Pov. Jennie
La explosión llena de polvo de ladrillo el ambiente.
Toso. No puedo respirar, joder.
Lisa.
Me incorporo deprisa y miro a mi alrededor, buscándola. No la veo, pero sé que está aquí. No he podido soñarlo ni imaginármelo. Ha sido real, lo he sentido quemando cada maldito hueso de mi cuerpo.
Salgo corriendo.
El humo es demasiado denso y no me deja ver nada. La gente está asustada y deambula sin sentido.
¿Dónde estás, muñeca?
Una rabia sorda y fría va acomodándose bajo mis costillas.
¿Dónde está, joder?
Uno de los camareros del hotel ha salido y está sentando en el bordillo de la acera a varias personas ensangrentadas. Ese coche estaba lleno de paramilitares y han tirado al menos tres granadas.
Sigo andando. Toso de nuevo. La garganta me quema… Y de pronto el miedo lo asola todo.
—Lisa —murmuro con la vista fija en su cuerpo tirado en el suelo—. Lisa —repito corriendo hacia ella.
¡Joder, no!
Me arrodillo junto a ella y trato de ver de dónde sale la sangre que la rodea.
—¡Un médico! —grito.
Tiene una herida en el costado y otra en el hombro.
Miro a mi alrededor desesperada. Nadie va a venir.
Todo esto es una maldita locura. Paso mis brazos por debajo de sus rodillas y de su espalda y la levanto.
—Tranquila, muñeca. Voy a cuidar de ti —susurro echando a andar—. No va a ocurrirte nada.
No puedo perderla. Joder, no voy a perderla. No pienso permitirlo.
Entro en el hotel y camino deprisa hasta el bar.
—¡Necesito un médico, joder! —grito dejándola con cuidado en una de las mesas.
Varios hombres y una mujer se acercan rápidamente. Le aparto el pelo de la cara y me inclino sobre ella.
—No vas a morirte, ¿me oyes? —susurro, y mi voz se entrecorta por todo el miedo, por todo el dolor—. No pienso perderte otra vez.
Muñeca, por favor, no puedo perderte.
—¿Dónde la has encontrado? —me pregunta la mujer.
—En la calle —respondo acelerado—. La granada ha estallado muy cerca.
Los médicos la vuelven y rompen su camiseta con cuidado de no hacerle daño. La mesa está llena de sangre. Joder. Joder. Joder. Me paso las manos por el pelo y las dejo en mi nuca, desesperada.
No puedes morirte, muñeca. No puedes morirte.
—Tapona la herida —hablan entre sí—. Está perdiendo mucha sangre.
—La estamos perdiendo —responde la doctora.
¡No! ¡Joder, no!
Regreso a la mesa y me inclino de nuevo sobre ella. No puedo perderla, a ella no.
—Lisa —la llamo apartándole el pelo de la cara—. Muñeca, escúchame porque no pienso repetirlo. No voy a dejar que te mueras. Tenemos muchas cosas que hacer todavía. Tenemos que salir de aquí. Tenemos que regresar a Nueva York y tengo que llevarte a cenar a mi restaurante favorito. Soy un maldito desastre. Nunca te he llevado a cenar. No te puedes morir antes de que lo haga. Y tenemos que ir a patinar al Rock Center y a pasear por Central Park y todas esas cursiladas que seguro que te encantan. —Una sonrisa triste y fugaz se cuela en mis labios. Despiértate, por favor—. Muñeca, tenemos que tener hijos y un perro. Quiero una niña tan preciosa como tú y que también tartamudee cuando esté nerviosa y tenemos que buscar una casita con una valla blanca. Quiero que tengamos todo eso, así que no puedes morirte —repito haciendo un doloroso hincapié en cada letra—. No puedes hacerlo porque ya he encontrado mi hogar. He sido una gilipollas que ha tardado demasiado tiempo en darse cuenta, pero ahora lo sé. Lisa, mi hogar eres tú, así que respira, muñeca. Respira por mí.
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Color Naranja - Jenlisa
FanfictionLalisa Manoban es una chica normal que lleva una vida de lo más normal. Trabaja como camarera, pero su ilusión es ver publicada su primera novela. Lo más emocionante de su día a día lo protagoniza su amiga Rosé, quien acaba de recibir una beca de pe...