Parte 2/2
Llego estrepitosamente tarde, como era de esperar. Por suerte nuestro jefe no está y Gordon, el cocinero, que por lo general es un ogro, está de un inexplicable buen humor. Me he librado.
Acabo mi turno a eso de las cuatro. Gordon ha resultado estar no sólo simpático, sino también muy generoso, y deja que Nayeon y yo nos repartamos media bandeja de magdalenas de canela recién horneadas que sobran después de rellenar el expositor.
Antes de ir a casa, paso por la biblioteca a devolver algunos libros y a coger otros nuevos para seguir trabajando en las jornadas. Me gustaría leer algunos fragmentos de Delta de Venus, de Anaïs Nin, uno de los primeros libros eróticos de la historia, en mi ponencia.
Estoy esperando a que la bibliotecaria me dé la tarjeta con la fecha de devolución cuando un chico se acerca al mostrador y pregunta por la hemeroteca.
Automáticamente recuerdo lo que me contó Rosé acerca de que Jennie Kim empezó como reportera de guerra de The New York Times.
La curiosidad me puede de nuevo.
—A mí también me gustaría consultar la hemeroteca —le digo a la mujer afroamericana del otro lado del mostrador.
—Segunda planta a la derecha —contesta displicente—. Las pantallas están en mantenimiento. Tendrá que fotocopiar lo que desee leer —me comunica automática.
Sospecho que debe de haberlo dicho unas mil veces en lo que va del día.
Asiento, cojo mis libros y me encamino a la escalera.
La hemeroteca es inmensa, mucho más de lo que pensaba. Por suerte, la encargada de esta zona es muy simpática y me ayuda a localizar los ejemplares de The New York Times del año 1991 en adelante. Jennie Kim dejó de firmar artículos a finales del noventa y cinco, pero no empezó en la televisión hasta principios de 2000. Hago memoria de nuevo y recuerdo que el reportaje mencionaba algo acerca de que estuvo desaparecida unos años. Debe de referirse a este período.
Cierro el último periódico y estiro los brazos por encima de la cabeza. Empiezo a estar cansada.
Miro el reloj. Es tardísimo, y además me muero de hambre. Me levanto arrastrando la silla con cuidado de no hacer ruido. Fotocopio todos los artículos para poder leerlos en casa y los guardo en mi archivador y coloco los libros encima. Me cuelgo mi bolso cruzado y lo cojo todo.
Pienso en dar un paseo, pero los libros pesan demasiado y acabo cogiendo el metro.
—¡Hola! —anuncio al aire cerrando la puerta del apartamento.
Avisarnos voz en grito cada vez que entramos en el piso es una costumbre que hemos heredado de cuando compartíamos habitación en la residencia de estudiantes. Aunque, por mucho que anuncies a bombo y platillo que estás entrando, en una habitación de diez metros cuadrados es imposible no acabar viendo el culo peludo del ligue de tu compañera esconderse veloz bajo el edredón.
—¡Estoy arreglándome! —responde Rosé desde su habitación.
Sonrío y voy a mi cuarto. Dejo la pila de libros y las carpetas sobre la cama y lanzo el bolso junto a ellos. Me muero de ganas de comerme un sándwich de mantequilla de cacahuete y mermelada de arándanos.
—¿Qué zapatos me sientan mejor? —me pregunta Rosé apareciendo desde el pasillo y apoyando las dos manos en el marco de mi puerta—. ¿Éstos? —inquiere alzando y escondiendo un pie y dejando ver sólo el que está calzado con un elegante salón negro—, ¿o éstos?
Cambia los pies y ahora sólo veo el que lleva un bonito botín rojo.
Frunzo los labios sopesando las opciones.
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Color Naranja - Jenlisa
FanfictionLalisa Manoban es una chica normal que lleva una vida de lo más normal. Trabaja como camarera, pero su ilusión es ver publicada su primera novela. Lo más emocionante de su día a día lo protagoniza su amiga Rosé, quien acaba de recibir una beca de pe...