Caminó por automático, como sus pies tuvieran vida propia y simplemente sus ojos veían todo lo que estuviera delante de él por inercia. Estaba cansado, con sueño y hambriento, pensando en qué dijo de manera incorrecta o capaz fue muy entrometido. No lo sabía. Ya no sabía cuál era el límite por más que siempre intentaba mantenerse al margen como un buen amigo. Y que si lo hacía era el simple hecho de sentirse responsable o ¿era el amor que sentía? O, capaz, ambos para su infortunio. No lo sabía, sin embargo, había algo claro: él era el tercero que sobraba y que iba de entrometido.
Su charla con Isa fue de mal a peor y ni supo en qué momento de desbocó. Él sintió cómo ella lo llevaba a un lado del jardín de aquel lugar, donde no hubiera gente y pudieran habla tranquilos a la luz de la luna. No sabía cómo iba a empezar ni qué iba a decir, pero tenía claro que quería llevársela de ahí. Que, si bien ese lugar podría ser conocido para ella, él no podía dejarla ahí. No la sacó de Corea para eso y entonces, ella volteó y sus ojos cafés lo miraron. Ninguno de los dos sabía cómo empezar. Isa se sentó en una banca que tenía cerca, mientras unas luciérnagas los iluminaban la escena haciendo ver más hermosa que en aquella fiesta. Él la acompañó a mirar el lago. El silencio era el mejor compañero en ese momento, para esas circunstancias, pero a la vez un preámbulo aterrador que daba inicio a un espectáculo tétrico.
-Tú brazo... ¿cómo sigue? -rompió el hielo.
-B-bien. En estos meses... he podido mover el pulgar.
-Me alegro. Eso es una buena noticia. -le sonrió.
-Capaz... -Isa no sabía si eso era bueno o no. Capaz lo era con respecto al primer diagnóstico que le dieron los médicos después del accidente, pero habían pasado meses desde ello y solo podía mover un poco el pulgar. Solo un poco y el tiempo pasaba dejándola atrás como objeto perdido sin ser reclamado. Su boda, sus estudios, su composición como esos bebés que nunca llegaron, todo se fue quedando lejos de ella.
-Lo es. -le dijo- Los doctores... fueron duros, pero les estás demostrando que no es así.
-V... -lo miró. Ese hombre era bueno, un ángel ante todo su tormento- Gracias.
-No sabía que cantaras tan bien. -le sonrió.
-Ah... eso. Sí, no era mi fuerte en comparación con los instrumentos o la escritura, pero ¡sorpresa! -lo último lo dijo con amargura. Ahora solo eso le quedaba. Nada más. Las heridas aún estaban ahí, abiertas. No sangraban, pero el hecho de tocarlas dolía al rojo vivo. Pensar que solo podía cantar en lo más bajo de la sociedad, en la misma sombra. Capaz siempre debió ser así y ella no se dio cuenta.
-Isa...
-Perdona. No fue mi intención. -miró a las luciérnagas- No quise preocuparlos. Ni a Zen ni a ti, solo que... no sabía bien cómo explicarles esto.
-¿De los yakuza?
-Sí, yo no sabía cómo hablar de esto... -y pensó en ese hombre- Preferimos aléjanos de... todo esto. Mi padre con mi tío consideró que era mejor darnos una nueva cara, una nueva vida lejos de esto. Y que formáramos vidas "normales". -suspiró- Pero...
-¿Pero? -él la escuchaba detenidamente.
-"Pero la sangre llama", o eso dicen. Un día... encontré este broche. -señaló el de su pecho- Era un regalo incluso antes de que ellos se casaran para mí, como una tradición familiar. Cosas de las cuales no puedes desprenderte. Es simple y básico, pero único. Con una carta, esperando que ese hijo que tendrían en un futuro... sea protegido. Jiro también había encontrado el suyo, así que fue decisión de ambos venir aquí de niños. Sabiendo que podría pasarnos algo. Incluso fuimos castigados por mi tío cuando se enteró. No salí por seis meses de casa, pero como todo un yakuza que va contra las ordenes, volvimos y conocimos a Lei.
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PÉTALOS CAÍDOS [SEGUNDA TEMPORADA]
FanfictionSecuela de "Miles de Pétalos". Ha pasado un tiempo desde esa noche en donde todo acabó, los pétalos en los árboles han caído. Dando paso a unos nuevos, intentando florecer mejor que antes. Porque ante todo; si el tronco se mantiene firme, florecerá...