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Todos le prestamos atención, pero ella sólo mira a Owen.

-Jennie... -trata de calmarla levantándose.

-¿A qué coño habéis venido? -replica interrumpiéndolo-. ¿A ver cómo los masacran? Joder, no pienso permitir que lo hagáis otra vez.

Y ese último comentario no es para nadie, es para ella. Una especie de recordatorio.

-Las cosas se están complicando... -trata de explicarse Owen alzando suavemente las manos.

-¡Han matado a una familia entera!

De pronto todo parece quedarse en el más absoluto silencio. Jennie está triste, dolida, furiosa, decepcionada.

-Había dos críos, joder -continúa casi desesperada, pasándose las manos por el pelo-. Los paramilitares serbios los sacaron de su casa y los mataron delante de una patrulla de reconocimiento de Cascos Azules que no pudo hacer nada por evitarlo por no estar autorizada -sentencia con un odio y una rabia atronadores.

-Jennie, siento que hayas tenido que verlo y lo siento por esa familia. ¿Crees que no me gustaría poder hacer algo?

-¡Pues hacedlo, joder!

Jennie vuelve a pasarse las manos por el pelo y las deja en su nuca a la vez que gira sobre sus pies y se aleja un par de pasos en un paseo nervioso, acelerado, con un enfado demasiado intenso comiéndole por dentro. Sin saber por qué, me levanto. Lo cierto es que no sé qué hacer ni qué decir. Tengo el corazón encogido y ese peso muerto que tira de mi estómago y lo aprieta vuelve una vez más. Necesito consolarla.

-Kim, no tienes ni idea de lo que hablas.

La voz llega a mi espalda. Me giro justo a tiempo de ver cómo la estela de un uniforme mimético militar bordea la mesa y se coloca frente a Jennie. No distingo quién es ni tampoco sé leer su rango, pero está claro que es un oficial de los Cascos Azules. Jennie se detiene en sus frenéticos paseos y baja las manos en un gesto brusco y arrogante.

-¿Y tú sí, Holland? -replica dando un amenazador paso hacia él-. ¿Cuántos muertos has visto desde tu bonito despacho en el cuartel general de la KFOR?

El militar frunce el ceño visiblemente incómodo.

-No te pases -le advierte el informado.

-No te pases... tú. -Su voz es amenazadoramente suave. Mucho más dura que un grito. Mucho más intimidante que cualquier amenaza-. ¿De verdad pensáis que estáis ayudando a alguien?, ¿que hacéis algo bueno por este lugar por levantar un maldito puente que la OTAN bombardeó hace nueve años? Seguid así y no quedará un jodido kosovar para cruzarlo. Sois unos gilipollas.

En esas últimas tres palabras ha habido provocación, rabia, arrogancia, pero, sobre todo, unas cristalinas ganas de pelearse, de sacar lo que lleva dentro partiéndose la cara con el primero que le dé una oportunidad.

El oficial la empuja haciéndola dar un paso hacia atrás. Milo y Rosé se levantan de golpe y los tres vemos la media sonrisa de perdonavidas de Jennie antes de abalanzarse sobre él y propinarle un puñetazo. El militar se tambalea, pero, cuando Jennie va a darle un segundo golpe, Owen y Milo se colocan en medio de los dos y este último la obliga a alejarse empujándola, haciéndola caminar hacia atrás.

-¡Eres una desgraciada, Kim! -grita Holland.

Jennie no contesta, parece en otro mundo con la vista fija en él y los puños cerrados con fuerza. Milo intenta sacarla del bar, pero no lo consigue.

-Jennie -la llama tratando de calmarla-. ¡Jennie, joder!

La voz de su amigo parece traerla de vuelta, pero no se lleva la rabia. Jennie se zafa brusca de su agarre. Se pasa la mano por el pelo una última vez contemplando a Holland con la ceja rota, con absolutamente todos los presentes en el bar atentos a la situación y, tras soltar un juramento ininteligible, se marcha escaleras arriba.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora