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-EN-226-TH -murmuro para mí mientras paso el índice por la hilera de ejemplares perfectamente ordenados en la estantería-, EN-226-TH...

La balda se termina y no encuentro el libro. Frunzo el ceño y miro a mi alrededor. Debo de haberme equivocado. Giro sobre mis pies y regreso al pasillo principal. Examino el letrero con flecha incluida. Efectivamente, no sólo me he equivocado de estantería, sino también de sección.

Manoban, eres un absoluto desastre, me digo.

Avanzo unos pasos inspeccionando a ambos lados, y, al fin, encuentro el pasillo de clásicos contemporáneos ingleses. Asiento suavemente y me adentro en él. Sin embargo, apenas he caminado un par de metros, cuando doy un respingo y, con rapidez, regreso al corredor principal. ¡Hay una pareja montándoselo en el suelo!

-Lo... lo siento -tartamudeo a la vez que rompo a reír. Lo hago siempre que estoy nerviosa. Mi padre dice que es una costumbre adorable, pero no creo que sea una opinión imparcial.

-¿Lisa? -oigo que me llaman cuando ya me he alejado varios metros.

Me freno sorprendida por haber oído la voz que acabo de oír y me vuelvo de nuevo.

-¿Rosé? -pregunto extrañada, mirando cómo mi mejor amiga y compañera de piso se revuelve para tratar de colocarse bien el sujetador y bajarse la camiseta debajo de un chico con pinta de jugador de fútbol universitario-. ¿Qué haces ahí?

-Despedirme de Preston -responde ajetreada mientras los dos se levantan.

Observo al muchacho más concienzudamente.

-¡Ése ni siquiera es Preston! -me quejo.

-Me voy a Kosovo -gimotea ella como si eso le diera una gran carta blanca sexual.

El chico termina de arreglarse la ropa y recoge su mochila del suelo.

-Adiós -le despide Rosé pizpireta dedicándole una enorme sonrisa.

-Adiós, preciosa -responde él echando a andar.

Espero a que se marche y vuelvo a prestar atención a Rosé, que se sacude enérgica la falda.

-¿Sabe el verdadero Preston que ya tienes un nuevo Preston? -comento socarrona.

-¿Por qué seguimos hablando de él? Ya es historia -comenta emprendiendo la marcha.

La sigo.

-¿El nuevo o el viejo?

Rosé se frena en seco y me hace un mohín. Yo le dedico mi mejor sonrisa en absoluto arrepentida y ella acaba haciendo lo mismo.

-¿Nos vamos a comer? -inquiere deteniéndose de nuevo, esta vez frente a la pantalla de un portátil apagado sobre una de las mesas de estudio, que utiliza como espejo improvisado para arreglarse su melena rubio ceniza-. Nayeon ya debe de estar esperándonos.

Niego con la cabeza.

-Adelántate tú. Yo iré en cuanto pueda. Tengo esa entrevista con el profesor Masterson, ¿recuerdas?

-¿Por las jornadas? -especifica recogiendo su bolso y acercándose a mí.

-Sí, hoy me dirán si soy una de las ponentes.

Las jornadas en realidad son las «Jornadas de Autores Noveles de Nueva York» que organiza cada año la Universidad de Columbia. Conseguir una ponencia en esas jornadas es el mejor escaparate que una escritora novel como yo puede obtener en esta ciudad. El reconocimiento es prácticamente inmediato.

-La verdad es que estoy un poco nerviosa -confieso.

Rosé suelta un bufido.

-Vas a conseguir una ponencia, porque eres una excelente escritora -me anima sin asomo de dudas-. Yo todavía tengo fantasías con Liam.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora