"¡Malditas escaleras!", fue lo que pensó en el momento que llegó y tenía que subir esos escalones de piedra. Estaba cansada, agotada de todo ese día y ahora esas escaleras de piedra tenía que subir para llegar a su casa. El frío aire otoñal movía los mechones de su cabello, mientras daba un gran bocado de aire lista para hacerlo. Dio un paso tras otros mientras sus doncellas la seguían por detrás. Su rostro estaba neutral, daba sonrisas cuando alguna persona bajaba del templo y le deseaban las mejores bendiciones a ella. Claro, ser el líder de una de las familias más importantes de Corea la hacía foco de multitudes, y estás querían de ella. Bastaba con una alzada de mano o una sonrisa. Aquella joven sabía que eso era normal y era su rutina, pero por más que le hacían preguntas o ella preguntaba por cordialidad, solo podía pensar en aquel muchacho de cabellos blancos y qué tenía en su abuela en su cabeza. Una cosa era prestar socorro a alguien y otra es darle hasta un cuarto en el templo principal.
Sus pensamientos recordaban todo, desde el momento en que lo vieron tirado en los muros de su templo hasta como los sirvientes lo ayudaron a subir. Ese chico tenía una mezcla de sangre y sudor indescriptible. Tuvieron que llamar al doctor de la familia para que lo revise.
-Haga lo necesario, por favor. -dijo su abuela.
El hombre asintió mientras fue a atender a ese joven que no paraba de desvariar. Entre sus gritos pedía que los perros se alejaran, que alguien no lo dejara y que otra volverá. Su casa era un mar de gritos de ese chico a más no poder. Tanto que sintió que podría darle un paro de tanto susto. Varios sirvientes tuvieron que intervenir para sujetarlo a la cama cuando el doctor ponía uno de sus huesos en su sitio, así como cuando limpiaban la herida. Sea como se llamase ese chico, sus gritos hacían volar a las aves que residían en el templo. Akira, la joven líder, miró todo desde la distancia, pero dentro de esa habitación. Su abuela había ayudado a ese joven que solo se la paraba gritando, pero claro, ella la ser el líder esa familia tenía la última palabra.
"Otra carga más..." pensó.
Y es que no sabía. ¿Qué se supone que debía hacer? Tenía el estrés de todo el trabajo como líder. Entre reuniones con el emperador, el presidente como con varios funcionarios públicos. Sin mencionar que las festividades de otoño se acercaban y el ascenso de otra familia estaba por darse. Y su abuela ahora le otra carga. Una carga que ahora lucía calmado en cama después de días de lucha. Completamente dormido con varios vendajes en su cuerpo.
-Parece... un ángel... -decía su abuela cuando se acercó a Saeran que ya estaba profundamente dormido.
-Un ángel de la muerte dirás. -Le contestó Akira.
-Akira... -la anciana la miró.
-Perdón. Estoy cansada. Sabes todas las cosas que tengo que hacer y ahora... -ni sabía cómo continuar- Podríamos llamar a la policía, capaz su familia lo esté buscando.
-¿Tú crees eso? -acarició la mejilla del albino- Siento... que este niño no tiene a nadie en este mundo.
-Eso que habla es tu buen corazón. -suspiró- Te he dicho que, si quieres que se quede, hazlo. No me pienso oponer.
-Pero tú no quieres, tu no sientes ese auxilio que desprende.
-¿eh? -la joven no entendía- Mira... no me pidas tu sabiduría cuando tengo solo veintisiete. No soy inhumana, veo que este joven escapó de alguien que lo quería muerto, pero esto sería mezclar a la familia en lo desconocido.
-Es un riesgo, pero.... -la anciana no quitaba la vista de Saeran. Ella no veía a un joven, sino a un pequeño niño dormido- tiene fiebre. -dijo cuando acarició su frente.
-El doctor dijo que sería normal, él está luchando. Sí, sé que te refieres que tenemos esos... "nexos".
-Me recuerda a tu hermano, deben tener la misma edad.
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PÉTALOS CAÍDOS [SEGUNDA TEMPORADA]
FanfictionSecuela de "Miles de Pétalos". Ha pasado un tiempo desde esa noche en donde todo acabó, los pétalos en los árboles han caído. Dando paso a unos nuevos, intentando florecer mejor que antes. Porque ante todo; si el tronco se mantiene firme, florecerá...