Capítulo 29

12.1K 706 0
                                    

(Katie)


No me había dado cuenta de que habían pasado tantas horas, hasta que no me dio por mirar el reloj.

Me estaban bombardeando a preguntas como:

-¿Cuánto tiempo os habéis estado viendo?

-¿Sabe que estás intentando salir?

-¿Cómo os conocisteis?

Pero la verdad que respondí diciendo la verdad o evadiendo la pregunta.

Ellas me habían mantenido entretenida y ocupada por mucho tiempo. El suficiente como para que me pudieran pillar.

Para cuando me di cuenta de eso, deje el vaso con el refresco en la mesilla y, aprovechando que estábamos mirando como los chicos se tiraban a la piscina, me levante de la tumbona y empecé a caminar de espaldas. Para que no me notaran.

No tuve tiempo suficiente para escapar de los brazos que me agarraron por la espalda, choque mi espalda contra el pecho de alguien.

-¿Y dónde crees que vas? -preguntó la persona que me tenía agarrada. Enseguida reconocí la voz, es Raúl.

No le respondí. Pero mi cara debía de mostrar mi estado de ánimo, pensando de vuelta a la cárcel.

Fuga frustrada.

Sus fuertes brazos me tenían atrapada, no me podía mover.

-Déjame ir.

-No.

Un movimiento ágil e implacable me arrojó sobre su hombro musculoso. Y ni una persona trató de detenerlo. Por el contrario, la mayoría mostraban expresiones divertidas o directamente se reían.

-Bájame –estaba sintiendo vergüenza y estaba notando como me estaba subiendo el rubor.

-No.

-¡Raúl! -prácticamente grite su nombre.

-¿He mencionado lo mucho que me gusta cuando dices mi nombre así? Y me refiero a que realmente me gusta -su insinuación, con ese tono tan sensual, no dejó ninguna duda en cuanto a lo qué se refería.

Tenía que intentar liberarme con otra táctica, buscando a las chicas con las que acababa de conectar mientras hablábamos en las tumbonas.

-¿Van a quedarse ahí y dejar que me secuestre de nuevo? –logre captar la atención de Zena y le di una mirada suplicante.

Pero mi nueva amiga, con su elegante camiseta y su corto, muy corto short, simplemente se encogió de hombros.

-Él es el alfa.

Con lo cual Zena parecía pensar que eso lo explicaba todo, pero eso solo me confundió más. ¿Qué había en Raúl para que todas estas chicas parecieran intimidadas por él? O, peor aún, ¿tenía intimidadas a todas las chicas de su familia?

Apenas él me dejo en el suelo en el suelo de su habitación, estaba justo delante de mí y puso sus manos en mis caderas acercándome a él.

-¿Qué demonios, tipo grande? No puedes cargarme por ahí como si fuera un saco de patatas –le reñí.

-¿Porque no?

-Debido a que no se hace. Insisto que me dejes ir en este instante.

-Me prometiste que no te irías.

-¿Qué más se puede esperar que diga una vez que dejaste claro que tu plan era mantenerme prisionera?

-Prisionera implica una celda y trabajo duro. Difícilmente se puede llamar a mi casa eso.

-No, pero el hecho de que no pueda irme lo hace. Una jaula de oro sigue siendo una jaula.

-Es por tu seguridad. Tu ex no se ha rendido.

Ante su declaración, me quede congelada.

-¿Qué quieres decir?

-Trató de acercarse a tu apartamento. Y más recientemente, hizo una llamada a la cafetería donde trabajas buscándote.

-Mi jefe...

-Los de la cafetería están seguros. Tengo hombres custodiándolos, a todos ellos. Este tipo, Gorka –dijo el nombre con evidente asco- no podrá acercarse a ellos o hacerles daño. Pero esto sólo sirve para demostrar que no es seguro para ti estar por ahí.

Tal vez no, pero yo no estaba del todo convencida de que fuera seguro estar aquí con él tampoco. Había algo extraño acerca de esta situación. Desde la forma en que seguía insistiendo en que le pertenecía hasta la manera extraña en que todas las chicas que había conocido en el jardín y en la zona de relax parecían conscientes de ello y no se sorprendían por sus acciones.

¿En qué me había metido? ¿Había inadvertidamente tropezado con un culto, con Raúl como su líder? Eso explicaría mucho, por lo que me vi en la obligación de aclararle una cosa.

-No voy a formar parte de tu harén.

Apoyándose contra la pared que había justo detrás, Raúl me miro de arriba a abajo, sus ojos tormentosos se iluminaron con regocijo.

-¿Mi harén?

-Ya sabes, esas mujeres de allí abajo parecen pensar que eres una especie de Dios que debe ser obedecido.

Sus labios temblaban.

-Ojala obedecieran. En su mayor parte, les gusta sacarme un poco de quicio.

-¿Así que no niegas que eres su líder?

-¿Por qué negar la verdad? Ellos responden ante mí. Todo el orgullo lo hace.

Ahí estaba esa palabra otra vez. Orgullo. Pero de alguna manera yo no creía que se refiriera al tipo de sensación de éxito. La forma en que la utilizó era más como en jerga de salvaje. Una palabra imaginativa en vez de llamarse como lo que eran, un grupo o secta.

-Bueno, lo que vosotros seáis, o lo que sea que adoréis, no quiero ser parte de ello. No estoy en harenes sexuales raros o en cosas religiosas extrañas. Así que, si no te importa, aunque aprecio lo que estás tratando de hacer por mí, yo prefiero irme.

Con sus brazos musculosos cruzaron su pecho.

-No.

-Estoy empezando a comprender cómo algunas personas sensatas son conducidas al asesinato –replique mientras le miraba.

Él sonrió. El imbécil.

Luche contra el impulso de devolverle la sonrisa. Le dije a mis rodillas que no temblaran o si no. O si no qué, no lo sabía, sólo que necesitaba permanecer fuerte ante su encanto.

-Oh, Katie. Hay tantas cosas que no entiendes –dijo como si él tuviera el secreto del mundo.

-Entonces explícamelas porque te aseguro estoy cansada de sentirme como si me estuviera perdiendo algo -Un rompecabezas gigante donde tenía todas las piezas pero le faltaba la pieza clave, la pieza que daría sentido a todo lo demás.

Oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora