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Hay un ruido sordo e incesante.

Me molesta.

Gruño y me aparto los mechones de la cara. Hace mucho calor. Apenas he podido dormir desde que regresé a la habitación. Cuando al fin conseguí volver a pegar ojo, ya había amanecido. El ruido se hace más pesado. Es la puerta.

Abro los ojos y me bajo de la cama a regañadientes. Tengo la sensación de que últimamente siempre me levanto de mal humor.

—Te espero en la habitación de Jisoo —me dice Rosé echando a andar hacia la escalera en cuanto abro.

—No puedo. Ni siquiera me he vestido.

Además, no me apetece lo más mínimo ver a Jisoo después de lo que me dijo anoche. En realidad, no me apetece ver a nadie.

—¡Habitación 312! —grita ya subiendo los primeros peldaños, ignorándome por completo—. No te retrases.

—¡Rosé! —protesto, pero es inútil.

Pongo los ojos en blanco, resoplo exasperada y cierro la puerta aún más enfurruñada que antes. No estoy de humor.

Me doy una ducha rápida y me pongo el primer vestido que encuentro. Subiré, le diré a Rosé que quiero quedarme trabajando en mi novela y volveré a mi cuarto. Será mi fortín. Hoy no pienso enfrentarme con el mundo.

Ya en la tercera planta, llamo con timidez a la puerta 312. Apenas unos segundos después, Rosé me abre, me lanza un escueto «hola» y regresa al interior. Está llena de energía.

—Pasa —me pide rebuscando unos papeles en su bandolera apoyada en una bonita mesa de centro.

La habitación es enorme, casi tan grande como la de Jennie, y muy luminosa. Al mirar el enorme ventanal, caigo en la cuenta de que es justo la de encima de la suya, sólo que ésta no parece tener terraza.

Rosé sigue atareada y yo me permito dar un paseo y curiosear un poco más. Esta habitación también tiene dos estancias comunicadas por un arco en el centro de la pared, pero aquí todo parece muy aséptico, muy impersonal.

—A cambio de un reportaje sobre la construcción del nuevo edificio de telecomunicaciones de su empresa, Jisoo va a conseguirme pases para poder ir a la presentación de los nuevos blindados que el Gobierno norteamericano cederá a la KFOR —me explica eufórica.

Su explicación me hace mirarla confusa.

¿Desde cuándo es emocionante una presentación de tanques? A no ser que vivas en Misuri y seas un entusiasta de la segunda enmienda, suena de lo más aburrido.

—¿Desde cuándo te interesan esa clase de cosas? —pregunto acercándome.

—Desde que esas presentaciones están llenas de altos cargos militares y civiles que pueden ser muy buenos contactos para una periodista joven y guapa como yo.

Sonríe encantada y yo no tengo más remedio que hacerlo con ella. Va a volverlos completamente locos hasta que acepten contarle todo lo que quiera saber.

En ese instante, Jisoo sale de la segunda estancia con varios dosieres en las manos. Al reparar en mi presencia, ralentiza el paso y da uno más por inercia. No me esperaba. No la culpo. Yo tampoco quería venir.

—Hola, Lisa —me saluda amable.

—Hola —murmuro alzando con suavidad la mano para confirmar mi saludo.

Al margen de lo que pasó, Jisoo me cae bien.

—¿Estás bien? —inquiere acercándose unos cuantos pasos, imagino que para que Rosé no pueda oírnos.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora