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La hora siguiente la paso nerviosa, acelerada y sin poder dejar de llorar. En cuanto el helicóptero aterriza en Podgorica, la capital de Montenegro, salgo prácticamente disparada. Owen me espera a un par de metros. Corro hacia él, que me recibe con una sonrisa y mucho alivio.

—Lisa…

—Tienes que sacar a Jennie de allí —lo interrumpo sin asomo de dudas.

Quizá pueda hablar con alguien, mandar otro helicóptero, a los marines, lo que sea, pero necesito que la traiga de vuelta.

—Está en… en una base serbia en… —trato de hacer memoria, pero no consigo recordar el maldito nombre—… está en la frontera, al… al norte.

—Jennie está en la base serbia del paso fronterizo de Jarinjë —me explica con voz neutra.

—Sí.

Genial. Sabe dónde está. Él mismo podrá llevarme a recogerla.

—Vamos —lo apremio echando a andar hacia el helicóptero—, podemos volver con ellos.

Tenemos que traerla de vuelta.

Me vuelvo para asegurarme de que me sigue, pero no lo hace. No se ha movido ni un centímetro.

—Lisa, escúchame —me pide con la voz llena de dulzura, como si hablara con un animalillo asustado al que un coche acaba de golpear. No lo culpo, es probable que tenga ese aspecto—: tienes que volver a Pristina.

Niego con la cabeza.

—No —añado.

—Necesitas descansar y comer algo.

No pienso abandonarla.

—No —repito tozuda y, aunque es lo último que quiero, las lágrimas vuelven a bañar mis mejillas.

—Lisa —me llama cogiéndome por los hombros—, te prometo que Jennie estará bien.

—¡Dejad de prometerme cosas y traedla de vuelta! —grito entre sollozos. Estoy desesperada—, por favor —murmuro.

Owen me mira apesadumbrado justo antes de tirar de mí y abrazarme con toda la dulzura y la paciencia con la que lo haría un hermano mayor, pero yo no siento nada. Me he vuelto impermeable al consuelo. No quiero que me digan que estará bien, que yo lo estaré. Quiero que la traigan. Quiero que regrese.

—Señor, una llamada desde la base de serbia de Jarinjë —avisa a Owen un soldado a su espalda.

El escocés me suelta y sus ojos inmediatamente se encuentran con los míos llorosos, pero ahora esperanzados. Tiene que ser Jennie.

Los dos seguimos al soldado. Accedemos al hangar junto a la pista de aterrizaje y entramos en una pequeña habitación llena de documentos apilados y una diminuta mesa con un teléfono. Owen rodea el escritorio y coge el auricular que descansa en la blanca madera prensada.

—Capitán Kendrik —responde—… Sí… —Me observa un segundo y su mirada vuelve a llenarse de toda esa dulzura y compasión, pero sé que ahora no es para mí—… Sí, ha llegado y está bien.

¡Es Jennie! ¡Está hablando con Jennie!

Mi mirada cambia por completo. Owen ya sabe lo que estoy a punto de pedirle porque me dedica una tenue sonrisa y asiente con suavidad.

—Sí, claro que sí —continúa con la voz triste—. Cuenta con ello… Espera un momento.

Me tiende el teléfono y yo lo cojo nerviosa, acelerada y con una estúpida sonrisa en los labios. Todavía tengo una oportunidad de convencerla para que vuelva.

Color Naranja - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora