·17·

3.7K 421 219
                                    

Desde luego, el universo siempre me guarda las mejores para el final.

—¿Qué… qué haces aquí? —pregunto sorprendida dejando el botellín sobre la pequeña mesita.

¿Y por qué es de madrugada, estamos en un país en guerra y tú estás así de guapa mientras yo voy en pijama y tengo el pelo hecho un desastre? ¡Qué injusto, maldita sea!

—Muñeca, no tienes derecho a preguntar si apareces descalza y en pijama.

Le hago un mohín a la vez que me cruzo de brazos. Sonríe satisfecha.

Es una imbécil.

—¿Qué haces aquí? —repito, en parte porque tengo curiosidad, pero, sobre todo, porque necesito que empiece a tomarme en serio urgentemente.

Jennie me observa de arriba abajo llena de descaro y una dosis inimaginable de arrogancia.

—Estaba saboreando el momento —responde con una sonrisa increíblemente satisfecha.

—¿Saboreando el momento? —digo confusa, convirtiendo sus palabras en una pregunta.

¿A qué se refiere?

—La noche es cálida —continúa ceremoniosa—, mi cerveza está helada, soy la persona más inteligente en cien kilómetros a la redonda…

—Eso dice muy poco de esos cien kilómetros —la interrumpo insolente, soltando una sonrisilla, encantada con mi propia broma.

—Las jovencitas me citan —sentencia inclinándose hacia delante y paladeando, esta vez, mi reacción.

Luce la sonrisa más presuntuosa, satisfecha e impertinente que he visto en todos los días de mi vida.

—¿Qué? —inquiero con una voz demasiado aguada.

¡No me puedo creer que se haya enterado! Tiene que ser una pesadilla.

—Milo estaba impresionado por lo que le habías dicho esta mañana y me lo contó. Ya te imagino con los ojos vidriosos y aleteando las pestañas mientras pensabas en mí.

Le tiro lo primero que veo, un pequeño cenicero de plástico. Jennie se cubre con el antebrazo. Le doy, pero no le hago daño.

—Eres una gilipollas odiosa —siseo girando sobre mis pies.

No pienso quedarme a ver cómo ella se ríe otra vez de mí. Sin dudarlo, estira su perfecto cuerpo, me agarra de la muñeca y en un fluido movimiento me sienta a horcajadas sobre ella. Milagrosamente contengo un suspiro.

Es lo mismo que hizo en el camión justo antes de besarme. ¿Va a besarme otra vez? Desde luego me apunto a eso.

—No te enfades, muñeca —me pide con su espectacular voz hecha fantasía imposible de ignorar para mí—. No podía dormir.

Jennie clava sus ojos en los míos y otra vez son el pistoletazo de salida a todo lo que de forma instintiva despierta en mi cuerpo. Le pertenezco y ni siquiera sé cómo ha pasado.

—Me siento culpable —se sincera acariciando con suavidad la herida de mi frente con los dedos, siguiendo el movimiento con sus increíbles ojos azules.

—¿Por qué?

Algo dentro de mí me grita que no se refiere a mi herida o a haberme llevado a la incursión.

—Por muchas cosas, muñeca —responde en un susurro ronco, indomable.

—Ahora no estamos haciendo nada malo —replico.

Mi voz también se ha agravado.

La deseo. La deseo más que a nada.

—El problema no es lo que estamos haciendo ahora, es todo lo que quiero hacerte.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora