se aleja y Carmen, antes de que la figura del joven desaparezca en la distancia, gira su cabeza desde el asiento para contemplar cómo sigue allí de pie.

Tiene cierta curiosidad para saber por qué ha ido hasta allí. ¿Quizás quiere confesarle que ha utilizado el embarazo de Ágatha como excusa? ¿Querría reconocer que le ha mentido? ¿Que ha sido un cobarde? Pero, las ganas de desaparecer por un tiempo, desconectar y poder pensar con claridad son más fuertes que su curiosidad y, aunque por un momento tiene la  tentación de pedirle al taxista que detenga el vehículo y regresar junto a Marc para hablar con él, decide que lo mejor es alejarse, al menos durante todo un tiempo.

Cuando el vehículo ya ha desaparecido de su vista, Marc sube a su coche y vuelve a su casa. El hecho de que no haya podido confesar lo que siente por Carmen, no impide que mantenga su propósito de decirle a Ágatha lo que no siente por ella. Así que, después de llegar a casa y servirse una copa, marca el teléfono de su novia. 

—¡Hola, cielo! ¿Qué tal? Iba a llamarte ahora mismo —responde Ágatha al otro lado.

—Hola. Tenemos que hablar. ¿Podemos vernos en un rato? —dice Marc.

—Uy, no me gustan nada esas palabras ni el tono en el que las dices. ¿Qué pasa, Marc?

—Creo que sabes perfectamente lo que pasa...

—No quieres tener un hijo, ¿verdad? ¿Es eso? ¿¡Es eso!? ¡Vamos, contesta! —exclama Ágatha bastante agitada.

—Prefiero no hablar de esto por teléfono. ¿Por qué no me paso a recogerte y...?

—¡Contesta Marc!

—Tú ya sabes lo que pienso, Ágatha. Pero no quiero hablar de...

—¡Está bien! ¡Si quieres que aborte, lo haré! 

—¡No he dicho eso! —exclama Marc también algo alterado.

—Entonces, ¿qué quieres, Marc? ¿De qué quieres que hablemos? Creo que ya hemos hablado bastante sobre el tema, y creo que ambos estábamos de acuerdo en seguir adelante con esto.

—No, Ágatha, no te confundas. Yo asumo mi responsabilidad, pero nada más.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me haré cargo del niño, tendrá un padre, pero eso no implica que nosotros vayamos a seguir juntos.

—¿¡Qué!? ¿Cómo me puedes decir eso ahora, Marc? ¡Yo te necesito! ¡Estábamos juntos en esto! ¡Me lo dijiste!

—Sí, pero no vamos a estar juntos como tú piensas. Ya te he dicho que asumo mi responsabilidad, pero...

—¡Vamos a tener un hijo juntos! —exclama Ágatha cada vez más alterada —¡Tenemos que estar juntos! ¡No puedes dejarme ahora!

—Ágatha, lo siento mucho pero no puedo seguir contigo. No estoy enamorado de ti...

—Entonces, no tendré al niño, si es lo que quieres.

—No es eso, Ágatha. Ya no puedo seguir contigo. Lo siento...

—¡Eres un cerdo! ¡Un hijo de puta! ¡Me voy a deshacer de este niño!

—Tranquilízate, Ágatha. No quiero que hagas...

—¡Vete a la mierda! ¡Y quiero que sepas que voy a abortar por tu culpa! —Ágatha cuelga el teléfono y, aunque Marc intenta volver a llamarla, ya no le contesta, así que coge las llaves del coche y se dirige hacia su casa. No quiere terminar la conversación de esa forma. 

Una nueva oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora