Capítulo 31

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(Katie)


Le conté toda la historia mía con Gorka. Raúl parecía que me entendía y hacia comentarios muy acertados.

La sola mención de Gorka todavía me daba escalofríos.

-El gilipollas te acosaba –dijo llegando a una conclusión muy amplia.

-Sí. Y la policía no me ha dado aún noticias al respecto. Podrían advertirme de todo lo que está pasando por lo menos. No he puesto ninguna orden de restricción que lo mantenga alejado. Solo hizo su acoso más directo y no dejó evidencia de que era él.

-Toda clase de pequeñas cosas hasta llegar a la grande. Casi violación y robo en tu casa. Si hubieras estado en casa no me quiero ni imaginar lo que hubiera pasado. O si hubiera pasado algo en el callejón esa otra noche, yo...

-¿Cómo sabes eso?

-Estaba allí si recuerdas. Fui yo quien le pare -Por lo menos él no mintió. No significaba que yo le gustara.

Enderezando la espalda, lo mire a los ojos.

-¿Tú hiciste qué?

-Cuando vi a ese chico forcejeándote... pudiendo sentir tu miedo. No me gustó, y ya que tengo ciertas conexiones, decidí averiguar lo que pudiera sobre el imbécil que te acosa. Lo ocurrido en tu piso fue uno de los hechos que apareció.

-¿Qué más has averiguado? –pregunte angustiada por saber nada.

-Que tienes un padre con problemas de...

-Con el alcohol. Lo puedes decir.

-Pues eso y que tu madre falleció hace unos años. Y que tu vida ha sido un poco difícil desde que no está tu madre.

-Bueno... no tan mal...

-Yo creo que sí. Déjame adivinar ¿Eras una estrella en el cuadro de honor de la escuela? Yo odiaba la escuela.

-Las mejores notas de la escuela. Necesitaba las becas para poder seguir estudiando.

-Eso explica muchas cosas. ¿Quieres saber que más descubrí? ¿Te acuerdas de tu cumpleaños de mayoría de edad?

Casi se me cae la mandíbula inferior al suelo, de haber abierto la boca por la impresión. Raúl había leído sobre mi visita al hospital por culpa del botellazo de mi padre. En mi defensa tengo que decir que debí de haberlo visto siendo mi padre, sabía que debería haber tenido más cuidado.

-Este estudio que has hecho de mí y mi vida da un poco de miedo, Raúl.

-Solo porque no me conoces lo suficiente, así que vamos a corregir eso. Yo soy un gran jugador de futbol americano. Amo el color verde. Soy un fanático de los batidos. Vas a tener que probar algunos sabores creados por mí. Me gusta ver deportes. Sigo el mercado de valores. Y no puedo esperar a hacer el amor contigo de nuevo.

Pestañee. Él lanzó esas palabras con indiferencia. Pero a mí se me hacía más difícil fingir que no me afectaba.

-Las cosas se están yendo demasiado rápido.

Demasiado rápido. Él seguía afirmando que le pertenezco, y tan loco como era, hacía también creyera esas palabras. ¿Me habrán infectado con algún virus o alguna extraña droga que me ha hecho que nos anhelarnos el uno al otro?

-No entiendo lo que me está pasando. ¿Por qué me siento tan fuertemente atraída por ti? No es natural.

-Esa es a menudo la forma en que sucede cuando los verdaderos compañeros se encuentran.

-Ahí vuelves con esa cosa sobre compañeros de nuevo. No puedes simplemente tomarme como quieras. Esto requiere algo así como el permiso.

-O el destino. Y eso es lo que somos, gatita. Predestinados. Los verdaderos compañeros, destinados a estar juntos hasta el final de nuestro tiempo. Somos el equivalente humano de almas gemelas.

Me lo quede mirando por un momento, tratando de digerir lo que dijo, pero aún me tenía desconcertada. Raúl es un hombre muy maduro para nuestra edad, no dado a sueños de fantasía.

Él realmente no iba a tratar ese tipo chorradas conmigo, ¿verdad?

-Oh, vamos, no puede ser que tu esperes que me trague el hecho de que crees en las almas gemelas, o el amor a primera vista.

-Por extraño que pueda parecer, sí que creo en ello. Además de verdad.

-¿Predestinados? ¿En serio? –No puede evitar echarme a reír- Por favor, no me digas que lo dices de verdad.

Raúl soltó varias frases con mucha posesividad hacia mí y coqueteos, y vi demasiado tarde que había caído directamente en su trampa y en sus brazos.

En mi defensa, el chico era muy caliente, y yo realmente no me arrepentía de haber perdido la virginidad con él y tampoco de pensar en volver a tener sexo con él. En realidad, a pesar de que estaba completamente loco, lo haría de nuevo. Raúl resultó irresistible.

-Esto no es una estafa para llevarte a la cama. Los dos sabemos que todo lo que tengo que hacer es besarte y... -su sensual sonrisa lo decía todo.

-Tu simplemente no puedes ayudarte a ti mismo, ¿verdad? -negué con la cabeza ante su arrogancia. Un macho posesivo y orgulloso en su forma más extrema. Frustrante y sin embargo inexplicablemente sexy.

Creo que realmente debía buscar ayuda profesional. Empezaba a tener dudas de mi salud mental.

-Tienes razón. No puedo ayudarme a mí mismo. Yo había oído hablar de la atracción cuando un hombre encuentra a su compañera, pero nunca me espere que golpeara tan duro y rápido. Eres mía, gatita. La loba, aun humana, para mi lobo.

-¿Lobo? Y las cosas van a peor, donde está la cámara oculta.

Hice como si buscara cámaras ocultas en la habitación.

-Soy un lobo. Por lo tanto, es de esperar que mi esposa sea mi loba.

Me quede sin aliento cuando la verdad me golpeó.

-Oh diablos, ¿no me digas que eres uno de esos tipos que le gusta vestirse con esos grandes trajes de osito de peluche? ¿Tienes algún traje de lobo que te gusta usar y luego montártelo? Mejor que no sea así, porque desde ahora te digo, no iré por ese camino.

Raúl se rio entre dientes, como si hubiera hecho un comentario desafortunado mientras estiraba los brazos sobre el respaldo del sofá, el movimiento estirando su camisa apretada y delineando la perfección de su cuerpo que recordaba bien.

Oportunidad para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora