Capítulo 26

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(Katie)


Cuando me desperté, podía decir que era de día por la luz que se filtraba por la cortina. No sabía qué hora era, pero sabía que era temprano.

Podía notar el dulce peso de Raúl sobre mí. No quería salir de entre sus brazos, pero...

Me quite el brazo y la pierna de Raúl de encima, para poder levantarme. De repente me sentía sucia. Tuve la urgencia de ir a ducharme, así que fui al baño de puntillas para no hacer demasiado ruido.

En cuanto me vi en el espejo, la imagen que me devolvía era un horror. Estaba desnuda, con el pelo enredado y alborotado, mi cuerpo lleno de chupetones. El que más se veía era uno en mi clavícula, era muy grande.

Puta.

Esa palabra me vino a la mente con el tono de voz de Gorka y de mi padre.

Me dio un escalofrió tan grande que mi repugnancia a mí misma. Así que me apresure a meterme bajo el chorro de agua la ducha y frotarme el cuerpo lo más fuerte que pude, para sacarme la sensación de suciedad que tenía.

Guarra.

No me quería sentir así. Por lo que frote mi cuerpo con más fuerza, casi dolía incluso.

-¿Qué haces? –pregunto Raúl apareciendo en el umbral de la puerta, desnudo.

Me tape como pude al tiempo que chillaba y escondía la cara contra las rodillas.

-¡Sal fuera! ¿Pero qué haces? –le chille.

-No pienso salir ¿He hecho algo mal? –pregunto con tono de enfado.

¿Cómo podía estar enfadado cuando era a mí a quien había interrumpido? Él no tenía motivos para estar enfadado.

-Sal –le ordene.

-No. ¿Qué te pasa? –note su mano en si espalda.

-Quiero estar sola.

-¿Qué he hecho mal?

Podía notar la preocupación en su voz. Sabía que Raúl no había hecho nada malo, que había sido yo la que estaba de acuerdo en hacerlo con él y también he sido yo quien en mitad de la noche le ha buscado a él.

Pero yo solo quería estar sola. Ahora me sentía sucia. Esta no era yo. Me estaba dando asco.

-Nada, solo vete.

-No me pienso separar de ti, hasta que te calmes y me hables sobre lo que te pasa.

-Me siento sucia –confesé sabiendo que no se iba a ir sin una respuesta.

-¿Sucia? ¿Cómo sucia? –pregunto confuso, parando mi mano que inconscientemente estaba restregando mi perna fuertemente.

-Me he comportado como una guarra –dije aun sin mirarle, por vergüenza.

-¡No digas eso ni en broma! –Me regaño- No te dejes influenciar por un ex que es un psicópata en potencia. Tú eres libre de vivir tu vida conmigo y aunque te proteja no estarás encerrada en una jaula de cristal. Puedes haces lo que quieras conmigo.

Me obligo a mirarle, cogiendo mi cara por el mentón y girándola hasta que nuestros ojos coincidieron. No era capaz de decirle nada. No sabía que pensar.

Todo lo que Raúl decía tenía sentido. Raúl me transmitía una paz interior que nunca había sentido. Hacía que me creyera de verdad lo que decía.

-No llores –dijo secándome una lagrima traicionera que se me haba resbalado sin darme cuenta.

Sin decirme nada paso una de sus piernas por detrás de mí y me empujo suavemente hacia delante. Por lo que se hizo un espacio para poder sentarse tras de mí. En cuanto lo consiguió me abrazo por la espalda y dejo caer algún beso en mi hombro.

Poco a poco su beso se fue intensificando hasta que note sus sientes y me aparte hacia delante un poco.

-No me muerdas. Si tienes hambre vete a desayunar.

-Los lobos siempre tienen esta hambre –comento apretando el abrazo para que volviera a pegar mi espalda a su pecho.

-¿Lobo? Me da a mí que tu opinión de ti mismo es demasiado alta –bromee- Aunque tengo que admitir que me recuerdas a un animal con algunos de ruidos que haces.

Sobre todo cuando habíamos estado en la cama. Era como medio rugido o mini aullidos. No sabría decirlo muy bien. Pero cada vez que lo hacía yo notaba como un cosquilleo que me recorría de desde el fondo de mi vientre y se expandía hacia el resto de mi cuerpo.

-Solo dejo salir a la bestia para que te acostumbres. Pero te lo advierto, todo es bajo tu propio riesgo –bromeo mientras sonreía contra mi piel de la espalda.

-Si me preguntas, el dinero estaría mejor invertido en un psiquiatra para tu problema de ego –conteste siguiéndole la broma.

-Admítelo, mi suprema confianza es sexy.

-No, es preocupante, pero por suerte para ti, tu trasero es increíble.

Fue acabar la frase y darme cuenta de lo que acababa de decir. Cerré de golpe los ojos como si eso fuera a hacer que mis palabras desaparecieran.

Por un segundo reinó el silencio pero Raúl lo rompió estallando a carcajadas.

-No te rías –dije cohibida, avergonzada por mí misma.

-Me encanta que me digas que te gusto, aunque solo sea por mi culo –dijo mientras me achuchaba, más si se podía, contra él- ¿Ya te encuentras mejor?

Lo dijo con un tono tan íntimo, pero no con pena, que la atmosfera cambio de golpe. Era la típica atmosfera de una pareja que está compartiendo un momento de secretos, de intimidad y confianza mutua que ya pensaba que nunca iba a sentir. Pero estaba comprobando, otra vez, como con Raúl era posible sentirse bien con un hombre cerca, de manera intima.

-Mejor...

-¿De verdad?

-Si. Mucho mejor.

-Mmmm –emitió mientras restregaba su cara en mu cuello- no pienses así de ti nunca más ¿Vale?

-Vale... -fue lo único que alcance a contestar.

Después de eso estuvimos así hasta que el agua, que quemaba cuando yo entre y ahora se sentía tibia se enfrió. Aunque yo no sentía frio al tener a Raúl a mí alrededor, decidimos salir para secarnos e ir a desayunar.

Ahora tenía que enfrentar la realidad de mis actos y sentía la necesidad de contarle a Maddi lo que había pasado, para que ella me diera su opinión. Maddi se había vuelto un pilar en mi vida y no me había dado cuenta hasta que ahora, hasta que cuando he visto que cuando la he necesitado ha estado ahí.

Oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora