Capítulo 21

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(Katie)


Cuando llegamos a la casa, mansión, castillo, de la familia de Raúl me dirigí a la habitación con algunas maletas. Raúl me seguía con la otra parte de mi equipaje.

Raúl se me quedo mirando tan intensamente que hacía que recordara el breve pero real beso que me había dado.

-¿Estas bien? –dijo acercándose.

Inconscientemente di un paso hacia atrás.

-¿Me tienes miedo? ¿Crees que soy capaz de hacer algo?

-No sé qué pensar. Yo me quería ir para ayudaros, pero me traes a tu casa... no sé cómo sentirme ahora mismo –decidí ser valiente y decirle- me haces sentir cosas que no quiero sentir. Como si me desearas o algo así.

-No voy a negar que me gustas. Y que probablemente intente acercarme más de lo que ya lo hemos hecho. Pero la razón principal por la que te he traído es únicamente por tu propia seguridad. Este edificio tiene mucha seguridad tanto de día como de noche.

-¿Y cuál es la otra razón? –me atreví a preguntar.

-¿No es tu protección razón suficiente?

-Tú has dicho que la principal era mi protección, pero ¿cuáles son las demás razones?

-Porque he decidido no perderte de vista.

-¿Por qué?

-Porque eres mía.

Tuve que parpadear por la impresión de sus palabras. Era totalmente posesivo e inesperado. Intente buscarle otro significado.

-¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?

-Eso mismo.

No sé porque sus palabras no me habían afectado de la misma manera que si las hubiera dicho Gorka. ¿Por qué hacía que me sintiera bien? ¿Por qué estaba sintiendo placer? Debería sentir el mismo rechazo que siento ahora por Gorka, pero es todo lo contrario.

-La esclavitud no es legal a día de hoy. No puedes ser dueño de la gente.

-¿Quién dijo acerca de ser mi esclava? Te puedo prometer, que con el tiempo serás mía. Tú no tendrás que hacer nada, yo me encargare de todo y veras como poco a poco y sin darte cuenta te enamoraras de mí.

-¿Qué estás diciendo? ¿Qué me vas a mantener para satisfacerte? ¿Cómo es eso mejor?

-Gatita, tienes algunas ideas muy confusas cuando se trata de hombres. Cuando digo mía, quiero decir que eres mi pareja. Mi compañera –dijo volviéndose a acercar, mientras yo retrocedía hasta darme con la espalda en la pared.

-Eso no lo puedes decidir por tu cuenta.

-Aquí mando yo –dijo guiñándome el ojo, mientras ponía sus manos a cada lado mío. Parecía una broma pero lo decía enserio.

-Narcisista.

-Si me tienes que decir algún atributo, yo habría dicho ordenado.

-¿Ordenado? ¿Pero qué estás diciendo ahora?

-Por supuesto que de limpio. Serás feliz de saber que no soy un hombre que deja sus calcetines en el suelo.

-Seguro que es porque tienes personal para eso, para limpiar por ti.

-¿Qué hay de malo en eso? Es mi lado limpio el que me hace contratarlos para mantener mi hogar en forma impecable. Yo también tengo un cocinero así que siempre comeremos bien, un modista y un terapeuta masajista, que, pensándolo bien, tu no podrás utilizar.

-¿Por qué no? –pregunte estúpidamente.

-Porque el masajista es un hombre. Y no permitiré que ningunas manos de hombre, excepto las mías por supuesto, te toquen.

Una vez más, su posesividad y sus maneras debería estar horrorizada, pero joder, su atractivo para controlar las situaciones me ha hecho levantar la cabeza y mirarle fijamente a los ojos. Me ha hecho hasta gracia su afirmación celosa de un supuesto masajista y yo.

Raúl tenía su cuerpo a un escaso centímetro del mío. Me estaba volviendo loca. ¿Por qué no era capaz de separarlo de mí? ¡Incluso me daban ganas de levantar mis manos y rodearle en un abrazo, para acercarlo más!

¿Porque no? Pensé seguidamente. Podía dejarme llevar. ¿Qué tenía que perder? Mis planes no habían funcionado. La policía no había ayudado. La mudanza a través de medio país no había detenido al imbécil de Gorka. ¿Por qué no dejar que Raúl y su arrogancia intentaran disuadir a mi ex?

Incluso si Raúl no podía, al menos podría conseguir un tiempo para relajarme y calmarme en la comodidad, y tal vez disfrutar de un poco de placer seductor. Al menos esto último, solo si me veía capaz.

Una cautiva en una jaula de oro y un anfitrión muy, demasiado, atractivo como para resistirse.

Su mano se deslizó por el espacio entre el brazo y mi cintura, rodeándome, y su nariz se pegó a la mía, acariciándome con su aliento, haciéndome cerrar los ojos, antes de volver a juntar nuestros labios para besarme con suavidad, un beso más largo que el primero. Su lengua se abrió paso entre mis labios e inconscientemente respondí a su beso, sintiendo un cosquilleo nervioso en la boca del estómago.

Un jadeo ahogado escapó de mi garganta cuando Raúl ascendía sus manos por mis pechos acariciándome bajo la blusa.

Abrí los ojos de golpe consciente de que la excitación, que su beso humedecía mi interior.

Oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora