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Laura caminaba por la calle tranquilamente hasta que tuvo que parar para esperar al que semáforo cambiara de color para poder pasar.

Pero de repente y sin ninguna explicación sintió un dolor agudo en el costado acompañado de un picor así que alarmada llevó su mano al lugar, para descubrir que estaba sangrando, luego sin justificación alguna en sus brazos y mejilla derecha se incrustaron pequeños cristales. De un momento a otro las piernas le fallaron haciéndola caer agonizando por ayuda, pero poco a poco le costaba más respirar y cuándo todo empezó a volverse negro entonces Martín se despertó sobresaltado en su cama.

Rápidamente se levantó a por su teléfono y llamó a su mejor amiga con el corazón en la boca.

-Dime. - Contestó Laura al tercer tono.

- ¿Dónde está? - Preguntó Martín intentando sonar calmado.

-En una fiesta de la Universidad. - respondió ella - ¿Por qué? - Preguntó.

-Por nada, por nada. Por favor lleva cuidado y no bebas si vas a manejar. - Pidió él, intentando no preocuparla y chafarle la fiesta.

-Tranquilo, no beberé, te lo juro. - Prometió ella.

-Bien, diviértete entonces. Hablamos mañana. - Se despidió Martín.

-Hasta luego. - Se despidió Laura.

A las cuatro y media de la mañana el móvil de Martín sonó, así que medio dormido contestó

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A las cuatro y media de la mañana el móvil de Martín sonó, así que medio dormido contestó.

- ¿Diga? - Preguntó adormilado.

-Sí, soy yo. - Aseguró Martín empezando a preocuparse.

- ¡¿Dónde?! - Preguntó en un grito.

Cortó la llamada y se vistió a toda prisa con lo primero que pilló, luego escribió una nota y la pegó en el refrigerador. Agarró un casco y bajó a la calle para subirse a la moto, que compraron él y Laura medio año después de volver, y se dirigió al hospital del centro.

Mientras conducía intentaba no pensar en lo peor y concentrarse para no tener un accidente, pero su mente le jugaba malas pasadas, así que se alegró un poco al llegar. Aparcó donde pudo y corrió hasta la recepción.

- ¿Sabe dónde puedo encontrar a Laura Jiménez Bonilla? - Preguntó Martín a la recepcionista.

-Planta dos, habitación setenta. - Dijo la mujer.

-Gracias. - Agradeció y después decidió subir por las escaleras.

Su corazón latía tan rápido que sentía que se le iba a salir del pecho, una vez en la planta anduvo rápido hasta encontrar la puerta número setenta así que tocó la puerta y un enfermero salió.

- ¿Familiar de Bonilla Jiménez Laura? - Preguntó el hombre y Martín asintió.

-Mira, no voy a mentirte. - le dijo -. Será difícil que despierte, el choque la sacó de la carretera, un tubo de metal le hizo una herida muy fea cerca del estómago que no sabemos cómo podría afectarle y antes de llegar aquí había perdido mucha sangre. - Explicó.

-Además las piernas parecen haber perdido la movilidad, pero de eso todavía no estamos seguros. . - Añadió.

- ¿Puedo pasar a verla? - Preguntó con la voz quebrada.

-Sí. - Aceptó el hombre.

Al entrar no pudo evitar echarse a llorar. El ver a su mejor amiga con la mitad de la cara llena de parches y moratones, una intravenosa en su brazo y quién sabe que esconderían esas sábanas blancas. Parecía una muñeca de porcelana que con solo pasar el dedo por su mejilla se desmoronaría en millones de pedacitos y en ese momento Martín odió a todos aquellos irresponsables que cogían el coche pasados de copas.

Él arrastró una silla al lado de la camilla y tomó con cuidado su mano.

-Por favor, que esto solo sea una desagradable pesadilla y al abrir los ojos me llegue un mensaje tuyo diciendo que llegaste sana y salva. - Pidió en un susurro.

-No puedes irte, todavía tienes que graduarte para ser la mejor psicóloga de todos ¿No que querías casarte en un precioso jardín? Si te vas dejarás a tu media naranja por ahí sola. - siguió hablando -Y a ti no te gusta dejar a personas solas ¿Verdad? - Preguntó aún sabiendo que no iba a contestar.

-Por qué eres lo mejor que me ha pasado. Sin ti no habría durado un año allá, sin ti no estaría respirando, te lo debo todo en esta vida y todavía quiero ser egoísta para pedir que te quedes para poder seguir agradeciéndotelo todos los días. - Dijo él.

-Me dijiste que siempre estarías aquí, por favor no lo convierta en una mentira. - Susurró debido a que ya ni la voz le salía.

Apoyó la cabeza en la camilla quedando en una pose un poco incómoda, pero no le importó, se quedó allí llorando en silencio rezando a quién quisiera escucharle hasta que se durmió debido al cúmulo de emociones.

ALONE (Isargas) | acabadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora