Salimos del hotel y caminamos hasta el mismo viejo jeep militar. Me abre la puerta y espera paciente a que me monte.
Cuando ella lo hace, arranca y la música vuelve a sonar. No reconozco la canción. No es la misma de antes. Se incorpora a la calzada sin mucho cuidado y, rápido, nos adentramos en la urbe.
Conduce a una velocidad bastante alta teniendo en cuenta lo caótico del tráfico. Ya no parece tensa ni incómoda. Me recuerda a la Jennie Kim de Bryant Park.
Decido dejar de mirarla, aunque sea de reojo, eso no me lleva a ninguna parte, y me centro en la ciudad. Abro mi bolso y saco la guía. Quiero saber exactamente dónde estamos. El problema es que nunca he sabido orientarme muy bien y preferiría morirme antes que preguntárselo a ella.
Jennie me observa un segundo y vuelve a hacer ese gesto tan sexy de apretarse el labio con los dientes antes de sonreír con algo de malicia. Para desgracia del género femenino, una sonrisa de lo más sexy.
—¿Has traído una guía de viaje?
—Sí, una guía, Kim. Vienen muchas fotos y palabras y tú tienes que leerlas —hago una pausa absolutamente a propósito—, las palabras, no las fotos —añado socarrona.
Estoy tan satisfecha por mi propia broma que comienzo a reír, pero, cuando de forma involuntaria gruño como un cerdito, paro avergonzada y mis mejillas se tiñen de inmediato de un rojo brillante. Jennie Kim me mira de reojo y una sonrisa tenue pero sincera aparece en sus labios. Me gusta esa sonrisa.
—Parece una guía muy interesante. —¿Está siendo amable? Me temo lo peor—. ¿Viene la mezquita del mercado?
Frunzo el ceño confusa.
—No lo sé —respondo mientras reviso las páginas tratando de encontrarla.
—Comprueba si las visitas en grupo continúan o se han cancelado temporalmente por culpa de la guerra —sentencia riéndose de mí una vez más.
¡Qué capulla!
Abro la boca dispuesta a defenderme, y de paso llamarla de todo, pero me contengo.
No voy a entrar en su juego de ninguna manera.
Gilipollas. Gilipollas. Gilipollas.
Jennie sonríe más que satisfecha y yo cierro el libro de golpe y lo meto de nuevo en mi bolso. Si no fuera porque no tengo ni la más remota idea de dónde estamos, saltaría del coche en marcha.
«Para eso tienes la guía, ¿no?»
Sin previo aviso, Jennie detiene el jeep y se baja. Parece que hemos llegado a dondequiera que vayamos. Me quito el cinturón de seguridad y, cuando estoy a punto de tirar de la manija para abrir la puerta, Jennie me sorprende haciéndolo por mí y esperando a que salga. Sé que no son más que buenos modales, pero no puedo evitar sorprenderme.
Mis pies apenas han tocado el suelo cuando me coge de la mano y me obliga a empezar a caminar. El tacto, el calor y toda la electricidad de su palma contra la mía despiertan las mariposas en la boca de mi estómago. Aun así, mi sentido común vuelve a tomar el control de la situación. No estamos paseando, incluso me cuesta seguir su ritmo. Sin embargo, da igual cuántos peros le ponga, me gusta ir de su mano.
Atravesamos un par de calles más y accedemos a una avenida bastante grande. Al fondo veo el techo de un edificio bastante peculiar. Recuerdo haber leído algo sobre él en mi guía. Hago memoria. Es el palacio de Juventud y Deportes.
Casi sin darme cuenta, dejo de prestar atención a mi alrededor tratando de recordar algún que otro detalle sobre el edificio. Creo que fue construido en los años setenta.
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Color Naranja - Jenlisa
FanfictionLalisa Manoban es una chica normal que lleva una vida de lo más normal. Trabaja como camarera, pero su ilusión es ver publicada su primera novela. Lo más emocionante de su día a día lo protagoniza su amiga Rosé, quien acaba de recibir una beca de pe...