Un fortísimo estruendo me hace levantarme de la cama de un salto. El cielo de color naranja me recibe desde la inmensa ventana. El calor es sofocante. Los F-16 y las bombas se oyen cada vez más lejanas. Despacio, me dejo caer de nuevo sobre el colchón y mi respiración comienza a relajarse. Sin embargo, no puedo apartar la mirada del ventanal, de ese cielo de un color diferente.
¿Cómo sería mi vida si me hubiese quedado en Nueva York? ¿Cómo sería si no hubiese decidido cruzar Bryant Park cuando salí de la biblioteca aquella mañana?, ¿si hubiese huido de Jennie cuando todos mis instintos me lo suplicaron?
Abro los ojos. La luz del sol me molesta. Los vuelvo a cerrar.
En ese preciso instante, el incómodo sonido de mi despertador satura cada rincón de la habitación. Tengo que levantarme. Me meto en la ducha como cada mañana y, también como cada día desde que conocí a Jennie, mi mente es una maraña de autoengaño, suspiros y ojos azules desde primera hora.
«Cuanto más guapa, más problemas te traerá.» La mujer despechada que creó esa frase se merece el premio Nobel de las relaciones sentimentales.
Estoy calzándome mis botas de media caña cuando llaman a la puerta. Frunzo el ceño y alzo la barbilla mientras mantengo la bota cogida por los extremos y empujo el talón. ¿Quién será? Vuelven a llamar, esta vez más insistentemente.
—Voy —respondo levantándome, alisándome mi vestido y echando a andar.
Cuando la veo al otro lado de mi puerta, el corazón me da un vuelco. ¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere? Las preguntas se mezclan en mi garganta atolondradas sin que salga ninguna.
—Hola —me saluda Jennie.
Yo dejo escapar un largo suspiro y alzo la barbilla altanera manteniéndole la mirada. Puede que una vez más esté tan injustamente guapa que me haya robado hasta el habla, pero no pienso permitir que ella lo sepa y, mucho menos, que crea que tiene a la tonta enamorada esperando a que venga a buscarla.
Aún estoy demasiado confusa y enfadada por todo lo que pasó ayer.
Jennie no dice nada dejando que yo hable. No pienso hacerlo. Su reacción no se hace esperar y resopla malhumorada a la vez que tiene la mirada perdida al fondo del pasillo, sólo un segundo, justo antes de clavar sus indescifrables ojos en los míos de nuevo.
—Te vienes conmigo —dice sin más, inclinándose sobre mí, tirando de mi muñeca y obligándome a salir de la habitación.
—Suéltame —prácticamente le grito zafándome de su agarre y dando un paso atrás—. No pienso ir contigo a ninguna parte. Además, tengo que ir a trabajar con Milo.
Por si te quedaban dudas, Kim.
Jennie entorna los ojos y de inmediato saca su iPhone del bolsillo. Marca un número y espera impaciente a que lo cojan. Yo, en lugar de cerrarle de un portazo en la cara y bajar trepando por la fachada, estoy de pie, mirándola como si estuviese hechizada.
Desde luego tengo que ser rematadamente idiota.
«O ella es rematadamente atractiva.»
Voz de la conciencia, cállate. No ayudas.
—Milo, soy Kim. —Cuando escucho a quién llama, la que entorna los ojos soy yo. ¿Qué está tramando?—. Voy a ir a la parte norte de la ciudad y veré a Mijaíl. Quizá haya recibido algo de contrabando y puedas llenar de vendas ese dispensario cochambroso en el que trabajas… No, no hace falta. Me llevaré a Lisa —añade sin levantar sus ojos de los míos, con una arisca sonrisa en los labios—. Avísala y dile que la espero en el bar del hotel.
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Color Naranja - Jenlisa
FanfictionLalisa Manoban es una chica normal que lleva una vida de lo más normal. Trabaja como camarera, pero su ilusión es ver publicada su primera novela. Lo más emocionante de su día a día lo protagoniza su amiga Rosé, quien acaba de recibir una beca de pe...