Las noches dentro de la barrera de Xulin fueron frías y tenebrosas. Las calles eran silenciosas y todas las luces estaban apagadas. El viento frío sopló con fuerza, trayendo consigo el olor a azufre y a tierra muerta que prevalecía constantemente en las llanuras del desierto negro.
En uno de los callejones, varios mendigos se acurrucaban uno al lado del otro para preservar algo de calor. Ninguno de ellos era cultivador, solo fueron simples personas que después de haberlo perdido todo no les quedó más alternativa que ganarse la vida de esta manera. En medio del grupo también se encontraban hombres que alguna vez fueron considerados grandes magnates del negocio, otros incluso fueron eruditos de primer grado o grandes funcionarios de la corte. Habían logrado todo el la vida, en el pasado despreciaron a los mendigos y vagabundos que pidieron limosnas en su puerta, en su opinión, esa gente simplemente fue desafortunada, no tenían nada que ver con ellos.
Ahora, sin embargo, fue una situación realmente irónica.
Esas mismas personas que alguna vez se sentaron en un trono de oro y comieron de una cuchara de plata, ahora eran barbaridades aún más inferiores al animal más inútil. En este mundo sumido en el caos y la desgracia, fueron los cultivadores o grandes iconos de la religión Taoísta los que lograron prevalecer.
¿Y qué si alguna vez tuvieron dinero?
¿De que servían el oro y las joyas?
En este lugar, el oro era como una piedra en el camino. En cuanto a las joyas, se podría decir que una rebanada de pan valía más que un saco entero de ellas.
Uno de los mendigos, que parecía ser el más joven de todos, se acurrucó en una esquina mientras colocaba un tazón roto justo a sus pies. Los otros mendigos vieron esto y se burlaron de él. Pasaron días enteros sentados en este callejón y nadie se había detenido a ofrecerles una sola migaja de pan. La comida era más importante que el oro, estos mendigos no tenían interés en nada que no fuera comestible.
El joven mendigo ignoró las miradas burlonas de sus compañeros, abrazó sus rodillas y apoyo la cabeza en la pared detrás de él. Sabía perfectamente que era casi imposible encontrar a alguien que le diera limosna a estas horas de la noche, pero se había quedaba sin comida y estaba empezando a sentirse muy hambriento.
Pasó el tiempo y en el solitario callejón solo se escucharon los murmullos de un par de mendigos y el maullido de algún gato desafortunado. El estómago del joven gruñó una vez más, su desordenado cabello negro lucía sucio y le cubrió casi la mitad del rostro. El frío entumeció sus extremidades y ahora le resultaba un poco trabajoso porder moverse con libertad.
"... Mierda."
Contrario a su apariencia andrajosa, el joven mendigo tenía una voz clara como el agua, que era muy agradable de escuchar.
"Miauu~" Un gato flaco llegó y se frotó contra sus piernas.
El joven lo regañó, "Estúpido gato, vete a otro lugar."
Mientras trataba de deshacerse del gato, el joven mendigo no notó que una sombra alta y misteriosa se había acercado silenciosamente a él.
El hombre lo miró en silencio, una máscara blanca cubría por completo su rostro. La máscara no tenía patrones ni ningún adornó sobresaliente, solo era blanca y uniforme como la cáscara de un huevo. Sin embargo, en la oscuridad de aquel callejón, sus brillantes pupilas fueron particularmente llamativas. Su ojo derecho era de un imponente color azul profundo, mientras que su ojo izquierdo era suave y pulcro como el jade verde. El dueño de esos ojos observó atentamente al pequeño mendigo que peleaba con el gato, su mirada era un poco complicada.
Mientras tanto, después de algunos minutos, el joven mendigo logró expulsar al gato y sonrió con orgullo. Sin embargo, su sonrisa se congeló cuando notó que frente a él se encontraba un hombre que nunca había visto antes. Tragando con dificultad, el joven mendigo levantó la cabeza y observó nerviosamente a la persona de la máscara blanca.
Los otros mendigos vieron que las cosas no iban del todo bien y comenzaron a alejarse sigilosamente. El joven, que vió sus acciones, apretó los dientes y los maldijo en secreto.
Por otro lado, el cuerpo del hombre vestido de negro permaneció inmóvil como una roca. El viento que entró por la parte delantera del callejón sacudió su túnica, revelando la insignia de plata incrustada en su pecho, justo al lado de su corazón. Cuando el joven mendigo vió esa insignia, sus pupilas se encogieron y todo su cuerpo tembló.
¡Él lo reconocía!
¡Esa fue la placa otorgada a cada miembro del ejército fantasma de la ciudad subterránea!
Antes de llegar a la barrera, en pueblo en el que vivía el joven mendigo había sido atacado por los Ni Kuilei y casi todas las personas murieron. No obstante, antes de que los sobrevivientes lograran escapar, un grupo de hombres vestidos de negro llegaron al lugar y comenzaron a aplastar a todos los muñecos de barro. El joven mendigo nunca olvidaría aquella escena por el resto de su vida, solo cinco hombres vestidos de negro fueron suficientes para derrotar a cientos de Ni Kuilei en cuestión de minutos, ¡Cada uno de esos hombres eran cultivadores en la etapa primaria de Santo Oscuro!
¡Su poder fue simplemente abrumador!
La frente del joven se cubrió de sudor. Recordó que en aquel entonces, esos cinco cultivadores tenían la misma insignia que el hombre de la máscara blanca. El joven vió al par de ojos bicolor y se sintió más asustado.
Por otro lado, el hombre vestido de negro ignoró su reacción y se puso de cuclillas frente a él.
El rostro del mendigo palideció por completo, no tuvo tiempo ni de gritar cuando sintió un tacto frío y suave sobre su cabeza.
El hombre de la máscara movió levemente el cabello del joven. Las hebras de pelo negro fueron hechadas hacia atrás para revelar un rostro amarillo y sucio. Aunque estaba un poco flaco por la desnutrición, la cara del joven mendigo seguía siendo bonita y bonita, no como una belleza espectacular, pero sí como una persona que fue criada dentro de una burbuja social durante muchos años.
El hombre no apreció la aparición del pequeño mendigo, su mirada estaba fija en el par de ojos azules en la cara de este último.
Después de un largo minuto en silencio, el hombre se puso de pie y suspiró, "Lo siento, me equivoqué de persona."
Antes de que el joven pudiera reaccionar, el hombre de la máscara blanca ya había desaparecido en medio de la oscuridad.
"... ¿Qué diablos fue eso?" El pequeño mendigo estaba estupefacto.
"Miauuu~" El gato que había expulsado antes, volvió por segunda vez y frotó su cabeza contra su pierna.
El joven puso los ojos en blanco, "Estúpido gato, te dije que te fueras."
Aquel mendigo sintió que su vida era injusta, estuvo a punto de patear al gato cuando de repente, notó que dentro de su tazón roto se encontraba un pequeño saco marrón.
Los ojos del joven se iluminaron, rápidamente olvidó al gato y recogió la bolsa.
Al abrirla, una rica fragancia inundó sus fosas nasales y lo hizo salivar.
"¡Pasteles de Luna!" El pequeño mendigo estaba eufórico.
Recordó al hombre de negro y no pudo evitar pensar: '¡Ese señor es realmente una buena persona!'
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Señorita Prodigiosa: La Leyenda Del Doctor Divino
De Todo"Quiero que te cases conmigo" dijo cierto príncipe de cierto país. "¿Estas soñando? ¡Yo se lo pedí primero!" dijo el arrogante rey de los demonios mientras fruncía el seño. *Suspiro* "No veo el motivo de su discusión, al fin y al cabo ella será mía"...