·24·

3.8K 376 317
                                    

—Pues lo es. —Oigo la voz de Jennie a mi espalda.

Gracias a Dios.

Jennie camina hacia mí, me coge de la mano y tira hasta colocarme a su espalda.

—¿Qué coño te crees que haces? —ruge el serbio situándose frente a ella.

—¿Qué coño te crees que haces tú? —responde Jennie sin amilanarse—. ¿Te gustó cuando bombardearon tu queridísima Serbia? ¿Quieres que vuelvan a hacerlo ahora? Somos norteamericanas, reducirán este agujero a cenizas si nos tocáis un solo dedo.

El tipo parece captar el mensaje, porque da un paso atrás sin apartar la mirada de Jennie.

Sin embargo, cuando estamos a punto de volvernos para marcharnos, el hombre hace un rápido movimiento y, antes de que Jennie pueda hacer nada por evitarlo, la encañona con un arma.

No. No. No.

Suspiro de puro miedo y me tapo la boca con las dos manos sin poder dejar de mirar el arma.

—¿Sabes? —dice apuntando a Jennie directamente al corazón, pero sin llegar a tocarla—. Si morís aquí, morís en Kosovo —pronuncia la última palabra con desprecio—, así que, si uno de vuestros malditos aviones se lo lleva por delante, lo consideraré un trabajo bien hecho.

—Si toda la basura como tú muere con la primera bomba, lo mismo digo —responde Jennie intimidante.

No sólo no está asustada, sino que no piensa permitir que el tío que la encañona crea que tiene alguna posibilidad de ganar esta situación.

El serbio se ríe y con él algunas de las personas que nos observan, pero Jennie permanece impasible.

—Eres una gilipollas —replica cuando sus desagradables carcajadas se calman—, y no parece que te importe morir —sentencia amartillando el arma.

No, por favor, no.

—Lisa, márchate —me ordena Jennie.

No, no pienso irme. No pienso dejarla aquí.

—La chica no va a ningún sitio.

—La chica se larga de aquí —ruge ella, dando un paso hacia delante y poniendo el frío cañón del arma en contacto con su pecho.

Jennie comienza a hablar en serbio, un susurro ronco con la mirada clavada en los ojos de ese malnacido sin una pizca de nerviosismo, de miedo, como si no le importara lo más mínimo que estuviese a un disparo de vivir o morir, como si, a pesar de todo, ella siguiese controlando la situación.

El hombre suspira con fuerza y endurece el agarre de su mano sobre la pistola. Gruñe algo en serbio y de inmediato dos hombre se levantan, me arrancan del lado de Jennie y me llevan hacia la puerta.

—¡No! —grito—. ¡Sol… soltadme! ¡No pienso dejarle!

Pero poco parecen importarles mis quejas. Salimos a la calle y me empujan tirándome al suelo a unos pocos metros. Yo me revuelvo y me levanto prácticamente en el mismo segundo en el que caigo y los miro desafiante. No voy a marcharme sin Jennie.

Uno de los tipos me mira con una sonrisa en los labios. Está claro que no le resulto mínimamente intimidante, pero no me importa. No pienso dejarla tirada en ese nido de fanáticos. Doy un paso adelante dispuesta a decir que o lo sacan de ahí o llamaré a la KFOR cuando Jennie aparece, pasa entre los dos hombres y camina directo hacia mí.

—Vamos —ruge cogiéndome de la mano y obligándome a empezar a andar.

—¿Cómo has… cómo has conseguido que… que te… te soltaran? —pregunto ya a unos pasos del bar.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora