Capítulo 5

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(Katie)


Ya habían pasado casi cinco años desde que cogí ese avión que me salvo la vida.

Después de ese avión le habían seguido unos cuantos autocares, autobuses, trenes... que me iba pagando de trabajos esporádicos que iba consiguiendo.

Ahora tenía un apartamento pequeñito, lo que me puedo permitir. Trabajo en una cafetería, soy camarera.

Recuerdo mi primer día en el trabajo con ilusión. Ya que antes de llegar aquí intentaba no estar mucho en un sitio pero cuando llegue a este lugar pensé que ya estaba bien aquí.

Además cuando entre en la cafetería, a pedir un café, me enamoro todo. Por lo que pedí empleo. Después de una prueba me cogieron.

De eso ya hace medio año.

Las primeras personas que atendí fue una pareja, de la tercera edad, que fueron amables conmigo y con la paciencia que tuvieron conmigo, hicieron que me tranquilizara y todo acabara bien.

Parecían tan enamorados como dos adolescentes que recién descubren la atracción el uno por el otro.

Yo ya no creía para nada en el amor, ya había pasado por demasiado en poco tiempo. No quería repetir dos veces el mismo error. El amor, para mí, no existe.

Después del día de trabajo me fui al apartamento. Mi amiga me había avisado esta mañana que no iría a trabajar porque se iba a ir de compras ya que al día siguiente se iba a visitar a su familia.

La palabra familia para mi tiene un gran significado aunque yo la haya perdido.

Mi apartamento aunque es pequeño, es muy funcional y con el alquiler muy barato. Maddi, mi amiga, es la primera persona que conocí en este bloque ya que vive en la puerta de enfrente.

Es una chica de mi misma edad, aproximadamente, diría que uno o dos años más que yo. Es muy amable y enseguida congeniamos e nos hicimos amigas. Ella trabaja en la floristería de enfrente de la cafetería por lo que en los turnos libres aprovechábamos para ir a ver a la otra.

Ha sido muy buena conmigo.

En cuanto llegue a casa abrí la puerta poco a poco, mirando por la rejilla que iba abriendo. Todo parecía en orden, así que entre y cerré la puerta, cogí el paraguas y fui habitación a habitación mirando que no hubiera nadie escondido.

Puede sonar paranoico pero no vivo tranquila desde que cogí el último autobús, la primera semana fueron llamadas incesantes y mensajes amenazantes de Gorka y mi padre que querían que volviera a casa inmediatamente, al cabo de unas semanas mi padre desistió pero Gorka no, incluso cambie de numero pero él lo adivinaba, no sé como pero lo conseguía.

Me amenazaba con encontrarme porque le pertenecía a él y mi lugar era a su lado. Eso provoco que empezara a tener miedo de que descubriera donde vivía ahora y se colara en mi apartamento e hiciera... no se... lo que tenga él en mente. Me aterrorizaba pensar que haría si eso llegara a ocurrir.

Si podía descubrir el número de mi móvil cabía la posibilidad de que también descubriera mi dirección. Por eso me había estado mudando, cada tres o cinco meses, hasta que llegue aquí e intente calmarme y decidí empezar a vivir aquí.

Una vez estaba segura de que estaba sola en casa deje el paraguas en su sitio, cerré las ventanas con pestillo y la puerta con llave y me fui a dar una ducha relajante y ponerme cómoda y calentita que ya empezaba a hacer frío.

Después de cenar viendo la televisión me fui a la habitación puse la alarma y a la cama a dormir, pero como siempre me ocurría acababa tumbada boca arriba con los ojos abiertos como un búho, más pendiente de los sonidos de la calle, de la escalera, del piso y no en dormir. Por eso cada mañana me tenía que poner antiojeras para no parecer un panda. No podía descansar tranquila. Siempre caía dormida por cansancio, como ahora.

Sabía que me tenía que relajar, que ya estaba a salvo. Dudaba que nadie se fuera a tomar la molestia de venir personalmente a buscarme para llevarme de vuelta a casa. Era una locura pensar en eso.

Aunque me decía eso, e intentaba auto convencerme, no lograba relajarme lo suficiente.

Oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora