Capítulo 24

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(Raúl)


Mía. Y mi parte lobo no quería compartir. Al igual que la parte hombre no quería parar.

Mi parte racional me decía que debía hacer una pausa en mi seducción por unos minutos y llevarla a mi cuarto, que es el más seguro de esta casa. El más insonorizado. Pero la necesidad me llevó a este punto, no la lógica. Una necesidad de tener a mi mujer. Ahora.

No pude evitar llevar una mano a la curvatura tentadora de su pecho y con la otra abarcar su cintura. Cómo me gustaba su figura de reloj de arena voluptuosa, femenina y deseable. Quería explorar cada pulgada de sus curvas, con mis dedos, con mi cuerpo, con mis labios...

Por el momento, tuve que contentarme con lo que podía alcanzar, dada su posición. Paso mis dedos por la cintura de sus pantalones. Tejido elástico, ideal para que mi mano llegara más lejos. Me encontré con un tipo de ropa interior traviesa, un tanga por la sensación que le daba. Así a que a mi gatita le gustaba la ropa interior sexy.

Agradable. Muy agradable. Tendría que acordarme de quitárselo con los dientes después. Por ahora, deje que mis dedos buscarán bajo el trozo de encaje, pasando desde la parte redondeada de sus nalgas alrededor de su cadera.

Quería sentir su núcleo fundido contra la punta de mis dedos, pero la posición en la que estábamos era demasiado incómoda para acariciarla de la forma adecuada.

Así que la movió. Para adaptarla a mis necesidades. No pedí ni explique, simplemente la agarre y la gire sobre mi regazo hasta que ella quedo con la espalda pegada a mi pecho.

Podría haber protestado si no hubiera metido de inmediato mi mano en la parte delantera de sus pantalones.

Le tome el montículo, y ella dejó escapar un suspiro de placer.

Caliente. Tan caliente que quemaba contra mi mano, y la humedad, además, la crema de su excitación humedeciendo mis dedos.

Ella disfrutaba de mi toque. Podía decirlo por la forma en que ella se apoyó en mí, con la cabeza apoyada en mi hombro, el cuello expuesto, una larga extensión de tentadora piel blanca.

Cómo quería morder. A los lobos realmente nos encanta un buen mordisco durante las relaciones sexuales, especialmente cuando querían mostrar una reclamación.

Por un momento, la racionalidad nadó hasta la superficie, anulando mi deseo, recordándome que Katie era humana. Katie no era su compañera, aun.

Katie se retorcía contra mi mano, lo que, a su vez, implicaba que su delicioso, su redondeado botón se retorcía contra mí.

El pensamiento racional se hundió cuando la necesidad me dominó y ahogó. Sólo una pequeña probada. Presione mis labios contra la línea sensible de su garganta y chupe la piel mientras mis dedos seguían presionados contra su sexo.

Ella dejó escapar un pequeño grito, y sentí la reacción de su sexo. Calor meloso mojo mis dedos, haciéndolos suaves, perfectos para deslizarlos contra su botón de placer hinchado.

Su respiración se hizo aún más agitada, más desigual. Ella hizo pequeños ruidos mientras se retorcía. Tuve que sujetarla en su lugar, la tortura de su roce contra mi erección en mi regazo no era tan mala como la tortura de sentir su crema en los dedos pero incapaz de dar un lengüetazo.

Como no podía enterrar mi lengua en su sexo, tuve que contentarme penetrándola con mis dedos. Inserte uno. Dos. Las paredes de su canal se aferraron firmemente a mí, y su eje creció aún más dificultando su reacción. Cómo deseaba enterrarme a mí mismo en su sexo acogedor. Cómo quería sentir las paredes de su coño mientras enterraba mi polla.

Por una vez, no deje que mis deseos egoístas me gobernarán. En este caso, su placer era lo primero. Yo tenía la intención de llevarla al clímax, y disfrutar cada momento de ello.

Mientras chupaba la suave piel de su cuello, la bombeaba con los dedos dentro y fuera. Una lenta y constante penetración. Saboree la tensión que se estaba creando. No pude evitar gemir ante la presión contra mi sexo.

Casi gritó cuando su orgasmo la golpeó, la ondulación de su placer apretando mis dedos y recubriéndolos en crema erótica. Apenas me abstuve de mordisquear su cuello, en su lugar rascaba mi mentón contra su piel.

A medida que sus estremecimientos cesaban, y mi polla palpitaba, ansiosa por su turno, retire los dedos de su sexo palpitante.

Olía Delicioso. Con un olor más dulce que el propio azúcar.

Y pensar que era sólo un aperitivo antes del plato principal. No podía esperar para la segunda ronda, en mi cama.

Katie estaba tan relajada que tuve que girarle poco a poco la cara para que nuestros ojos coincidieran y comprobara que realmente no se había dormido.

-¿Estas bien? –pregunte susurrando al comprobar que seguía despierta.

Asintió con la cabeza y levanto la mano para acariciar mi mejilla.

-Estoy bien... pero me has dejado sin fuerza.

Estaba totalmente sonrojada y con los ojos extasiados.

-Deja que te ayude.

La tumbe a mi lado, aun con las piernas colgando por el borde de la cama. Me levante para ir al baño a aliviarme y a buscar por una toalla.

Le ayude a limpiarse y a ponerse el pijama. Katie estaba dormida antes de que acabara de tumbarla bien y taparla con la sabana.

Pero en sus sueños cogió mi mano y se negó a soltarla. Así que como pude me tumbe a su lado, por encima de la sabana y la rodee con mis brazos. Dejando de nuevo su espalda contra mí pecho.

Así nos quedamos dormidos los dos juntos. 

Oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora