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Para desgracia de Martín su hermano pensó que sería buena idea dejarle las llaves de la casa a sus amigos, así que estos se acomodaron en el sofá mientras él seguía cocinando.

Cuándo Alica bajó al salón y se encontró a los chicos conversando con Martín decidió hacer lo que casi toda adolescente de doce años hormonal haría, o sea coquetear.

-Buenas tardes. - Saludó la muchacha con la voz tan empalagosa y dulce que Martín casi vomita.

-Buenas. - Respondieron todos a coro menos su hermanastro que simplemente la ignoró y sirvió su comida.

- ¿A estas horas comiendo, Marto? Me lo esperaba de Villa, pero de ti no. - Comentó Aleho mientras el de ojos verdes se hacía el ofendido.

-Sí, todavía no comí nada. - Respondió el más bajo.

Alicia empezó a molestarse al ver que ninguno de ellos le prestaba atención debido a que Alejandro y Villamil se traían algo entre manos y había que estar muy ciegos para no notarlo. Y luego estaba Isaza que a pesar de hablar con ella, cada minuto se embobaba mirando a Martín.

Porqué sí, Alicia estaba perdidamente atraída de Juan Pablo Isaza y le daba rabia que únicamente tuviera ojos para su hermanastro "¿Que tenía él que ella no?" Era lo que se preguntaba.

Así que ni corta ni perezosa se levantó del sofá y fue en busca de su madre para quejarse de cualquier cosa que hubiese hecho Martín fuese verdad o no, a su madre no le importaba y tampoco iba a dejar que el chico se explicase. Segundos después la casa de la señora Morales se convirtió en un caos de gritos dirigidos al menor de los Vargas y este la miraba sin desplomarse ante el miedo de lo que podría ocurrir, sin soltar ni un sonido a pesar del golpe que recibió en la mejilla.

Aleho y Villamil sujetaban a Isaza para que no armase más jaleo, metiéndose en la discusión, mientras se escondían en la cocina. Cuando la mujer se marchó los tres salieron para encontrarse a Martín en mitad de la sala sin moverse ni un mínimo mirando a la nada, con silenciosas lágrimas bajando por sus mejillas y el labio inferior sangrando levemente.

-Ni una palabra sobre esto. - Dijo Martín con voz fría y sin girarse a mirarles.

Con cuidado Isaza abrazó por la espalda al menor y este se tensó al no estar acostumbrado a las muestras de cariño, debido a que Simón raramente era afectuoso.

-Si un día no puedes más y necesitas un respiro, la puerta de mi casa estará abierta para ti. - Le aseguró el mayor y Martín se giró para abrazarle.

Y cuándo por fin Martín se sentía bien, apoyado, querido y con un lugar seguro al que acudir gracias a un grupo de personas, pronto todo se desmoronó ante sus ojos en cuestión de segundos

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Y cuándo por fin Martín se sentía bien, apoyado, querido y con un lugar seguro al que acudir gracias a un grupo de personas, pronto todo se desmoronó ante sus ojos en cuestión de segundos.

Malta, o ahora Morat, triunfó y ellos se marcharon volviéndole a dejar solo en su infierno. No les pedía que renunciaran a su sueño, pero una llamada o un mensaje habría estado bien. Un recordatorio de que les importaba al menos un mínimo, le daba igual que Aleho o Villa, incluso Isaza le odiaran en realidad, pero no esperó que Simón también lo hiciera.

Y también pasar dos años en una escuela de París, porque su madre no le quería cerca mientras ella formaba su nueva familia, todo eso acabó de quebrarlo.

Dos dos después (más o menos) Morat regresó a Bogotá.

- ¿Sabes algo de Marto ya? - Preguntó Aleho mientras Simón marcaba el número por sexta vez en el día.

-Nada, según mi madre Martín dejó de vivir allá hace dos años, más o menos, y preguntarle a mi padre sería tontería. - Respondió el de gafas guardando el móvil cansado de que no le contestara.

Durante la semana que volvieron se dedicaron a buscar al menor de los Vargas, pero no dieron con él.

- ¡Lo encontramos! - Gritó Villamil llegando junto a Isaza dónde los otros dos estaban.

- ¿Cómo? ¿Dónde? - Preguntó Simón alterado.

-Arturo, el que iba a nuestra clase, nos dijo que estaba en un apartamento de estudiantes dos calles más abajo. - Respondió Isaza.

El grupo caminó por las calles encabezados por el del sombrero hasta el lugar, piso y puerta indicado Simón impaciente se colocó al frente del grupo y tocó el timbre.

Cuándo la puerta se abrió dejó ver a un chico un poco bajo de cabello castaño recogido en un moño, piel pálida y unas ojeras leves bajo los ojos chocolate.

- ¿Marto? - Preguntó Simón y el chico hizo una mueca de desagrado.

-Martín, si no te importa. - Dijo él cortante, dejando a todos en shock.

- ¿Qué es lo que quiere? - Preguntó Martín mirando a los demás con aburrimiento.

-Hace tiempo que no... - habló Simón -. Al grano, Vargas. - Le cortó su hermano.

- ¿Recuerdas que te dijimos sobre la banda Morat? - Preguntó y el aburrimiento de Martín pasó a ser una mueca de odio.

-Tengo que estudiar. - Se excusó el otro y les cerró la puerta en la cara.

-En eso de cerrar puertas en caras ajenas no cambió. - Comentó Villamil intentando aligerar el ambiente.

ALONE (Isargas) | acabadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora