Poco a poco me voy acostumbrando de nuevo a mi vida en Nueva York. Trabajo en el Delightful a jornada completa y uso mi tiempo libre para preparar el libro. Leo el Times todos los días en busca de crónicas de Jennie. Las primeras llegaron desde Nigeria; las siguientes, desde Osetia del Norte, cerca de Rusia, Irak, Israel, la frontera entre las dos Coreas… Y, antes de que me haya dado cuenta, la primavera ha llegado de nuevo. Estamos a finales de abril y vuelve a hacer calor.
—Mira lo que tengo aquí —dice Rosé atravesando la puerta del Delightful y haciendo sonar la campanita mientras agita un sobre dorado con una mano.
—¿Una carta de amor de uno de tus Preston? —pregunto socarrona, limpiando la cafetera con una bayeta.
—Owen es mi único Preston y lo sabes —responde apoyándose en la barra—. Me quedan ciento diecisiete días para volver a verlo —se queja en un bufido.
Jamás pensé que vería a Rosé esperando a un chico todo ese tiempo.
—Bueno, si no es una carta de amor, ¿vas a decirme ya lo que tienes en ese sobre tan cursi?
Rosé asiente con una sonrisa de oreja a oreja, abre la carta dorada y saca lo que quiera que hay dentro.
—Tengo dos entradas para la ceremonia de los premios Pulitzer de mañana —responde pletórica enseñándome un trozo de papel ribeteado también en dorado y en el que puede leerse «Roseanne Park y acompañante»—, y tú, señorita afortunada, vas a venir conmigo.
Trago saliva y abro la boca dispuesta a decir algo; como no sé el qué, vuelvo a cerrarla.
—Me… mejor llé… llévate a Nayeon —alcanzo a pronunciar al tiempo que me vuelvo y comienzo a limpiar de nuevo la cafetera que ya había limpiado.
—Lisa —me reprende Rosé.
—No… no pinto nada en una ceremonia así.
—¿Es porque el artículo que escribió Kim antes de marcharse está nominado?
Dejo de pasar la bayeta frenéticamente y hundo los hombros derrotada. Una parte de mí quiere pasarse el resto de sus días llorando con la música de Bonnie Tyler a todo volumen y el pijama de franela con el mayor número de corazones que pueda encontrar; la otra la mantiene a raya, se levanta cada día, viene a trabajar y trata de reconstruir mi pobre corazón. ¿Qué posibilidades tiene cualquiera de las dos de sobrevivir si voy allí y me paso la noche oyendo hablar de ella, de cuán gran periodista es? ¿Cómo se supone que debo contestar cuando digan que ese artículo revolucionó al país por ser el más sentido alegato antibelicista desde el Imagine de John Lennon si para mí, además de todo eso, significó muchas más cosas?
—No puedo ir —me sincero dando un par de pasos hacia la barra. —ella no va a estar allí.
—Lo sé
—Entonces ¿por qué no puedes acompañarme? —trata de convencerme llena de empatía—. Será genial y es todo un acontecimiento cultural.
—Lo sé —repito.
En otras circunstancias jamás diría que no.
—Lo siento, Rosé. No puedo.
Mi amiga estira las manos por encima de la barra y coge las mías.
—Hace un año que la conociste, pronto hará uno desde que os separasteis y ya casi han pasado tres meses desde que la viste por última vez. La última crónica la escribió desde Afganistán. Sé que es muy duro, pero tienes que empezar a pensar que quizá no regrese nunca.
Asiento.
Nunca me permito pensarlo, pero en el fondo es la pura verdad. Puede que Jennie no vuelva nunca y yo tengo que comenzar a seguir adelante con mi vida.
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Color Naranja - Jenlisa
FanfictionLalisa Manoban es una chica normal que lleva una vida de lo más normal. Trabaja como camarera, pero su ilusión es ver publicada su primera novela. Lo más emocionante de su día a día lo protagoniza su amiga Rosé, quien acaba de recibir una beca de pe...